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viernes, noviembre 22, 2024

De la mítica era pre-pandémica al “nuevo” coronavirus

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Paranaländer comenta hoy “Covid-19. Desde la pandemia en Paraguay” (Arandurã, setiembre 2020, Paraguay). Desarrolla una ácida crítica de todos los artículos de dicho material, calificando al libro como decepcionante.

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Por: Paranaländer

Compré por 65 mil guaraníes (precio con delivery incluido) el libro (118 páginas) coeditado por Emancipa Paraguay y E’a, “Covid-19. Desde la pandemia en Paraguay” (Arandurã, setiembre 2020, Paraguay).

De que la pre-pandemia haya existido alguna vez, y que hoy sea apenas un espacio mítico, cual yvy marane’y moderno, alguien podrá tener dudas, pero seguro estoy que el “nuevo coronavirus” es un lapsus calami del prologuista de este libro ad hoc. Libro, por cierto, decepcionante, como casi todos los libros paraguayos últimamente, aunque, por contrapartida, yo suelo encontrar un humor involuntario en ellos que compensa la primera falta.

Es que en una veintena de artículos (la mayoría con una exigüidad pasmosa, 2 páginas apenas) sus redactores se han esmerado en sortear y chulear todo el tiempo el tema que los convoca: nadie termina hablando del evento del año, la pandemia.

Se regodean en posar con su discurso remanido de adalides del zurdismo criollo y el progresismo tuitero, en enfatizar a cada rato que esta pandemia- este evento, esta entidad morbosa universal- desnuda sus ideas previamente esgrimidas, confirma sus filosofías y weltanschaungs.

En suma, la situación, absolutamente moderna, no les interpela, no les mueve el piso conceptual, nambré. Desnudar, dejar al desnudo, es uno de los clichés del libro; el otro, las ollas populares.

Julio Benegas nos deja estupefactos pidiendo un capitalismo de estado (una neo sovietización o castrificación pea hina al parecer).

Montserrat Álvarez se toma contra mi ídolo Trump (esta figura grotesca ha mostrado, puesto al desnudo dirían otros, en carne propia que la política hoy es un bluf, una farsa, apenas un Truman show), negando el negacionismo de que China liberó el virus para matar al presidente de USA, pero el tiro le salió por la culata y en su lugar eliminó a gente sin ningún rango de poder.

El volumen no tiene ninguna simpatía por las teorías conspirativas, que brotaron como hongos en estos meses en que la ciencia demostró su endeblez e ineficacia.

La nota más graciosa, que me extrajo más risotadas, es la firmada a dos manos por Ana Galeano y Gabriela Schwartzmann (hombre negro en alemán): no solo por la andanada de clichés, algo de rigor en este tipo de textos poseros, sino también por citar mucho la nueva politicidad de Segato (aquí dan el ejemplo del poha ñana, pero dudo que esto sea serio), apellido que da el perfil de la autora a la perfección, una ciega de la política.

Dentro de los chichés, otro preponderante es estado esto, estado ku otro, estado capitalista, capitalismo de estado, y aquí nuestras redactoras inventan uno nuevo: el estado voyeur. Necesitamos un estado que nos mire, hei hikuai. Las señoritas repiten el ataque contra el sistema patriarcal del blanco heterosexual y propietario (Baudrillard ya dijo que este ataque era un cuento de hadas). Sí, soy propietario, lo reconozco, pero solo de mi muerte, puedo matarme cuando yo quiera.

Para demostrar que me chupé las 118 páginas, sigamos. Arístides Ortiz intenta una crónica periodística canónica, sale a la calle y va en busca de un tal Godmundo Azul, que nos cuenta la verdad de la milanesa pandémica desde su proyecto comunitario de Ñemby. Para mi manera de ver, una verdadera crónica sobre la pandemia hubiera debido ser una narración en primera persona de un periodista aquejado del mal del momento.

Alvarenga reitera la Miltonfriedmanfobia (pregunta, ¿en serio lo leyó?). Norma Flores vaticina un mundo pospandémico negro, más negro que la época pandémica que olvida que aún no la hemos superado. Este sofisma es predominante, ya lo dije, saltarse el tema principal y divagar por las ramas del teletrabajo en este caso, como si este último haya nacido hoy.

Airym Sarta pide la guaranización de los comunicados oficiales. ¡Qué veamos un video de Washington Post traducido al guaraní! Dios marangatu.

Miguel Lo Bianco, sesudo, retruca dos veces a Marx. Ya es algo, reconozco que no lo esperaba, más aun viniendo de un pro Evo (deducción disparatada). El estado no es solo la administración de los intereses de la clase dominante, afirma. No es suficiente transformar la realidad, hay que volver a comprenderla, razona. ¡Touché, mon brave! ¡Marx terminó hospitalizado! Una vez más falta a la asignatura, no fala de la pandemia, delira alrededor de un conflicto pospandémico ilusorio.

Clemen Bareiro pone el dedo en la llaga: tenemos cero inversión en salud. Punto. Me gusta la claridad de ideas. Es como en el tema incendios, nadie puso el dedo en la llaga, chau bomberos voluntarios, lo que necesitamos es bomberos profesionalizados. Ahora lo que necesitamos es inversión a full en salud.

Ángeles Ferreira hace una apología del profesorado, gremio heroico siempre. Y nuevamente de las ollas populares (ese ritual que no cumple con los mínimos requisitos del protocolo sanitario, cero distancia social, aglomerativo cien por ciento).

Jorge Zarate aporta estadísticas y descubre la panacea (¿del covid?) que resulta ser la reforma agraria. Plop.

Elbo Morales se sube por las ramas de Gil Scott-Heron y elabora un gran titulo (El apocalipsis no será wasapeado) que no desarrolla nunca. Pura pinta sin caracú.

Zayas parafrasea el Manifiesto Comunista pero resulta superfluo que tanta belleza sea estropeada con idea tan pereri. El fantasma del coronavirus masculla…No capta el matiz esencial de que en Marx el fantasma es algo positivo y aquí el coronavirus es negativo.

Paola Kolher se olvida en su lista de criaturas de vidas en riesgo a la piedra…Ser piedra en Paraguay es correr uno de los mayores riesgos…

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