Derian Passaglia comparte algunos poemas del escritor argentino Fernando Callero y comenta su obra, luego de su reciente fallecimiento: «… era uno de los mejores poetas litoraleños de la actualidad, y lo va a seguir siendo ahora eternamente».
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Por: Derian Passaglia
Murió el poeta Fernando Callero. Nació en Concordia y vivía en Santo Tomé. En 2014 sufrió un accidente. Volvía a su casa en bici por una calle oscura y cayó en un pozo que no tenía ninguna señalización. Se rompió dos vértebras, la C6C7, que también es uno de sus últimos libros de crónicas. Pasó horas en ese lugar oscuro esperando ayuda, inmóvil. Cuando los agentes llegaron, cuenta una de las tantas semblanzas que se multiplicaron la semana pasada, dijeron:
-Qué horror, esto podría haberle pasado a un niño.
Fernando Callero respondió:
-Yo soy un niño.
No dudo de la veracidad de la anécdota aunque me haga ruido la expresión de horror y la palabra niño en bocas de agentes. Sirve como nacimiento de un mito que no puede más que multiplicarse, reproducirse de infinidades de formas (quizá cambiar alguna que otra palabra acá y allá, agregar detalles) hasta el punto de ser inseparable de cómo se leerá su obra. En la contratapa de Al rayo del sol, Mariano Blatt dice: “¿Cómo escribir un texto de contratapa para un libro de poesía que en realidad debería ser el texto de contratapa para un best-seller? Entre 1999 y 2013, Fernando Callero produjo una de las obras poéticas más brillantes y significativas de su época”. Y también dice: “Si acaso hay una idea, una enseñanza, una verdad sobre la poesía en estas páginas, es que el poeta debe usar los recursos que lo rodean -lengua, ambiente, clima, paisaje, imágenes, luz, amistades, amor, flash, delirio, obsesiones, animales, etc-”.
El primer poema que leí de Fernando Callero hablaba de una situación en la que me sentí plenamente identificado. La identificación en la literatura siempre es todo un tema. En el poema, el poeta va a un bar, que imagino de viejos, y se pone a tomar cerveza. Tiene que ir a mear a cada rato. Entonces, un tipo que estaba en la mesa de al lado, que lo veía ir y venir del baño, le dice a Callero, o al sujeto que enuncia en el poema, que tiene una vejiga hiperactiva, y que eso era todo psicológico: no tenía tantas ganas de mear, sino que le daba culpa todo lo que tomaba y por eso necesitaba ir al baño cada dos segundos. Veo el lugar, lo puedo sentir. La escena que instala el poema es íntima y sobrenatural, dos características que Callero comparte con Blatt, otra de las enseñanzas que nos dejó. Un parroquiano, un lugareño también borracho y solo como uno, que cuando habla suelta un vaho etílico que tumba, reconoce los problemas que aquejan al poeta y propone una solución psicológica. Fernando Callero era uno de los mejores poetas litoraleños de la actualidad, y lo va a seguir siendo ahora eternamente. Tres poemas:
MEO
Invierno del 99. Tipo seis de la tarde. Mucho frío en Santa Fe.
Espero a una amiga en un bar del centro tomando Heinekens.
Hace poco que instalaron la franquicia en el país.
Voy al baño cada diez minutos, no puedo parar de mear.
Yo casi que no me doy cuenta. Pienso que es por el frío
que chupé en la calle. Frío húmedo. Santafesino.
Un tipo que toma solo en una mesa me dice en voz alta:
amigo, usted tiene vejiga hiperactiva. Cómo es eso.
Con todo respeto, señor, es que lo vi ir y venir y seguido del baño… (sí),
a mí ya me lo detectaron y lo pude combatir.
Es todo psicológico.
A ver, doy pie. Empino el vaso y me vuelvo a servir.
Ya me estoy meando de nuevo.
Que es muy probable que usted se sienta culpable
por todo lo que chupa y por eso
va y mea a cada rato.
Tiene razón.
Para sacárselo de encima.
Es verdad.
En cierta forma.
Ok.
Llega mi amiga.
Fin.
Próximo acto. Vivo en Ibiza. Fumo heroína en un establo puro. Después
traen un espejo roto lleno de rayas de keta, Hiunday y falopa. Tomo falopa
Tomo Hiunday. Tomo keta.
Bailamos la música que sale del capot de un auto.
Meo.
Quedo transido en un muro.
Meo.
Vuelvo al muro vomitado.
Meo.
Panza arriba en el muro.
Meo.
Meo.
Meo.
Todos meamos el mismo costado
de la casa
Esta destrucción esta
acogida gratis tiene un nombre
se llama La griega
Y donde más corre el mejunje de orín
el costado de la casa que se dio tan popular
a la residua del grupo
no va que justo donde entierro la plata
doscientos euros o más
en monedas
de a céntimo y algunos
canutos
de papel
de arroz
en una bolsa del súper
My treasure.
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PROTEÍNA
Una telaraña fina y blanca
suelda los racimos en un haz
de moléculas.
Uvas apretadas de sustancia
contra el aire celeste
y el parral.
Su memoria
sin calor,
un orden fresco.
Tape ras que se repite
hasta formar el hall del fondo
de la casa de mi abuela.
Poliedro enclenque,
tetillas dulces
y semillas que bostezan escondidas.
Una telaraña muy fina y blanca
suelda los racimos en un haz.
Uvas apretadas de sustancia
contra el aire, y su memoria:
un hall celeste.
Tape ras
de las cabezas
se repite hasta formar
tinglados de oro.
Semillas
escondidas
en el centro
de la pulpa
de una fruta
inteligente.
Una telaraña fina y blanca
suelda los racimos.
Fibra nueva seca
inteligente,
repetición de ese orden
hasta formar un grumo
tape, donde ya
no entra mi abuela
ras inútil,
secuela de un mundo
perfecto.
Tomo un mate dulce de parado
semblanteando el patio.
Mi viejo se deshace atrás de un pucho.
De la churrasquera
sube un humo nuevo,
carga su promesa
hasta dios.
El cielo de los hombres
debe ser una campana
de grasa vieja firme y otra
menos densa, su
perfume.
*
LLEGÓ Y SE INSTALÓ LA GRAN CALOR
Llegó y se instaló la gran calor
y estoy feliz por eso.
El cielo, las radios, los chicos en cuero
yendo en bici a la pileta del club suboficiales,
yo también voy.
Todo el panorama reseteado.
Las mortajas del invierno sepultadas
hasta junio en el armario.
Descarga, viejos archivos comprimidos.
Otros recién abiertos, flamantes:
mi vida.
Voy a poner un mar de fondo de pantalla.
O mejor, le voy a sacar una foto al cielo,
que es una losa celeste, sin motas
y la voy a cargar en la compu
para poder verlo todo el tiempo.
Incluso de noche.
Incluso desde un interior.