Paranaländer pone un pie en Oriente y otro en Occidente, hermana dos espíritus, Goethe y Hafiz, a través de un artefacto llamado Diván, poemas alemanes escritos para asimilar unos poemas persas inclasificables.
El hecho habitual comienza con la observación de que todo el Divan (Canzoniere) de Hafiz fue traducido por primera vez, entre todas las lenguas europeas, al alemán, y que esto sucedió en la época de Goethe, o más bien: en una época en que Goethe, frustrado por el curso de los acontecimientos en su patria, se sintió sin embargo inducido a desviar su atención hacia distancias más seguras, hacia al menos una evasión espiritual.
En los años entre 1805 y 1806, Napoleón atacó y derrotó a Prusia y Austria, Goethe estaba allí para ser masacrado por los soldados franceses que avanzaban, si Christiane Vulpius no hubiera intervenido y así le hubiera salvado la vida. Por lo cual él entonces, agradecido, se casó con la que había sido durante mucho tiempo su amante y madre de sus hijos.
Joseph von Hammer Purgstall, intérprete de la corte imperial de Viena, que publicó la primera revista sobre Oriente en alemán con el título «Fundgruben des Orients» [«Minas de Oriente»], aventuró la primera presentación exhaustiva de la literatura árabe, persa y turca y, finalmente, en los años 1812-13 presentó la primera traducción al alemán del Diván de Hafiz (1325-1389). Esta traducción desató la chispa que encendió el interés goetheano.
En 1815 anota en su diario (Tagebuch):
‘Si antes no podía saborear ninguno de los varios pasajes de este maravilloso poeta, traducidos aquí y allá y difundidos en revistas, ahora sin embargo ejercieron, todos juntos, una influencia aún más vital sobre mí, y ante ello tuve que reaccionar productivamente porque, de lo contrario, ante la poderosa revelación [de este poema], ya no podría existir.
El resultado de esta necesidad de reaccionar productivamente es el West-ostlicher Diván. Goethe comenzó a componer poemas sobre Hafiz y al mismo tiempo a ampliar su conocimiento de Oriente a través de la lectura intensiva de toda la literatura a la que se pudo llegar sobre el tema.
“Hafiz, párate ante ti como un igual, ¡qué locura!”
El corazón del mensaje de Hafiz, que contiene una especie de religión del amor y con su provocativo vino metafórico implica una inversión completa de la polaridad de las relaciones entre lo sagrado y laico. Hafiz combina conceptos religiosos y representaciones del Islam con la esfera del vino. En otros versos habla del barro de Adán, que los ángeles derramaron en un cáliz en el momento de la creación empapándolo y mezclándolo con vino; de nuevo, habla de la ablución ritual que debe realizarse con vino, o invitar al peregrino experto del primer ghazal famoso a colorear su alfombra de oración con vino tan pronto como el prior de los magos lo exige.
Todas estas son cosas que Goethe en esta forma precisa no pudo imitar. Lo que sigue en Hafiz, sin embargo, es el juego entre lo irónico y la ligereza con el vocabulario religioso, no para burlarse de lo sagrado, sino para llegar a través del velo de formas y representaciones
externas, relativizándolas, a lo Esencial, a lo «Superior y Supremo», como lo llama el mismo Goethe en el Chuldname, o más bien con su título alemán Buch des Paradieses, donde precisamente este juego se lee con conceptos religiosos, se da de forma elegante.
Con el tema de la ebriedad en Hafiz, como ya en muchos de sus predecesores, la cuestión relativa a la interpretación mística está ciertamente conectada de la manera más estricta. Este tipo de poesía no podría haber sido afirmado en el medio islámico, habría sido prohibido como herejía inaudita y destruido, si no hubiera sido disfrazado con la capucha del significado místico. Que un elemento místico en la poesía de Hafiz está presente, no
puede ser cuestionado. Por otro lado, es difícil identificar claramente en él una verdadera doctrina mística. A diferencia, de hecho, de un poeta místico puro como Rumi, que inserta ciertas señales en el momento adecuado en cada composición para que el tono místico sea claramente evidente, Hafiz en cambio modula, para permanecer en la imagen, de una manera tan audaz, que en él el género del tono no está unívocamente determinado. Todo sigue siendo polisemántico, iridiscente, y ya Goethe lo reconoció, como un elemento estilístico buscado conscientemente. Con respecto al vino se puede hablar, en Hafiz, de connotaciones más espirituales que místicas, ya que los místicos aparecen muchas veces en las filas de los hipócritas. El escepticismo de Goethe hacia las exégesis místicas unilaterales estaba, por tanto, enteramente justificado.
La cuestión de la interpretación mística naturalmente también se encuentra con las líneas eróticas de Hafiz. Y es precisamente aquí donde el lector occidental tiene aún más dificultad, que con los versos báquicos, para seguir plenamente esta interpretación. Porque Hafiz suele hablar de su amada en un tono ligero y frívolo, absolutamente sensual.
“Mi querida tiene catorce años, mi «hija de la vid» [= vino] tiene dos. Estoy satisfecho, si la juventud y la vejez están tan juntas”.
Goethe captó este pensamiento a su manera y celebró, entre otras cosas con una analogía cósmica en perfecto estilo oriental, su Sulaika (Zulaykha), tras el cual se esconde Marianne von Willemer (Wieder/inden):
“¿Será posible alguna vez, estrella entre las estrellas, que te tenga en mi corazón otra vez?”
y (Nachklang):
“¡No me dejes así en la noche, en el tormento, tú, adorada de todos, tú, mi luna, tú, mi fósforo, mi luz, tú mi sol, tú mi luz!”
fuente.«Il discorso è nave, il significato un mare». Saggi sull’amore e il viaggio nella poesia persiana medievale, Johann Christoph Burgel, 2006