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lunes, abril 29, 2024

La partida de Sergio Vuskovic y la desabsolutización materialista

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El filósofo César Zapata rememora sus años de estudiante y el impacto que produjo en toda una generación el retorno del exilio de Sergio Vuskovic, recientemente fallecido, quien fuera un intelectual y dirigente político cercano a Salvador Allende.

 

Entraban con fuerza los noventa, la concertación de partidos políticos que idearon la salida de Pinochet mediante un plebiscito se lamían los bigotes preparándose para administrar el flamante Chile neoliberal, inventado por los discípulos de Friedman en Chicago. Claro, lo presentíamos, nada iba a cambiar, pero por lo menos se retiraba de la presidencia un asesino y ladrón de envergadura mundial. Gran Chile de los 90, simulacro de cambio y alegría etiquetada con un siniestro código de barras.

Yo, caminando sobre mis furiosos zapatos veinteañeros, cursaba una pedagogía en filosofía y estaba infartado de bohemia, poemas y ganas de sobrevivir a mis propias ganas de sobrevivir, pues pertenecía al grupo de estudiantes que venían de otras ciudades al gran Valparaíso, y obligadamente  teníamos que arrendar entre muchos alguna casa o pensión, eso hacía de nuestra  vidas algo, por lo menos, desordenado. Medios flacos, medios alcohólicos y medios estudiosos, sobre todo las chicas, aprendimos el arte de las ratas (maestras del perro cínico: Diógenes) es decir a salvarse como sea.

Mi formación en la Universidad de Playa Ancha, era fuerte en Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Husserl, Ortega, Heidegger, Zubiri, entre otros. Prácticamente no existía la filosofía política, por lo mismo ésta se objetivaba como militancia política o discusiones fuera del aula, por otro costado la posmodernidad criolla recién juntaba fuerzas para arremeter con un Foucault aún desconocido en Valparaíso.

Hoy por hoy creo que esta ausencia en formación política se debe a una adaptación de sobrevivencia natural de nuestros profesores en época de dictadura, pero además a una clara tendencia ontológica o metafísica que se posesionaba como la parcialidad más profunda de la filosofía. Yo estaba relativamente convencido de aquello y me bastaba mirar  la espléndida figura de nuestros profesores: Cristina Orrego y Enrique Muñoz, paseándose por los pasillos de la U. Y por si hubiese alguna duda, dentro de mi imaginario de versos y cervezas, esta era refutada performáticamente por el profe Enrique Muñoz, que con una suerte de notebook colgando de su hombro, impensable para la época, encarnaba un verdadero Aristóteles cibernético, un triunfante metafísico del último decenio del siglo XX.

Pero 1992, nos sorprendió con el anuncio de un seminario sobre Hegel y Marx, que sería impartido por un profesor que llegaba del exilio: Sergio Vuskovic. Todos los alumnos decapitados de filosofía política nos interesamos inmediatamente. La convocatoria fue en una sala pequeña, parecía una reminiscencia al regaño de la dictadura por hablar de política. Esperamos y vimos llegar a un señor que nos pareció mas bien viejo, era de test blanca roja, y tenía una expresión de desgano amable. Se presentó brevemente y nos pasó una fotocopia con un texto acerca del joven Marx. Le pidió a alguien que leyera y lo interrumpió casi enseguida, para dar una larga explicación, pausada de cuando en cuando por una especie de obstrucción de saliva que ocurría en su garganta y provocaba que su rostro se pusiera aún más rojo, menos mal pronto se recuperaba. Con el tiempo constatamos que este curioso catedrático que parecía endeble era en realidad indestructible, y que su desgano se objetivaba como pura motivación y calidad humana para todos los que decidían conocerlo.

El materialismo

El texto en cuestión era un escrito bastante complejo y rigurosamente académico que el Profesor Sergio Vuskovic, el Tatita, como le apodamos, había elaborado y publicado en la Universidad de Bolonia, comentando un escrito del joven Marx, respecto a la filosofía del derecho de Hegel, por supuesto apenas me acuerdo del contenido del escrito, si no fuese por el registro que me facilitó una compañera de aquellos años: Alicia Estay, quien trabajó ininterrumpidamente y de manera muy cercana con él y su esposa: la Nenita.

Se ha dicho bastante del aporte a la filosofía global y a las letras que dejó como legado el Tatita. Yo en este escueto escrito, solo quiero exponer algo de lo que pálidamente aprendí de él.

Aprendí que Marx desplaza la universalidad aséptica de Hegel y sus resonancias entre los llamados  jóvenes hegelianos de izquierda (Feuerbach, Stiner, Strauss, Bauer) con un materialismo que para ser tal, debe encarnarse  en la situación particular de cada realidad, en cada segmento del devenir histórico de un país. Por eso en su escrito el Tata, enfatizaba extendidamente que Marx señaló que la crítica a la religión estaba acabada «en Alemania», y que justamente eso no puede ser exportable, por ejemplo a Latinoamérica en donde en los gloriosos y largos 60, que van desde el 59 con la revolución cubana, hasta el 73 con la caída de Allende en Chile, se dieron fenómenos como la teología de la liberación que justamente encontraron el matrimonio entre la doctrina social de la iglesia y las ideas revolucionarias del marxismo.

Introducción a La crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, obre célebre del joven Marx.

Mi cerebro hasta ese momento solo tenía archivado al materialismo con el atomismo de Demócrito, y al marxismo con la dialéctica de Hegel, es decir era bastante ignorante, pero ahora con el Tatita, estaba entendiendo que la historia era la expresión de un complejo devenir material objetivado en las  relaciones sociales (y no con el misterioso despliegue de un espíritu absoluto, como lo pensaba Hegel) y que mediante su análisis era posible  visibilizar un contexto de interpretación para entender la actualidad particular y concreta de cada proceso.

De pronto el tedioso análisis sobrecargado de conceptos que hacían mis compañeros comunistas, socialistas y trotskistas, era eclipsado por una lectura del contexto totalmente anti absolutista, pues las categorías universales de análisis casi parecían secundarias.

-Me parece macanudo que la URSS haya caído, solía decir el Tata.

Y yo, aun rebosando de ignorancia en política, lo interpretaba como la muestra de que el marxismo no es un absolutismo. Solo muchos años después conocí algo de Proudhon y Kierkegaard, que atacaban el único bastión aparentemente universal del marxismo: la dialéctica. Pero esto es materia de otro ensayo y mucha investigación.

Adiós Tatita, persona notable y generosa perteneciente a una generación que nos obliga a esforzarnos para volver a estar a su altura en Latinoamérica.

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