Paranaländer, amante par excellence del aseo intelectual, ha (casi) compuesto una cumbia al jabón (con líricas de Francis Ponge), bello objeto consuetudinario, vulgar, que con su espuma poematiza nuestros días sublunares.
Por: Paranaländer
“El jabón” (1967 Gallimard, Pre-Textos 1977), de Francis Ponge, es un libro singular, poema-ensayo, preludio-manifiesto, radio-poema, jabón en órbita, y de cuyas ideas podemos abrevar generosamente.
Su idea de escritura, en primer lugar, como “producción de su propio signo”.
Nada de transcripción, copiatini, de alguna idea (exterior o anterior).
Escritura como orgasmo.
El poeta llegará a “ver” -como el pintor una naturaleza muerta (alguna mesa de cocina por ejemplo)- el pan, la vela, un trozo de carne, un trozo de jabón.
Los verdaderos “fabricantes” (y no simples contempladores) de esos objetos consuetudinarios (como el pan, el jabón o la electricidad) son los escritores y poetas.
Ellos tienen el poder de abrir y cerrar las puertas de nuestra “libertad”.
El poder de forjar las llaves del mundo y las rejas que nos permiten reconocernos.
Ponge con su preludio al jabón no busca tanto la novedad, sino la distinción, la autenticidad.
“ARRUGUEMOS
PARA EMPEZAR
Como con todo derecho, querido lector,
Exiges
POR ROMPER según nuestra costumbre,
Algo más que el silencio.
CON UNA MANO después arrojemos a la papelera
TODA NOTA o borrador de papel
Impreso con el mal gusto ordinario de
Las envolturas del
Objeto
Que aquí tenemos desnudo
Desde el momento en que surge
EN LA OTRA
MANO,
TENIENDO
Para nuestro aseo intelectual
UN PEQUEÑO TROZO DE JABÓN”
Al parecer esta totemización o fetichización poética del jabón por Monsieur Ponge empieza en abril de 1942, refugiado él y su familia en Roanne, pequeña ciudad del centro de Francia, en plena guerra, en plenas restricciones de todo tipo, y el jabón, el verdadero jabón, en particular, les faltaba. Solo tenían malos sustitutos que no hacían ninguna espuma, ningún poema burbujeante.
El jabón tiene mucho que decir. Y lo dice con locuacidad espumeante y entusiasmo. Cuando ha acabado de decirlo ya no existe. No hay nada en la naturaleza parecido al jabón, al poema. ¡Qué magnifica forma de vivir nos enseña el jabón! O el poema.