Derian Passaglia escribe sobre Conversaciones de emigrados alemanes, novela corta de uno de los máximos exponentes de la literatura universal, Johann Wolfgang von Goethe.
La novela corta alemana absorbe toda mi fascinación. Conversaciones de emigrados alemanes es una de las que inicia un género que me vuelve loco por su carácter de ensueño poético. Goethe toma el Decamerón de Boccaccio y las Novelas ejemplares de Cervantes, para darle una vuelta de tuerca alemana. Ya lo dejó inmortalizado Lineker en aquella frase: «el fútbol es un deporte de once contra once donde siempre gana Alemania». Lo mismo en literatura.
Esta novelita, particularmente, se toma a sí misma medio en broma: las conversaciones de emigrados son relatos enmarcados, muchas veces fantásticos, que se cuentan en casa de una baronesa porque está prohibido el tema político. Excluida la grieta, el relato no se apoya en el contexto (o lo hace de forma irónica) para construirse, de manera que adquiere importancia su cuestión formal, el proceso de su construcción. De hecho, cada vez que alguno de los invitados termina un relato, la baronesa hace algún comentario sobre lo que le pareció. Quiero citar un extenso fragmento en el que habla de cómo debería contarse una historia porque es precisamente lo que me llama la atención de este género de novelas cortas alemanas:
«Censuro ese empeño por transformar historias que se deben acercar a la unidad del poema, en enigmas rapsódicos, y por echar a perder cada vez más el gusto. Le dejo entera libertad respecto a los asuntos de sus narraciones; pero haga que por lo menos en la forma veamos que estamos en buena compañía. Denos para empezar una historia que tenga pocos personajes y acontecimientos, que sea bien inventada y pensada, verdadera, natural y no vulgar, tanta acción como sea imprescindible y tanta reflexión como se necesite, que no se detenga, que no se mueva lentamente en un lugar, pero que tampoco se apresure, que los hombres aparezcan en ella como se los desearía, no perfectos, pero buenos, no extraordinarios, pero interesantes y amables. Que su historia sea entretenida mientras la escuchamos; satisfactoria, cuando se haya terminado, y que nos deje un quedo estímulo a seguir reflexionando».
No quería nada, ¿eh? Historias que se acerquen a la unidad del poema: es por ahí, baronesa.