Paranaländer dedica su columna a dos artistas excepcionales que se desempeñaron también como conductores de taxi: Dick Gallup (1941-2021), poeta norteamericano, y Hailu Mergia, tecladista etíope radicado desde los años ’80 en Estados Unidos.
Por: Paranaländer
“Generalmente trato de que un poema diga algo,
pero en cuanto a si tiene sentido, realmente no lo sé «.
Dick Gallup
Alguna vez había llegado a la despiadada conclusión de que el oficio de taxista era uno de los menos poéticos del mundo. Me deprimía verlos sentados allí en la tarima del aburrimiento, por horas, a la pesca del maná de una llamada que los empujara de su inmovilidad de piedra y maldición. Hete aquí que encontré dos excepciones, de artistas-taxistas excepcionales, del poeta Dick Gallup (que orbitó en torno a la Escuela de Nueva York, amigo de infancia de Ron Padget, retratado por Schneeman) y del tecladista etíope Hailu Mergia, hoy de nuevo haciendo giras.
Dick Gallup (1941-2021), fallecido este 28 de enero. En 1976 sale su tercer libro de poesía, “Por encima de la línea de árboles”. También comenzó a enseñar en el programa anual de escritura de verano en la recién fundada Escuela Jack Kerouac de Poética Incorpórea en Naropa. Hay docenas de grabaciones de lecturas y clases de Gallup disponibles en el Archivo de audio de la Universidad de Naropa: Browse – Naropa University Audio Archives (oclc.org)
A mediados de los años setenta se había mudado con su esposa Carol y sus dos hijos a Monte Rio, California, y poco después a San Francisco, donde vivió el resto de su vida. Cuando se mudó a San Francisco, Gallup se convirtió en taxista, un trabajo que continuó durante la mayor parte del resto de su vida. Incluso hace unos pocos años, Gallup todavía trabajaba en el turno de noche. Su última colección de poesía, “Sondeando las profundidades de la locura” (1983), está dedicado a Berrigan. En «Pascua» dice: «Susurrando en la luz de la brisa / es mi vida». En “Dos bits te darán cuatro», dedicado a Michael Brownstein: “Donde fallamos es en nuestro deseo de perfección/ Pero poco importa/Tantos fracasan en su deseo de lucro/ Incluso el beneficio social/ ¿A quién le importa un carajo? / ¿A quién le importa realmente un carajo?”
En el poema «¿Qué, francamente, es tan interesante acerca de la inteligencia?»: “Es genial estar vivo/Pero no hay manera de lograrlo/La vida desafía al arte/Nunca encajarán”.
Entre sus últimos poemas, está este: «Simplemente envejezco y estoy un poco más desesperado / Para encontrar algo que valga la pena celebrar / Con una buena taza de café».
Y, en «Mira el pez», escribe: “La belleza de este mundo me derribó/la primera vez que salí por la puerta principal/Voy a intentar volver a levantarme ahora”.
Hailu Mergia es un tecladista y acordeonista etíope. En la década de 1970, Mergia tocó en hoteles y clubes de Addis Abeba, notablemente con el grupo Walias Band (Donde colaboraron genios como Girma Beyene, Mulatu Astatke, Mahmoud Ahmed, Tilahun Gesese, Getachew Kassa). Después de una gira por los Estados Unidos a principios de la década de 1980, decidió quedarse (trabajando como taxista en el Aeropuerto Internacional de Washington DC-Dulles) y grabar un excéntrico disco instrumental: “Hailu Mergia & His Classical Instrument” (1985, reeditado en 2013). El estilo es, todo en volutas elegíacas, música etíope. Pero Hailu Mergia no es un músico tradicional: toca no solo acordeón sino también teclados eléctricos, Moog y Rhodes, además del sintetizador Yamaha DX7, una novedad en la época.
“Cuando comencé a tocar en los clubes, era cantante y luego comencé a tocar el acordeón porque el acordeón, a principios de los 60 en Etiopía, era muy popular, no había órgano”, dice Mergia. “Cuando llegó el órgano a mediados de la década de 1960, el acordeón se convirtió en un instrumento olvidado, se perdió. Así que después de tantos años cuando lo traje de vuelta… junto con el Moog, era como un sonido diferente «.
“Algo grandioso pasó con Hailu Mergia, pianista etíope que vive en Washington. He encontrado algunas de sus grabaciones en casete durante mi viaje a Etiopía en 2013. Lo rastreé un poco en Internet para ponerme en contacto con él y finalmente lanzamos un álbum que funcionó realmente bien. En 2015 vuelve al escenario a pesar de que no había dado el más mínimo concierto en veinticinco años. Él era taxista, y hoy está en gira europea y preparando el lanzamiento de una reedición de un disco que data de 1978 (Wede Harer Guzo, lanzado en 2016). Tiene 68 años”. Así narra Shimkovitz la extraordinaria vida del músico etíope.
Aquí se puede oír este disco atemporal: Shemonmuanaye