Paranaländer escribe hoy sobre los aspectos más llamativos de la película ovetense Latas Vacías (2014), dirigida por Hérib Godoy, que contó con la actuación principal de Aníbal Ortíz.
Por: Paranaländer
Me encanta el aura cadogiano, mitopoyético, que nimba a la peli ovetense, cine authentically de tierra adentro, Latas Vacías (2014) dirigida por Herib Godoy.
El argumento es de lo más típico, extraer la plata yvyguy de la época del Mariscal, tarea hercúlea si los hay. Pues lo siniestro asoma ya allí con el abogado o porã protector del tesoro y a la vez un abogado con forma humana, quizá en figura de púber, mitakuña juky, en medio de los desperdicios del mundo actual, las latas vacías del título.
También es très charmant el acento de los personajes, muy marcado en el protagonista principal interpretado por Aníbal Ortiz (que ha continuado su avatar actoral en la premiada “Matar a un muerto” del año pasado), mecánico de autos de profesión en la vida dura y real. Me remitió ipso facto a mis solares días juveniles, adolescenciales, infantiles quizá, ergo, esenciales, cuando visitaba el valle de mis ancestros. Ese cantarino ñe’ê karé guaireño es más poderoso que todo la vox horrísona babeada por el coro de sirenas homéricas. Me toca no sé dónde un punto inconsútil de vida secreta con su impalpable aliento yvyturuense. Me evoca y despierta las voces profundas y genuinas de alguna prima o tía arrinconada en las catacumbas de mi memoria. Toda una anamnesis fonética, milagro de la voz en un arte eminentemente, se dice, visual como es el cine.
Hablé con Kavi Rodríguez (productor y actor de la película) largamente por wasap. Le conté que el paisaje, sobre todo ese tajamar de las póras, era idéntico al Félix Pérez Cardozo de mi infancia. Un paisaje penetrado hasta sus rizomas de tacuara del canto del guyra campana, esas cuerdas (vocales y artificiales) guaí teñidas sempiternamente por los vientos del Yvytymi, y las póras de la Guerra Guasu cabalgando sobre sus bordoneos.
Claro, destapar una fosa, abrir el pasado, es a la vez convocar a las fuerzas tectónicas, a los innúmeros genios del hogar y abogados de los fuegos fatuos. Ese anhelo del ayer, disfrazado de codicia, es una potencia espiritual también para Alfonso, el ciruja de la peli, condición que debe expiar por su atrevimiento destapador. Pero al estatuir una existencia flanqueada por poltergeists también surge la posibilidad de seducir a un póra bueno, apotropaico. En Latas vacías la identificamos con una mitakuña ensombrerada del cateura-i donde se afanan entre los detritus de Oviedo. En su sonrisa de diosa disfrazada de mendigo.
He quedado totalmente fascinado por las escenas finales, que plantea o reúne dos tipos de pozos del tesoro. La fantasía popular, el inconsciente colectivo parawayensis, excava fosos poblados de cacodemones en vela, y en la película ovetense nos damos de cara con que el oro, las monedas del Mariscal tiempopeguare, también pueden esconderse en sitios más modernos como son los basurales.
La poesía acendrada de Latas vacías se halla en esa bella mixtura del bien y del mal, del oro y la putrescencia, el aleteo del enigma bajo el sombrero y la fermentación del mundo. ¿Acaso revolver detritus en fermentación sin fin de gases espiritosos no es cotidiana alquimia poética que trasmuta el sufrimiento de un condenado al crack de las latas callejeras en la felicidad del brillo de una sonrisa redentora?
La peli se puede ver aquí: https://www.youtube.com/watch?v=dK5sF5UcitA