Paranaländer escribe sobre «La conquista sin fin» de Manuel Augusto Martínez Domínguez, una micronovela histórica sobre la relación romántica que mantuvieron los conquistadores Domingo Martínez de Irala y Alvar Nuñez Cabeza de Vaca.
Por: Paranländer
La conquista sin fin (Álvarez Castillo Editor, Buenos Aires, 2020) de Manuel Augusto Martínez Domínguez se presenta como una micronovela histórica gay. A partir de la enigmática expresión de Ulrico Schmidl, hermandad jurada, sobre Irala y Cabeza de Vaca (incluso entre Mendoza y Osorio se reitera tal expresión) en su “Vera Historia” (capítulo XXXIII), esta obra se interna por los derroteros interpretativos puramente ficticios encaramado a premisas históricas nunca resueltas.
Que un historiador haya preferido el género no científico para explayarse sobre temas tan acuciantes para la historiografía nativa, como es la verdadera y oculta sexualidad de sus conquistadores prístinos, da para más de una cábala.
La fraternitas iurata, toda una institución romana, procedente aparentemente del hieros lokhos o batallón sagrado de Tebas, habría pervivido en la Edad Media y el Renacimiento cristiano con la institución llamada de adelphopoiesis (acción de hermandad). En todo caso, sirve aquí, en este texto escrito por un historiador paraguayo, como excusa para dejar volar la fantasía y modificar la mirada sobre los primeros conquistadores del Río de la Plata.
Ficción histórica revisionista pero que no otea los acontecimientos de nuestro pasado desde el mangrullo panoptical de una moralidad incontaminada y segura (a la maniere endeble de Guido Rodríguez, que piensa que la historia y la literatura se continúan, cuando sabemos con Aristóteles que la primera cuenta lo que pasó y la segunda lo que podría haber pasado), sino desde un cínico escabel-i, ese subterfugio de lo (casi) políticamente incorrecto, sensacionalista y subidón de tono: nuestros conquistadores fueron “hermanos juramentados” y no lo sabíamos.
Mi verga-rã le llama pícara y folklóricamente Don Alvar a Irala conocido también como capitán Vergara. Los indios carios también antes de refocilarse con los asaditos antropofágicos se propinan el teviro, esto es, copulas contra natura. Ergo, el tan mentado Paraíso de Mahoma vuelto Sodoma es la imagen que nos intenta transmitir el libro.
“La Estrella de Venus en el poniente anunciaba el sexto día. Estaban los dos hombres a cielo abierto. Falaron. La palabra fue trasmitida, como ser debe, por el basium. Desenvainaron las espadas de roma puncta. Igual de largas, igual de fuertes. Cír-culo y dia-meter. Brillaron gotas de Plata. Duelo de sortija. En combate singular, Chomín se hizo Cielo, Alvar se hizo Tierra. Desnudos y en cueros como estaban, ansí como Dios los crió, siendo por testigos el río y la luna, iuraron se fraternidá”.
Esta temática de homoerotizar la historia (algún colectivomilitante local ha llegado a homoerotizar los mitos, me han comentado también), va en consonancia con el ethos actual de reinversión acelerada y vengativa de la corriente principal: Mad Max mujer, James Bond negro, totemización del transexual, etc. En suma, podríamos sintetizar este periodo de transición que estamos viviendo bautizándolo de época de las parodias, era del pastiche.
Manuel Augusto Martínez Domínguez (Asunción, 1977) es licenciado en historia por la UNA, pianista, profesor de música, director general del Ateneo Paraguayo. Reside en Buenos Aires. Esta es su primera obra de ficción (“la primera micronovela de las letras paraguayas” reza la contratapa dellibro). En el campo del ensayo histórico ha publicado últimamente “La Asunción ocupada por los aliados: La mirada del traductor de La mil y una noches” (2019), y es uno de los escritores de “Guarania 100 años” (2020), VVAA.