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sábado, noviembre 23, 2024

Filosofía como parodia o mundo paralelo de los delirios del transhumanismo

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En su columna de hoy, Paranaländer comenta el libro de César Zapata El principio de irrealidad, publicado en 2019 y discute sus ideas posmodernas enparentándolas con las del transhumanismo.

Por: Paranaländer

Leyendo la otra noche el libro del año 2019 editado en coedición por la Sociedad Paraguaya de Filosofía-Arandurã-ISEHF, El principio de irrealidad (en realidad, su titulo más bien parece debatir con el principio de realidad freudiano, que busca con esto el desconcierto), del jesuita neonietzschiano-posmoderno César Zapata, se me ocurrió que esta ola de sofismas, de hoax y engaños dentro del cual se encuadra este librito, bien escrito pero altamente sofístico, puede ser homologado a los delirios de la corriente llamada «trashumanismo».

Zapata «zapatea» e intenta refutar a Quentin Meillassoux, estrella internacional de la nueva y poderosa filosofía actual, nacido en el año del señor 1967, ya reconocido precozmente apenas con un par de libros, por nombres como Zizek, Badiou, Galloway, Shaviro, Toscano, Harman, y cuyo The Meillassoux Dictionary (2015) se puede leer y descargar en este link https://es.scribd.com/document/469605047/Peter-Gratton-The-Meillassoux-Dictionary-2015-pdf-pdf

[muchas de las entradas del diccionario son escritas por el doctorando por la UCLA, el peruano, mi socio de Facebook, Daniel Sacilotto. Es más, espero que entre y deje algún sabroso comentario].

Zapata gusta del solipsismo, no hay dos mundos, nosotros y la realidad, desde el momento en que el único mundo corroborable pasa, es mediatizado, por nosotros, nuestros sentidos y cerebro. Ok…De esto se deduce que el dolor, la muerte, son ideas elucubradas por los humanos en una intersubjetividad de sci-fi, que se autoproduce como, dice el Zapata, y actúa ya posteriormente solo.

En la línea de El supermacho de Jarry, donde la muerte sigue pedaleando por la inercia de su peso muerto, aquí nuestras fantasías crean un mundo que nos parece un mundo autónomo, diferente a nosotros, porque al actuar como blindex contra nosotros nos da la impresión que están dotados de una esencia ontológicamente distinta a nosotros, etc.

A estos típicos sofistas empollados con la boutade nietzscheana “No existen los hechos solo interpretaciones”, generalmente se los despacha no con argumentos sino «a lo Diógenes»: anda tírate del tercer piso haber si no hay realidad independiente de vos, ¡O párate delante del colectivo de la línea 27 un lunes de mañana!

Voy a conectar este divague con el transhumanismo. El cerebro humano, para poder manipular con mayor velocidad un caudal ingente de datos, inventa la computación o los medios de computación cibernética. Esta creación del hombre, según la fantasía trashumanista, un día tomará el poder y, como en una tragedia otra vez edipiana, hará de esclavo o de objeto arrinconado y anacrónico a su padre-creador, el humano.

Zapata dice literalmente: la realidad es creación de los seres vivos. La realidad es una creación que se autoproduce así misma.

Ferry lo llama tecno-medicina y uberización del mundo, esta sacra entidad autopoiética y autómata, cibernética, que termina ultrapasando la ubermensch…

El transhumanismo, la vida futura automatizada de las máquinas liberadas de lo humano, es falsa porque ya es ciencia ficción (Markus Gabriel). Ese sci-fi anhelado y, al mismo tiempo, temido por los profetas del transhumanismo se vislumbra aquí con la idea de la entidad o mundo derivado que se autonomiza y luego ya se autoproduce eliminando a su origen o fuente originaria.

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