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sábado, mayo 18, 2024

Arte viaja de una dictadura a otra

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Paranaländer viaja al pasado (setiembre de 1967), menos de 3 meses antes de su nacimiento, para aprender de dos artistas parawayensis sobre dictaduras.

 

Por: Paranaländer

 

El jueves 7 de setiembre de 1967, La tribuna publica una entrevista con tres artistas parawayensis: Carlos Colombino, Laura Márquez y Micharl Burt. La segunda viajaba el viernes 8, pues, justo en 15 días, se abría la Nona Bienal de Sao Paulo (desde el 22 de septiembre hasta el 8 de diciembre de 1967). Colombino, en cambio, ya había vuelto hacía unos pocos días según se desprende de la nota. Me voy a restringir a las opiniones que se cruzan Márquez y Colombino, a Burt no lo considero con la estatura artística suficiente de los otros dos. Éstos tienen posturas encontradas en la designación de los representantes nativos para la Bienal. De entrada, suelto ya mi rollo: para mí los dos se equivocan, se oponen pero coinciden en lo esencial por aquello de los extremos se tocan. Márquez, si la tomamos en serio, mociona una designación aleatoria, sortear a los candidatos a la Bienal. Colombino, más serio, privilegia la meritocracia, o mejor, la talentocracia. No cree que el azar revele lo bueno y bello. Márquez, cuya actitud lúdica suponemos no ha brotado solo para minar la ya, suponemos, imponente personalidad y creciente poder de Colombino en su ámbito. Colombino quiere digitalizar a los artistas, supone, quizá como Meillassoux, que lo aleatorio es mera trampa que manipula la falta de talento. Al parecer se impone la moción lúdica, y surge entonces una sub-disputatio: Colombino pide sortear obras no nombres, que es la posición contraria a la de Márquez. Hay otro plano de la discusión: Márquez descree de la crítica que reduce a censura (del jurado que debe seleccionar las obras y artistas) o a otra forma de arte. Colombino en este punto la apoya pero apuesta el doble: entonces el espectador también es un artista, proclama (como hoy se estila, por ej., en Graham Harman, para quien el artista no es más que el primer público o espectador de la obra). Habría que sondear las manifestaciones de Márquez sobre la censura, ¿a qué se refiere en el fondo, es un dardo contra el Ministerio de Educación, contra el bueno de Raúl Peña, contra la autora del texto de presentación de las esculturas de madera de Laterza Parodi, la señora Josefina Plá? Las obras paraguayas seleccionadas, finalmente elegidas por sorteo, tienen buen nivel, al menos en cuanto a los nombres: hay toda un sala de esculturas de Laterza Parodi, pinturas de Blinder, acrílicos de Burt, el Mariscal del aire y otras 6 xilopinturas de Colombino (artista a quien conocí por sus xilopinturas tan sosas de los años 80 y por los pastiches de los 90 que atiborraban las salas de espera de clínicas de dentistas y urólogos, pero el primer Colombino recensionado en el Art in Latin America Today. Paraguay, de1969, edición de la Organización de Estados Americanos, sí me parece interesante), 8 grabados de Edith Jiménez, 3 pinturas de Di Lascio, 4 de un tal Torfs, 5 piezas de Careaga, collages de Ketterer, las famosas Puertas inútiles de Márquez y una escultura de Pindú titulada Virus.  Pero el punto que quiero resaltar no ese ese. Decía que Colombino y Márquez en el fondo coinciden. Sí, los dos en ningún momento piensan en no ir a la Bienal, menos en boicotearla, a pesar de que en el frontispicio hay un Homenagem “a Su excelencia o señor mariscal Arthur da Costa e Silva, presidente de la República” (golpista del 64 en realidad). O porque la exposición haya sido “organizada por el Ministerio de Educación y Culto de Paraguay”, es decir, por Stroessner. La verdad no me queda claro esta deposición de la posición crítica de dos artistas de vanguardia. Según críticos de Márquez, como Susan Breyer, ella ya había mostrado su faceta política en: “Seis meses de silencio” (1967) y “Presión/ Represión” (circa 1960). Y Colombino en la nota habla de que ha elegido llevar obras que se podrían calificar de “sociales”. Me sorprende este evasionismo en momentos tan violentos. Quizás obnubilados por los nombres que manda México (Carrington), USA (además de una retrospectiva de Hopper, fallecido ese año, están todos los popes del pop art y aledaños como Johns, Rauschenberg, etc.), Argentina (Le Parc). Para entender las dimensiones del golpe de 1964, en Brasil se recomienda ver la obra maestra de Glauber Rocha de 1967: “Terra em transe”. Esta película nos da la posición del artista ante las nuevas circunstancias del país bajo una dictadura militar. El protagonista, un poeta, desiste de su arte en nombre del compromiso ciudadano, ya apoyando a un político desde la prensa o la campaña electoral. La poesía vuelta praxis cotidiana (el arte boicot quizás). En suma, nos parece muy suculento todo el debate de los sorteos o la digitación de obras o artistas, pero el primer debate ni se planteó: boicotear la Bienal. Esto es, en palabras más directas, viajar o no de una dictadura a otra.

 

 

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