Paranaländer se sumerge en los poemas juveniles de Richard Brautigan (1935-1984), cuando aún vivía en un pueblito de Oregón y rumiaba huir a San Francisco (y ni pensaba que se suicidaría en Bolinas, California), y volverse rico y famoso rodeado de mujeres que amaban su poesía.
Por: Paranaländer.
Richard Brautigan murió en 1984. En 1954 abandonó sus estudios, cuando aún no tenía 20 años, y decidió mudarse a San Francisco para convertirse en escritor. Allí conoció a grandes nombres de la poesía como McClure, Ferlinghetti y Philip Whalen, quien era originario de Oregón. Debido a la falta de dinero regresó a Eugene, su pueblito del Nord-Oeste americano, donde pasó toda su adolescencia. Fue en el instituto de la ciudad donde escribió sus primeros poemas. Brautigan era muy cercano a la familia Webster entonces: Pete era su mejor amigo y uno de sus pocos lectores, Linda fue su primer coqueteo y Edna, su madre, lo cuidaba como si fuera su propio hijo. En noviembre de 1955, el joven poeta dona sus manuscritos a Edna Webster, a la que declara: «Cuando sea rico y famoso, esto será tu seguridad social». Edna Webster esperó hasta 1992 antes de vender los manuscritos a un editor. Los poemas y cuentos que constituyen esta “colección de colecciones” no son los primeros escritos de Brautigan. En ese momento ya había sido publicado varias veces, en la revista de su escuela secundaria y en la Sunday Oregonian. Pasa la mayor parte de su tiempo leyendo, especialmente a Emily Dickinson y William Carlos Williams, y escribiendo, como lo testificaron su hermana Barbara y su amigo Pete Webster. Su madre perdió interés en él y, en 1952, cuando eligió llevar el nombre de su padre, Brautigan, a quien solo había conocido dos veces en su vida, en lugar del de su padrastro, Porterfield, con quien su madre se casó por segunda vez, muestra bastante en qué estado de soledad emocional se encontraba.
La anciana Edna Webster vendió (a la Biblioteca Bancroft en Berkeley, sumándose así a los manuscritos de los últimos años de Brautigan, que habían sido adquiridos en 1987) los manuscritos y fotos inéditas de Brautigan de los años 50, su diploma de bachillerato, sus cartas a Edna y su hija. Los manuscritos inéditos incluyen textos que se encuentran entre sus mejores obras, todo lo que Brautigan le había dado a los veintiún años. Al mismo tiempo, le había cedido los derechos; tenía un documento firmado por Brautigan para probarlo.
La obra de Richard Brautigan fue muy popular, entre 1967 y 1977 se imprimieron y reimprimieron sus poemas y novelas, y “La Pesca de Truchas en América” alcanzó más de tres millones de copias vendidas. Durante la década de 1990, nueve de sus trece libros fueron reeditados. El humor devastador de Richard Brautigan, el tono poco convencional y la tranquila ironía, todo transmitido por un uso claro y preciso del lenguaje, le han permitido llegar a generaciones y generaciones de lectores.
A menudo, sus poemas estaban destinados a atraer novias. Esta estrategia es una constante. Brautigan escribió muchos de sus poemas porque, como señaló una ex novia, “Richard siempre estaba a la caza. (Kenneth Rexroth escribió que la poesía sirve noblemente para facilitar nuestro paso dentro y fuera del amor, y que quien escribe poesía por otras razones está fuera de lugar).
Querida vieja mamá
Mi madre
era un sagrado
polluelo.
Sí.
Dios bendiga
su alma
que imitó
a la perfección
a un topo.
Su ira contra su madre y contra su pasividad se manifiesta aquí, tanto como se reprime su furia contra su padre. Había conocido a su padre biológico dos veces, una en la peluquería y la otra en una habitación de hotel, y cada vez su padre le dio dinero para ir al cine. Se refería en términos generales a la dureza de su infancia: mudarse de un hogar de acogida a otro, acompañado de padrastros que acababan de pasar. También al maltrato de parte de su madre.
En «poema 4: poema de amor» escribe:
Dormir
con ella
es como
dormir
con una escoba
de bruja.
La mujer como enemiga, la mujer como hechicera convertida en malvada, son los constantes lamentos de su poesía en la que la bruja es figura dominante. La calidad epigramática de su verso tiene varias fuentes, en primer lugar, “La Antología griega”, de la cual poseía una copia de cinco volúmenes. Se deleitó con su sencillez y poder emocional, como en este poema de Leoncio: «Toca, corta, esos labios que ofrecen miel, deléitate mientras aún hay tiempo». No es la envidia, es el deseo de que tu suerte sea mía».
Sobre su encierro en un hospital psiquiátrico durante unos meses, su biógrafo, William Hjortsberg, cuenta que Richard hizo leer sus poemas a su novia, quien los criticó. Quedó tan molesto que fue a la estación de policía más cercana y le pidió a un policía que lo detuviera. Ante su negativa, ya que no había hecho nada ilegal, Brautigan rompió con una piedra un espejo de la comisaría, lo que le valió su estancia en una institución.
La muerte del tiempo
Un día
el Tiempo
morirá,
y
el Amor
lo enterrará.
Fuente: “Por qué los poetas desconocidos permanecen desconocidos”, Richard Brautigan, 2003, edición francesa