Un estremecedor caso de mala praxis sacude New York. Una clínica de fertilidad asistida implantó por error embriones equivocados a una pareja que seguía un tratamiento para tener un hijo.
Las sospechas comenzaron durante el embarazo, cuando le anunciaron que esperaban mellizos varones. Esto no podía ser: solo había un embrión masculino, y había sido implantado en otro embarazo que no llegó a término.
Los médicos afirmaban que las ecografías no son en un 100% fiables. Trataban de asi de calmar a la pareja.
La verdad no tardó en llegar. Nacieron dos varones, sin ningún rasgo asiático, indicando su total falta de lazo biológicos con los padres.
Lo que es peor, los niños ni siquiera son hermanos entre sí.
El ADN había sido depositado por dos parejas distintas. Los niños fueron ubicados cada uno en sus respectivas familias biológicas.
La mujer gestante y marido quedaron sin nada, víctimas de una estafa con grandes secuelas psicológicas.
De hecho, la mujer fungió de vientre suborrogado sin saberlo, sin quererlo y sin cobrar por dicho servicio. Ahora reclama una millonaria indemnización.
Un capítulo vergonzoso de la mercantilización de la vida sin criterios éticos ni protocolos de seguridad adecuados.