Paranaländer en esta ocasión escribe sobre el libro “Río lunado. Mitos y leyendas del Paraguay”, de María Concepción Leyes de Chaves, y trae un relato acerca de la muerte del explorador Boggiani.
“Río lunado. Mitos y leyendas del Paraguay” (1976, Buenos Aires, segunda edición, la primera es de 1951) de María Concepción Leyes de Chaves.
“Libro nativista en la línea de Natalicio González” dice Roque Vallejos en “Curso rural de narrativa paraguaya (Cuarenta nombres significativos)”, Asunción, 1973.
Empiezo por el final, el glosario. Vale por todo el libro, poema en su esplendor verbal. Tiemblo de placer ante tanta exhibición atroz de palabras suculentas como frutos del campo ymaiteguare teete. Les doy algunos ejemplos. Tupichua: “espíritu protector o amigo”. Peteque-peteque: “especie de tambor”. Ñangapirí: “planta con frutas rojas que se abren al sol”. Mbaé-í humby: “picaflor”. Maracana:” nombre de un jefe famoso”. Curupá: “mezcla odorante de floripón, madera de incienso y otras resinas que tienen propiedades estupefacientes”. Atuarasá: compañero, amigo muy íntimo”. Ara resá: “la luz”, pupila del universo”. Yurú ñemboyá y yurú pyté: Beso de respeto y besos de pasión respectivamente. Ybyrá payé: “Incienso”. Takycué: “las esposas segundonas de los jefes polígamos”. Kuña Kanguá: “mujer decapitada”. Ka’aguy poty: “Orquídea blanca muy rara”. Gua’a ayacá: “Mágico receptáculo de talismanes”. Aracuaa: “Sabio, el que penetra, comprende, el espacio o el tiempo”:
Mi preferido por lejos es Tamói ka’a: “yerba que enciende el deseo”. Imagino una especie de triaca del abuelo, medio droga de resurrección y viagra premoderna.
Son 22 historias míticas y legendarias del Paraguay que van de Ka’a, Irupé, Karáu, Muá muá, a otras como La gruta de santo Tomás, La fuente de Bolaños, Romance de la niña Francia o Lucía Miranda.
Me detendré solo en una de las leyendas: “Una mujer en el drama de Guido Boggiani”. Es un intento -no sé si de qué origen, si anónimo o de la autora del libro- de explicar el asesinato del personaje finisecular Boggiani. Ese típico espíritu semi colonialista, explorador, emprendedor (compra de cuero y plumas), traficante de objetos indígenas, proto etnólogo, fotógrafo de las etnias chaqueñas. Pinta a un Boggiani abstemio y austero pero ansioso de mundos nuevos (“La tierra prometida es aquella donde no se está, de Amiel, era su especie de divisa). A cambio de pequeños regalos (“telas de algodón, pañuelos y otras mil baratijas”), lograba realizar bocetos y retratos de los indígenas, muy reticentes, pues sentían un místico terror a ser fotografiados y, sobre todo, a ser dibujados. La historia trata de una india de 16 años que fue retratada a lápiz en dos horas por el italiano, durante el cual nació en ella una especie de amor no correspondido. Boggiani la comparó con una visión de Botticelli. Pero rehuyó todo lío de faldas, en este caso de taparrabos. Ysypó poty se llamaba la india adolescente de fin trágico, empujada a tal circunstancia extrema por un doble y turbio motivo, el rechazo de Boggiani de tomarla como mujer y de devolverle su alma robada (su ang) en el dibujo (ra’angá). Esa muerte precoz llevaría a una vendetta de la tribu sobre Boggiani (“la testa destrozada por un hachazo”). Así acabó su vida en el Chaco este obseso “apoderador de las almas de las mujeres, dejándolas huecas como tacuaras”.
María Concepción Leyes de Chaves (Caazapá 1891-Asunción 1985). Ha escrito la novela histórica “Madame Lynch” (1957) y “Tavaí” (primer premio de concurso de novelas del Ateneo Paraguayo, 1942). Se graduó de maestra en la Escuela Normal de Asunción. Se dedicó al magisterio y el periodismo, en “El Hogar”, “Leoplán” y fue redactora de planta de “La Prensa”, dirigida por su esposo Manuel Chaves.