Derian Passaglia presenta la segunda parte de su ensayo sobre el escritor Alberto Laiseca, esta vez comentando su relación con Borges y el Martín Fierro de José Hernandez.
Las aspas de un ventilador daban vueltas en la oscuridad de una pieza. Vueltas lentas, en velocidad mínima. Tumbado sobre la cama había un cuerpo que no se llegaba adivinar su cara ni sus formas, la identidad era secreta. Podría haber sido una persona o una entidad cualquiera de otro mundo. Estaba quieto, lo único que se movía era el ventilador, y el silencio me inquietaba. Yo estaba adentro de un ropero y miraba la escena por una rendija abierta del mueble. Este era uno de los sueños recurrentes en mi infancia.
Desde 2002 hasta 2004 Alberto Laiseca condujo un programa en el canal I.Sat donde narraba cuentos clásicos con su voz poseída de ultratumba, su bigote canoso manchado por el cigarrillo. Sentado en una silla, mientras fumaba, con la sombra de las aspas de un ventilador dando vueltas en la cara, las arrugas de su frente se tensaban cuando encarnaba la primera persona del singular de un narrador esquizofrénico de Poe en su voz. ¿Y si ese cuerpo tumbado en la cama de una pieza desconocida de mis sueños era el de Alberto Laiseca?
Escuché una entrevista a Laiseca en un podcast. Se la promocionaba como una de las últimas entrevistas al Conde antes de morir. Me sorprendió que Laiseca no quisiera hablar sobre el tema cuando le preguntaron sobre Borges, sobre todo porque unos minutos después le preguntan por el Martín Fierro y dice que no puede entender cómo fue posible escribir un texto que es una novela en verso. “Tiene métrica y rima” dice Laiseca deslumbrado.
La idea podría pasar desapercibida en una conversación entre tantos otros tópicos, pero algún oyente atento seguro notó que es la misma idea que Borges reproduce en un artículo de 1928 titulado “La poesía gauchesca”. “En esta discusión de episodios me interesa -dice Borges- menos la imposición de una determinada tesis que el convencimiento central: la índole novelística del Martín Fierro, hasta en los pormenores. Novela, novela de organización instintiva o premeditada, es el Martín Fierro”.
¿Sabía Laiseca que estaba citando a Borges o lo ignoraba? Me arriesgo a una interpretación por el mero placer especulativo. Es de tipo psicológica, quizá una de las peores formas de interpretación que pueden aplicarse a la literatura. Pero de esto se trata, de arriesgar, de prueba y error (a veces más error que prueba y otras más prueba que error). Laiseca, en su interior, conocía o tenía algún conocimiento del texto de Borges, no por haber leído, o tal vez sí, pero se trata de una de las lecturas canónicas del Martín Fierro que sobreviven hasta hoy. Otros escritores, como Osvaldo Lamborghini, leen el Martín Fierro y la gauchesca en general en clave de violencia; su hermano Leónidas, para llevarle la contra al mayor, lo lee a partir del carácter bufonesco, de la risa grotesca de la gauchesca.
Laiseca estaba negando a Borges y a la vez reproduciendo uno de sus argumentos. ¿Por qué en la literatura post borgeana hubo una necesidad de negar a Borges, de llevarle la contra, de oponerse aún a riesgo de reproducir veladamente su teoría sobre el arte? Alberto Laiseca, consciente o inconscientemente, ignorante o pícaro, discípulo o enemigo, era un borgeano de primera línea.