A partir de un ensayo de 1955 de Jorge Báez, nuestro columnista cultural, Paranaländer, repasa el arte paraguayo de la primera mitad del siglo XX.
Por: Paranaländer
La torre del silencio y otros ensayos, Jorge Báez, Asunción, 1955, es un suculento librito, donde Báez escribe sobre pintores (Miguel Acevedo, Sorazábal, Bestard, Samudio, Soler Núñez, el Salón de Primavera del Ateneo Paraguayo con obras de Alborno, Edith Jiménez, etc.), músicos (Pío Barrios), un seminal poeta guaraní (Rosicrán), poesía femenina (la Safo guaraní), ensayistas (Silvano Mosqueira, leído por Unamuno), poesía guaraní (el hermano suicida del guitarrista Pio Barrios, con su poema “Che cuairú resá”), teatro, etc.
Con la obra de Acevedo y Sorazábal ya sería suficiente para comprender que la primera mitad del siglo XX fue la era más fecunda del arte paraguayo, con estos dos pintores nunca vueltos a igualar, tanto en prestigio internacional como en calidad intrínseca, más aun considerando la posterior paupérrima escena pictórica.
Acevedo ilustró con sus caricaturas las publicaciones porteñas como Caras y Caretas y PBT, y a las paraguayas como Rojo y Azul, y, en especial, la revista Crónica asuncena de 1913, en torno al cual orbitó una verdadera generación perdida avá por los excesos con la morfina y el alcohol: Capece, Leopoldo Centurión, Molinas Rolón- quien escribió el poema donde aparece el término Guarania acuñado por Bertoni.
Sorazábal ilustró la revista Claridad, trabajó de caricaturista en Caras y Caretas, y fue colega de Arlt y Borges en el mítico diario Crítica). Ambos caricaturizaron a toda la intelectualidad más granada de la época: O’Leary, los Ayala, Gondra, Godoi, Cecilio Báez, Manuel Domínguez; a la par que homenajearon a Stalin (Sorazábal) o a Eloy Fariña Núñez (Acevedo).
Bestard, pintor de espátula, es recordado por su frase, toda una declaración de arte poética radical para la época: “tirar los pinceles”. Y sus desnudos femeninos.
Para terminar de una vez con el mito de que Arte Nuevo patentó las exposiciones modernas en escaparates sobre calle Palma, (“el arte ocupando los escaparates de tiendas y negocios”, cuya exposición aconteció dos meses después del golpe de Stroessner), estos ensayos son muy pertinentes, casi todas las exposiciones que comenta el ensayista tienen a los escaparates comerciales de calle Palma como protagonistas.
Lo prístino y el pionerismo siguen con Rosicrán, quien prácticamente reinventó el guaraní moderno, actual, volviéndola letra impresa habitual, antes de caer en manos de los mejoradores contemporáneos.
Poesía femenina erótica primigenia con la llamada Safo guaraní por Natalicio, la profesora de primaria Dora de Acuña. Un poema revelador de la educadora infantil es “Connubio”, donde acaba el poema con un eufemismo epitalámico muy sugestivo, llama al momba ryakuã, “pacholí suave”.
Efluvios sobrehumanos llorarán los crepúsculos, El oloroso sándalo despedirá su esencia Y un pacholí suave saturará la estancia…
Pane, de alguna manera, también inicia cosas, como su posición de vanguardia sobre temas discutidos en su época como el divorcio, la cuestión obrera y el feminismo. Y en el tema tabú de vindicador de lo nativo-patriótico cuando eso era inactual: durante una ceremonia dedicada al Gral. Díaz fue objeto de un escarnio por una patota liberal, que le gritó: ¡Muera López!
*El libro de Jorge Báez se lo debo a las artes de zahorí para encontrar libros de Fernando Colmán, bisnieto de Rosicrán.