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sábado, noviembre 23, 2024

El narrador como enganche

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Pienso por eso que el narrador de un relato se parece a un jugador de fútbol número 10 de un equipo cualquiera. No solo es el que trama los hilos del juego, es también el que decide su forma, los tiempos, el estilo, las situaciones.

 

Por: Derian Passaglia

 

Últimamente me toma desprevenido el pensamiento de que si a los quince años hubiera tenido la mentalidad de ahora podría haber llegado a debutar en primera. Soy un jugador de fútbol frustrado, no tanto por mí, que en definitiva sufría los partidos de cancha de once por la presión, sino por lo que dicen los demás. Para algunos familiares y amigos, para el técnico Carlini que me dirigió en Central Córdoba, yo debería haber sido jugador de fútbol profesional. Ese era mi destino. A los dieciséis descubrí la poesía de manuales escolares y nada volvió a ser igual. 

Pienso que hoy estoy capacitado para jugar en primera división del fútbol. Mi principal error, en aquel tiempo, fue la elección de la posición en cancha: jugaba de 7 como Cristiano Ronaldo pero sin su altura, su ego y su potencia, cuando claramente debería haber sido un volante creativo, un enganche, alguien que se para en la media luna central y desde ahí, casi sin moverse, decide el ritmo del juego. 

Mi forma de entender el juego es mucho más amplia ahora que entonces. Entraba a jugar con un solo objetivo: entender cómo darme vuelta con la pelota cuando enfrente tenía a gigantes de físico musculoso que me sacaban dos cabezas. El amague de cintura a espaldas del contrincante que hoy practico en canchas de fútbol cinco es un acto reflejo del cuerpo que me quedó de aquellos años.

El enganche tiene la cancha en la cabeza, cada milímetro del campo de juego es monitoreado por el radar de su mente. No necesita levantar la cabeza para saber dónde está ubicado el compañero, porque el espacio para él ocupa otras dimensiones que los demás jugadores no pueden percibir. Al cruzar una pelota arrastrón entre la línea de los centrales contrincantes imagina una jugada que puede volverse real si los delanteros de punta pican a la posición señalada por su pase. 

La perspectiva del jugador que crea es más amplia que la de los defensores. Parecería que el defensor puede ver toda la jugada metido en la cueva pero tiene un problema: está preocupado por defender. Su juego es nervioso, embrollero, muy táctico. El enganche no necesita darse vuelta para entender dónde y cómo recibirá la pelota y dónde y cómo la va a pasar, previo desmarque de algún que otro rival que se acerca a marcarlo. 

Pienso por eso que el narrador de un relato se parece a un jugador de fútbol número 10 de un equipo cualquiera. No solo es el que trama los hilos del juego, es también el que decide su forma, los tiempos, el estilo, las situaciones… La perspectiva del narrador conoce el universo sobre el que escribe, aunque se trate de un relato ambientado en otra galaxia, porque vive en su cabeza y puede volver real la jugada que imagina.

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