Paranaländer trae a sus lectores una reseña del libro “Robin Wood. Una vida de aventuras” (el ateneo, 2021), que es una biografía autorizada del guionista caazapeño escrita por Diego Accorsi, Julio Neveleff y Leandro Paolini Somers.
“Robin Wood. Una vida de aventuras” (el ateneo, 2021) de Diego Accorsi, Julio Neveleff y Leandro Paolini Somers es la biografía autorizada del guionista caazapeño (Colonia Cosme, 1944). No llega a ser una biografía historietada pero está profusamente ilustrada con fotos del escritor en distintos escenarios y edades de su vida y de los personajes que salieron de su pluma. Está dividida en dos partes y varios apéndices. La mejor es la primera parte titulada Tino (cuando volvió para aprender español a Asunción a los 12 y tenía acento argentino lo apodaron así). La segunda, Robin, un relato en primera persona, es más sosa. Es el escritor bien pagado de editorial Columba personificando al típico turista internacional o mochilero de los años 70’s. Uno de los apéndices merece una larga consulta: Presenta una lista de sus personajes y de sus respectivos dibujantes.
Robin Wood McLeod nació en Colonia Cosme (fundada en 14 de mayo de 1894) a 230 km de Asunción, colonia socialista-puritana fundada por inmigrantes irlandeses y escoceses venidos de Nueva Gales del Sur (Australia) en 1893 (22 de setiembre). Su padre, conocido como Kingo (en el libro se dice que era ministro del Gral. Stroessner, pero la fecha, de 1944, nos llevan a pensar que se trataría más bien del Gral. Morínigo). Creció por ende sin padre y con la madre (Peggy Wood, educada con sus dos hermanos en la High Sky, exclusivo colegio para británicos de Córdoba donde enseñó su madre Margaret McLeod Wood) siempre metida en nuevos amoríos, como una mujer liberal de su época. Criada por su bisabuela Lilian, nostálgica de los árboles azules de Australia que ya nunca más iría a ver. Hablaba un inglés isabelino, mixtura de irlandés y escocés más gaélico, aprendido con los colonos y la lectura de la Biblia. Nunca aprendió guaraní, y también hay una veta anti paraguaya en él producto de su bovarismo. Como hijo bastardo, solitario, el evasionismo que se comprueba en los escenarios de sus historias (Sumeria, Italia), fue una salida para sobreponerse al medio ambiente aislado y anti-intelectual de la colonia y la ausencia paternas. Aprendió español a los 6 años en Asunción, donde le apodaron de Dumbo por sus orejas sobresalientes. Su nombre es Robin viene de que nació el mismo día que el poeta nacional de Escocia, Robert Burns, además del nombre de un petirrojo. Tuvo una infancia y adolescencia durísimas, educado a palos por Big Tom, su tío de Encarnación, dedicado al contrabando de café, obrajero de Alto Paraná (llamado entonces Wood el Negro), iniciado sexualmente en una casa de “familia paga” por una jovencita de 13 años cuando no había cumplido los 10 años, hizo la primera comunión en el orfanato San Martín de Tours (Tigre), vivió literalmente en las calles de Buenos Aires…Su modelo de vida ideal, aventuresca, la de la película Pandilla salvaje de Pekinpath. De esa época le quedan una cicatriz de bala y tres de cuchillo. Fue desertor, obrero de la fábrica de Scotch en Argentina (con capataz teutón ex Waffen SS), hoy su nombre lleva un parque de su pueblo natal.
Lo descubrió el dibujante correntino Lucho Olivera, su Nippur de Lagash tiene mi edad, es de abril de 1967…Usó 12 seudónimos, incluido uno femenino: Cristina Rudlinger. Califica su estilo un mix entre Oesterheld y Ray Collins.
“Mi novia y yo” es su historieta más autobiográfica, allí metió a su perro encarnaceno Tom, a su novia de entonces, a casi todos los empleados de La Columba. Nunca corregía sus guiones, salía a primera escritura a lo surrealista.