Derian Passaglia escribe el poeta peruano Mario Montalbetti: «su poesía es una herramienta porque hace consciente que el lenguaje mismo es una herramienta que utilizan los seres humanos para comunicarse, y que siempre, siempre (esa comunicación) sale mal».
Por: Derian Passaglia
Hace varios días que trato de definir la poesía de Montalbetti con una sola palabra: «rudimentaria», «coloquial», «conversacional», «sencilla». Ninguna me convence. Creo que se trata no de un defecto mío (¿cómo va a ser un defecto mío?) sino de una virtud del poeta peruano: resulta sumamente difícil definirlo, encasillarlo en una determinada poética.
Como leí en alguna crítica de por ahí que me quedó dando vueltas, Montalbetti usa el lenguaje coloquial pero no es su poesía misma coloquial. La poesía coloquial se asocia históricamente al lenguaje de la calle, al obrero, al hombre de a pie; sin embargo, Montalbetti invierte esta operación: la opción por el lenguaje coloquial refiere en su poética al lenguaje mismo, que no se trata acá de una pose o una determinada posición intelectual, aunque sí, porque Montalbetti es por formación académico, lingüista y profesor de universidad.
De manera tal que el uso cotidiano de su lengua encuentra en la reflexión sobre la lengua misma sus motivos. Ahora bien, la opción de Montalbetti por no convertir a esto en un pesado tratado de filosofía del lenguaje pedante en forma de versos es, por supuesto, el humor. Como muchos de los que escribimos, trata de restarle importancia a lo que escribe, o trata de reírse de lo que escribe, nunca de quienes leen, sagrados lectores que invertirán su devaluada moneda en la formación cultural e intelectual de su persona con un libro de versos del vate. No.
Montalbetti se ríe de sí mismo y de sus propios motivos («Esa es mi poética: escribir con lápiz es mi poética»), del lugar que ocupa en el mundo («Después de por supuesto mi mujer y yo / quiero a mi patria y»), de los amores («Vendí todas mis alcachofas / por un boleto al lugar en que vives») de su propia poesía («Mario, Mario, Mario / la corrupción de las costumbres / no fue obra tuya»). Cada tanto le pinta el bajón y se nos revela como un poeta profundamente sentido como en «La dorada» o «Imágenes de separación» pero sin abandonar de fondo el verdadero motivo del poema, que es la escritura, la reflexión sobre lo que pasa en forma de palabras: «Es malo escribir, / saber que no nos veremos, y hacerlo / pasar por un poema, para que solo / lo bello duela». Otras veces sencillamente se pasa de vivo y sus poemas llegan a dar vergüenza ajena, como cuando el chiste no funciona, como por ejemplo en «Poema en homenaje al V Congreso Nacional…», que en vano citaríamos: es una gracia de la que nadie se ríe.
En definitiva, creo que si alguna definición le cabe es la de «herramienta»: su poesía es una herramienta porque hace consciente que el lenguaje mismo es una herramienta que utilizan los seres humanos para comunicarse, y que siempre, siempre (esa comunicación) sale mal. Él mismo lo dice en la entrevista que se adjunta al final de la antología: «Y la poesía a su vez era un gran instrumento para analizar el lenguaje también». La poesía es un medio por el cual Montalbetti puede reflexionar sobre el lenguaje. No hay en su estética ninguna improvisación, ni momentos esotérico-espirituales: la poesía es una cosa, con esta cosa él construye esa otra cosa, y así.
Me encantan estos tres versos porque un poco me identifico:
Me busqué a mí mismo
y me hallé a mí mismo
y me hallé a mí mismo, sonso.