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sábado, noviembre 23, 2024

¿Quiénes juzgan a Marito?

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Paraguay es hoy un ejemplo de cómo lo sanitario y lo económico pudieron conjugarse desde lo público sin privilegiar uno en detrimento del otro, como es el caso de nuestros países vecinos. Esto no se debió al azar: fue el esfuerzo del gobierno y sus políticas públicas bien definidas.

A comienzos de la pandemia, allá por marzo de este año, abundaron en Paraguay los pronosticadores de catástrofes: afirmaban que el colapso sanitario sería inexorable, que los cadáveres se apilarían en las calles (como sucedió en otros países de América Latina) e incluso se regocijaban morbosamente sosteniendo que la crisis dejaría al desnudo la fragilidad de un Estado consecuencia de décadas de coloradismo.

Nada de esto sucedió: Paraguay es hoy un ejemplo de cómo lo sanitario y lo económico pudieron conjugarse desde lo público sin privilegiar uno en detrimento del otro, como es el caso de nuestros países vecinos.

Esto no se debió al azar: el covid-19 circuló y circula en nuestro país y, lamentablemente, ya más de mil víctimas fatales son la peor prueba. No obstante, los esfuerzos del gobierno y sus políticas públicas bien definidas lograron que estemos atravesando uno de los momentos más complicados de la humanidad con los mejores indicadores de nuestro continente.

Gracias a programas contracíclicos, impulsos al consumo, apoyo al empresariado e inéditas inversiones estatales, Paraguay será en 2020 la economía menos afectada por la crisis mundial más grave que vive el planeta desde 1930.

Pytyvõ supuso un salto cualitativo en la modernización de los programas sociales, dada la asignación directa del beneficio sin intermediación político-partidaria, llegando a más de 1 millón de personas.

Las obras públicas no se detuvieron y avanzan en todo el país, asegurando desarrollo y empleo para miles de compatriotas.

Asimismo, en el ámbito sanitario, nuestra historia no registra un periodo de mayor inversión en infraestructura como el que lleva adelante la administración actual, con una multiplicación impresionante de centros de atención primaria, terapias intensivas, nuevos hospitales, incorporación masiva de personal de blanco, refuerzos en laboratorios clínicos, entre otros.

Los que cifraron sus esperanzas políticas -de manera ruin y oportunista- en esta tragedia mundial, hoy se sienten desconcertados, sin proyecto para el futuro, sumidos en la fragmentación y la impotencia.

Sus eslóganes contra supuestos hechos de corrupción solo viven en el microclima de determinadas redes sociales, porque afuera, en la realidad concreta, lo que paraguayos y paraguayas ven es más hospitales, más respiradores, más rutas, recuperación del consumo y la actividad económica y el reconocimiento de organismos y medios internacionales.

Debemos preguntarnos quiénes juzgan a Mario Abdo Benítez. Por un lado, los que gobernaron en épocas de normalidad, en un contexto libre de crisis económica o sanitaria, quienes no conocieron la tormenta y no tuvieron que conducir al país en medio de las peores adversidades. Por otro lado, lo juzgan los que nunca gestionaron ni siquiera municipios y que conciben a la política como una simple tribuna de declamación de sus frustraciones y lamentos morales.

Queda por saber si los logros históricos de este gobierno tendrán continuidad política. Más allá de los límites constitucionales que hay en Paraguay, lo realizado debe formar parte de un proyecto que parta de las entrañas de los que condujeron al país en este difícil momento y se propongan profundizar estos logros de cara al futuro.

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