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jueves, mayo 2, 2024

Livio, crítico del arte paraguayo

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Paranaländer disfruta del Livio Abramo (1903-1989) crítico -presentador y difusor del arte y artistas paraguayos por más de 30 años de vida en nuestro país como funcionario del Centro de Estudios Brasileros.

 

Por: Paranaländer.

 

“Arte y artistas de Brasil y Paraguay” (El lector, 1999), Livio Abramo, edición Miguel Ángel Fernández.

El editor recopiló textos que Livio Abramo escribió especialmente para catálogos de exposición que se realizaron en el Centro de Estudios Brasileros, donde fungía como encargado del sector de artes plásticas y visuales desde 1962.  Forman parte del fondo de impresos de la viuda del artista, Dora Guimarães. Están escritos originalmente en castellano y muchos giros portugueses, sin embargo, y como es lógico, asoman en ellos.

Voy a resaltar del libro de 216 pp., 4 textos de presentación del arte y artistas paraguayos, por motivos ya muy personales de gusto, ya por la trascendencia que adquieren para el mundo del arte hoy día ciertas ideas que direccionan estos escritos. Ellos son “La fe y la flor. Arte de las Misiones Jesuíticas”, “Artesanías Indígenas del Paraguay”, “La Guerra del Chaco en los Dibujos. Documentos de Roberto Holden Jara” y “Míguela Vera. Xilograbados”.

“Artesanías Indígenas del Paraguay” (diciembre de 1980, del martes 9 al sábado 13), de plena era estronista, como los otros 3, es fantástico. Continuación de una primera muestra indígena realizada en agosto de 1978. Imaginarse nomás que en la actualidad hay ñembo historias alternativas del arte latinoamericano que inician su recorrido histórico con la ¡pintura de caballete del siglo XIX! Tal ridiculez extrema aquí queda guillotinada, con una prioridad sorprendente, pues Livio declara que la artesanía indígena de las etnias del Paraguay tiene tout court la calidad (“desde un punto de vista técnico y estético”) de lo que se denomina comúnmente arte. Despojándola de ese touch denigratorio de ser mero artículo folclórico y turístico. Haciéndola pasar de lo típico al estado artístico en un santiamén cuántico. Y no solo se queda en esta primera afirmación pionera. Hay más. Afirma que la artesanía indígena del Paraguay no es solo susceptible de una existencia museística, también la propone como arte vivo que puede ambientar el quehacer del hombre. “Tesoro de la capacidad creadora del hombre que habitó primero y sigue viviendo en esta tierra paraguaya”. Toda la exposición contó con guías indígenas que proporcionaron al público informaciones sobre el significado de los elementos decorativos. Los materiales expuestos tienen procedencia nivaclé, chamakoko, guarayo, toba, manjui, mbya y mak’á. El producto de la venta fue a las arcas de la Asociación de Parcialidades Indígenas (API).

El siguiente texto, “La fe y la flor. Arte de las Misiones Jesuíticas” (setiembre de 1977), es sobre la campaña de valorización pública del patrimonio del arte misionero jesuita –“flor de extraordinaria pureza mística y alto valor estético”-, iniciado ya en los 60 (VI Bienal de Sao Paulo, 1961, organizado por Ramiro Domínguez y Livio, entonces enviado especial del MAM paulista). Aquí también es descollante la anticipación teórica y critica de catapultar al arte de las misiones hasta su encumbramiento artístico. Merece destacarse que, para Abramo, se lo puede clasificar en 4 clases: barroco-misionero, barroco-indio, misionero-guarani y barroca-popular.  El fenómeno del arte universal que fue el arte misionero para Livio llega hasta la imaginería popular de los santeros contemporáneos.

“La Guerra del Chaco en los Dibujos. Documentos de Roberto Holden Jara” (junio 181), es el tercer texto que me ha impresionado. Trata sobre los diseños realizados por Holden Jara durante su adscripción como cartógrafo militar durante la Guerra del Chaco. “En verdad es sorprendente que un acervo tan importante -que abarca acontecimeinto trascendentes en el tiempo y en el espacio del pueblo paraguayo- haya quedado ignorado por el gran público nacional”. El valor documental es otra faceta que ennoblece a estos bocetos según el crítico brasilero. “Cada pequeño diseño es casi como una revelación, una inesperada visión que el artista fija incisivamente sobre el papel”.

Finalmente, el cuarto texto privilegiado aquí es “Miguela Vera. Xilograbados” (agosto 1984): La grabadora paraguaya que vivía en Argentina, en donde enseñaba arte en la ciudad de Santa Fe desde hace muchos años, no cesa de materializar sus reminiscencias de la tierra natal. Su leitmotiv es la reminiscencia, sentencia Abramo. Recuerdan sus grabados la época de oro del grabado alemán y noruego de principios del siglo XX. En los trabajos de la década de los años 60 y 70, Vera corta la madera en un estilo adusto y vigoroso muy próximo al expresionismo europeo. Habla presentemente Miguela Vera en blanco y negro en sus grabados.

Para terminar, quiero comentar cierta incoherencia en la elección de las ilustraciones del libro. Uno esperaría encontrar dibujos de Holden Jara, grabados de Vera, santos del barroco popular y crucifijos misioneros y piezas indígenas. No. En cambio, el editor, al parecer, prefirió ilustraciones del autor de los textos en su calidad de artista. Confusión típica que se basa en la chinoiserie de anteponer al autor y no a los textos.

 

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