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viernes, mayo 3, 2024

La falacia de William Morris

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Paranaländer desenmascara dos candorosas falacias de la novela utópica científica decimonónica inglesa: de que produce ciudadanos más bellos, primero, una sociedad comunista, y, segundo, una unión auténticamente amorosa y no meramente mercantil.

 

Por: Paranaländer.

 

“- ¿Qué? ¿Estamos aún civilizados? En cuanto a nuestro aspecto, la sangre inglesa y danesa, que aquí predominan, no producían mucha belleza, más ahora parece que mejoramos. Conozco una persona que tiene una gran colección de retratos grabados de fotografías del siglo diecinueve y no hay comparación entre aquellos rostros y los de ahora. A algunos no les parece quimérica una conexión directa entre el crecimiento de la belleza y el crecimiento de la libertad. Creen también que el hijo nacido del amor fuerte y natural de un hombre y de una mujer, aunque sea efímero, produce seres de mayor belleza física que el matrimonio comercialmente respetable o que el de dos pobres esclavos víctimas del sistema mercantil. Dicen que el placer engendra placer. ¿Qué os parece?”.

Hemos detectado una doble falacia en la novela “Noticias de ninguna parte” (1890 original, versión española de Capitán Swing, Madrid 2011) del escritor, reformista social, diseñador y artista inglés William Morris (1834-1896).

“Utopía científica” (Edward Palmer Thompson en el prólogo) que había aparecido por entregas en la revista Commonweal, es decir, un entretejido de realidad e idealidad resultado de sus interminables discusiones y polémicas con fabianos y anarquistas y no una mera ensoñación comunista como “Looking Backward” de Bellamy: novela del socialismo burocrático calificada por Morrris como “paraíso cockney”. Uno de sus maestros, John Keats, había incurrido también en el género utópico con “La víspera de Santa Inés” (1820), donde la brillante ilusión se hace más punzante por contraste con la tormentosa y descolorida realidad que le rodea. El modelo en realidad de la novela de Morris habría que buscarlo en “Erewhon” (1872) de Samuel Butler (primera edición anónima), deuda sobre todo que queda clara en el capítulo noveno (Del amor), donde considera -como hemos citado ut supra- una mejora en el encanto y la belleza de la gente en una sociedad comunista.

Falacia y mito esto de que una sociedad comunista será más bella y encantadora que una sociedad no comunista, ergo, capitalista. No solo porque nadie ha fijado un patrón único de belleza y, menos, de libertad, y la verdad no sabríamos quien podría arrogarse el cargo de juez imparcial para dirimir temas tan bizantinos. En síntesis, de científico nada.

La segunda falacia, más modesta y arbitraria aún, de que un amor natural produce hijos más bellos que un amor o unión matrimonial meramente contractual y tribunalicio, ya bordea los límites de la superstición y el fideísmo denunciado por Meillassoux.

Sin embargo, la neolukácsiana inglesa Rosemary Jackson, en un texto sobre sobre el relato -publicado en Oxford and Cambridge Magazine- de Morris llamado “Lindenborg pool” (1856), considera a nuestro utopista comunista como portavoz de los miedos de la era victoriana. ” Morris construye y luego destruye un ámbito paraxial, donde reina la transgresión. Ante el miedo de perder lo que se llama el yo, el narrador vuelve volando a su vida victoriana de “deber”, plegaría, penitencia, quietud”. Recordemos que esta novela de utopía científica lleva el significativo título de “Una era de reposo”.

 

 

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