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sábado, mayo 18, 2024

Top 5 de discos de cumbia villera

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Derian Passaglia arma su propio ranking de discos de cumbia villera, comentando el género musical, así como la particularidad de uno de los discos mencionados.

Escucho cumbia villera desde el año 2000 o 2001 cuando nació en un país del tercer mundo bajo otra de sus tantas crisis sociales, políticas y económicas. La cumbia villera es un subgénero de la cumbia clásica colombiana, y recibe influencias del rock, el reggae, el punk. Su estética proviene de una necesidad: la cultura se degradó por causas ajenas a ella misma, y la cumbia villera responde a este cambio con música y letras que hablan de los pibes en la calle, la droga, los robos, los policías, el sexo explícito y el barrio. Este es un top 5 de discos de cumbia villera que deben escucharse enteros, de principio a fin, como si fuera música clásica o jazz.

 

  1. Para los pibes (2000), de Damas Gratis. El primer disco del mejor grupo de cumbia villera es una obra maestra del género. Tiene todos temones clásicos: “Se te ve la tanga”, “Quiero vitamina”, “Los dueños del pabellón”, “Todo roto”, etc. Cuando salió este disco desconcertó a todo el mundo, porque nadie lo entendía. ¿Qué era esa música horripilante hecha por negros de la villa?
  2. Arriba las manos (2001), de Pibes chorros. Hubo una época de enemistad a muerte entre quienes preferían Pibes chorros y quienes preferían Damas Gratis. Eran los Beatles y Rolling Stones de Sudamérica. El sonido que consiguieron los músicos de Pibes chorros es único en la cumbia villera. Guitarras electrónicas, órganos que suenan como en una misa, un lenguaje mucho más directo que Damas Gratis, sin tanta vuelta. “Duraznito”, “Tano Pastita”, “Andrea” son clásicos intemporales.
  3. Cumbia villera (2000), de Yerba Brava. Otra de los pioneros. “Pibe Cantina”, el tema que inaugura el disco, es un himno de la cumbia villera. Yerba Brava combina lo mejor de la cumbia tradicional con letras sobre el aguante futbolero, los traidores sin códigos del barrio, chicos en la cárcel, bailes y la yuta.
  4. La lata (2003), de Supermerk2. Quizá sea la expresión más marginal dentro de un género ya de por sí que se presenta como marginal. Los chicos en el universo de Supermerk2 se drogan con latas de pegamento que le roban al zapatero. Los códigos antiguos, los viejos códigos que regían en el barrio, ya no existen más.
  5. Ritmo y sustancia (2000), de Mala Fama. Hernán Coronel, el cantante de Mala Fama, es un distinto. Su modulación al cantar es muy particular, como si tuviera una papa en la boca que le empasta la voz. Inventa palabras, bardea, no se salva nadie en los temas de Mala Fama: ni la policía, ni los cornudos, ni los que se volvieron “utos”.

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