Paranaländer presenta al poeta Fiodor Tiútchev (1803-1873), uno de los representantes de la poesía rusa clásica, aunque también se lo considera como una de las primeras expresiones del simbolismo. Las palabras claves de este poeta filosófico fueron noche, abismo, caos, sueño, sombra, muerte, olvido, el tiempo, fantasma, la santa vida.
Por: Paranaländer
“Siempre un mismo inquietante vacuo espectro”
Ovstug, Munich, Turín, San Petersburgo, Tsárskoye Sieló. La ciudad donde nació, donde estudió con Schelling, se casó dos veces con dos alemanas sucesivamente y la ciudad donde fue diplomático del zar, la ciudad donde murió su primera esposa, la ciudad donde fue censor zarista y tuvo una amante joven (la señorita Denísieva, maestra de escuela de 24 años) y la ciudad donde murió.
Fiodor Tiútchev (1803-1873), dejó 300 poemas breves, donde las palabras claves de este poeta filosófico fueron noche, abismo, caos, sueño, sombra, muerte, olvido, el tiempo (ese “lenguaje ajeno para todos”), fantasma, la santa vida (“sobre el caos mi sueño”).
Su poética negativa o apofática, calla más que dice (“lo expresado falso es ya”, que Tolstoi convirtió en su lema).
Calla, ocúltate y esconde
tus sentimientos y sueños.
Que en lo más hondo del alma
queden y se esfumen ellos,
como estrellas en la noche.
¡Ámalos! ¡Guarda silencio!
(Silentium!)
Tiútchev, esa estrella diurna, poeta de la malvada vida, de la negra vida, la vida: inquilino de nuestras venas.
Poeta inhumanista avant la lettre, influjo de la “Filosofía de la naturaleza” de Schelling seguramente, como se aprecia en este poema:
Primavera no sabe de vosotros
ni tampoco de pena o de maldad
en su frente no existe arruga alguna,
la luz de su mirada es inmortal.
Ella solo a sus leyes obedece:
a la hora convenida echa a volar,
brillando con beata indiferencia
cual corresponde a una divinidad.
(“Primavera”)
O con más precisión en otro poema de su época final:
Naturaleza ignora lo pasado,
nuestro tiempo ilusorio le es ajeno
y ante ella comprendemos vagamente
que somos el producto de sus sueños
(“De la vida”)
“Esta sima que no tiene nombre” llamó a la realidad. Al recuerdo tiniebla. “La santa noche” es un precipicio cubierto por “un velo de oro”, el día. Y “mañana es la memoria del fatídico día”.
¡Cómo brilla en lo alto la columna de humo!
¡Cómo abajo la sombra se desliza impalpable!
“Así es nuestra existencia -me dijiste-
no el humo iluminado por la luna,
sino esta sombra que del humo escapa…”
(“¡Cómo brilla en lo alto!”)