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sábado, noviembre 23, 2024

Contra las onto-tanatologías

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Paranaländer reseña el libro de Deborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro, “¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre Los miedos y los fines” (Buenos Aires: Caja Negra, 2019). Ambos pensadores brasileños reflexionan sobre el tema del fin del mundo en el contexto de la crisis ecológica que vive el planeta.

Por: Paranaländer

“La ecología es el nuevo opio del Pueblo”

(Badiou).

 

Desde una posición catastrofílica, preocupada por los estragos que causa la devastación tecnocapitalista sobre la naturaleza, sobre todo con la emergencia del llamado Antropoceno, nueva edad geológica de grandes cambios climáticos que afectarían la vida futura en el planeta, los autores de “¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre Los miedos y los fines”, Déborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro (Buenos Aires: Caja Negra, 2019), arremeten contra los autores que se decantan por lo que llaman onto-tanatologías: un pensamiento que clama por un mundo futuro sin humanos.

“Nuestro objetivo es hacer un balance preliminar de algunas de las principales variantes del tema del «fin del mundo», tal como hoy se presenta en el imaginario de la cultura mundializada. El Antropoceno, al presentarnos la perspectiva de un «fin del mundo» en el sentido lo más empírico posible, es decir, como un cambio radical de las condiciones materiales de existencia de la especie, viene suscitando una auténtica angustia metafísica”.

Entras esas onto-tanatologías se encuentran la filosofía de Quentin Meillassoux, Ray Brassier y Nick Land. El primero manda al tacho a toda a la filosofía: Hegel, Nietzsche, Wittgenstein, Heidegger, Bergson, Deleuze. Uno no puede menos que saltar de júbilo ante tal demolición de ídolos.

“La maniobra correlacionista es identificada por Meillassoux en el idealismo trascendental kantiano, en la fenomenología, en el escepticismo posmodernista y en otros antiabsolutismos; pero está presente también, y a juicio del autor de modo todavía más virulento, en todas las filosofías «subjetalistas» que absolutizarían u ontologizarían la correlación (todavía solo epistémica o crítica en el correlacionismo clásico y sus descendientes), como sería el caso del idealismo objetivo hegeliano, del voluntarismo nietzscheano, y de aquellos diversos sistemas que el autor incrimina como «hiperfísicos» (es decir, las filosofías de perfil espiritualista, vitalista o panpsiquista). Meillassoux entiende que la actitud correlacionista implica el relativismo (verdadero Judas de la metafísica) y que el relativismo nos quita el mundo, entregándolo en bandeja al «fideísmo» y al irracionalismo. Contra esa gente-sin-mundo que son los correlacionistas y su prole hegeliana o wittgensteiniana, heideggeriana o bergsoniana, él defiende entonces la preeminencia absoluta de un mundo-sin-nosotros como garantía última de todo materialismo autentico”. En esta «hiperfísica» el autor incluye toda forma de metafísica vitalista o panexperiencialista, como las de Leibniz, W. James, Whitehead, Bergson y Deleuze”.

 

Brassier por uno solo de sus axiomas merece mi más rendido homenaje. Ni un poeta podría decirlo mejor que él: “El mundo-sin-nosotros que propone Ray Brassier, a su vez -y no haremos aquí más que aludir a su Nihil desencadenado, obra densa y compleja-, se sitúa en el futuro, como el de Weisman, pero un futuro tan remoto cuanto remoto es el mundo ancestral de Meillassoux. El «hecho» empírico que pone en movimiento el argumento hiper-nihilista de Brassier es la aniquilación inexorable de la especie humana, seguida de la vida en general, de la Tierra y finalmente del universo. A largo plazo, como se dice, estaremos todos muertos; esto hace que, de acuerdo con Brassier, ya estemos todos muertos: en palabras del autor, «todo ya está muerto».

Por último, Nick Land, el gurú negro del aceleracionismo, que ve el capitalismo como un autor de sci-fi, un ente futuro supra inteligente autocreándose ante nuestras narizotas primitivas: “Mientras que en el experimento de Weisman y en los motivos edénicos del mundo-sin-nosotros la oposición pertinente era entre vida y humanidad, en el esquema antiantropocéntrico de esta variante del realismo especulativo que estamos examinando la oposición sería más bien entre vida (humana o no humana) y mundo, entendido como realidad sustantiva o materia del ser. Es preciso negar la vida en cuanto agencia, sintiencia y significación para poder afirmar la verdad autónoma del ser como «ensimismidad». El grand dehors es una tierra devastada y glacial, la exterioridad radical está absoluta y espantosamente muerta. La mediación tan carismática como semi-delirante, de Nick Land, exprofesor de Warwick y mentor de dos de los principales representantes del «realismo especulativo» (Ruy Brassier, Iain Grant), así como de un influyente bloguero tecnomarxista, Mark Fisher (k-punk). Land muestra puntos de contacto con el singularitanismo californiano, pero su futurología, aparte de estar filosóficamente mucho mejor referenciada, es profundamente «gótica» o «luciferina». Land alude, en uno de sus textos más famosos («Colapso»), a una compresión creciente de los ciclos temporales de crisis, que estarían convergiendo rumbo a una terrestrial meltdown singularity, una «singularidad de catástrofe terrestre».

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