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lunes, abril 29, 2024

Kanese o el virus que escupe la lengua

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Paranaländer aprovecha un cover de Kanese para extraer la quintaesencia de sus ideas poéticas o no-poéticas: suerte de virus que mora en la propia lengua, un “mal” interno, que autocorrige la corriente de su propia fuente.

 

Por: Paranaländer.

 

En el día del casorio del Dr. Kanese

 

“No xe trata de escribir mal. Isso kuaskier pode. No xe trata de exkriwir feio. Tanveim isso poëde kase kuasi-kier. Nu se trotta de krivir lindu. Esso xí-ki pode quasquier goludo-pelurdu. Xi trutta de no-kriwi-wir (luogo non echisto). De kribir para non dechir ke (no) kribimos por ekriwir:::xôlo para romper as voylas: xôlo para meterlas, para xakarlas, para non meter-Kê?; para non xakar numka. Orror a las entelekias. Clarísimo como agua-è-yubia”.

 

En principio, la poesía de Jorge Kanese (Tuyucuá, 1947) parecería pertenecer al puro formalismo, o a la desintegración de la lengua cual hongo de vaka-rekaka en la boca fofa de Lord Chandos, o, tentando otra posible clasificación, la agramaticalidad de la poesía experimental en la línea de Queneau, Luca o Leminski. O, rendido ya, a la más rotunda y descarada asemia…

Un intento de explicación plausible y no tan cliché, la encontré en la versión del poema de Ortiz Guerrero, “Endoso lírico”, realizado por su traductor al portugués, Adalberto Müller. Para empezar, diría que Manú como poeta en español es muy chúlina y hoy claramente suena alharaquiento. En cambio, su poesía en guaraní o yopará es fresca y auténtica. Merece aún nuestra admiración y devoción. Pero nos viene al pelo para ver cómo funciona la máquina de guerra de la poesía kanesiana. Su trabajo de zapa sobre la lírica apergaminada. Cómo va “endosando” y rehaciendo versos de la tradición más cursi y cheta. Deformando, distorsionando, triturando sus fonemas y sílabas y letras en pos de una reacomodación y reconciliación final inalcanzable. La poesía como kaos, lapsus linguae, lapsus cálami, dislexia, metátesis, chiste, diglosia…La poesía como ese espacio o topos donde nada es seguro, que siempre espera la colisión de un meteorito o cometa. No el mito del virus borroughsiano que va carcomiendo con su caries alienígena la muela de la lengua. La poesía no procede de una invasión exterior (esta idea es luterana, como la Gracia que también proceda de afuera y es totalmente arbitraria). Es, digamos, para entendernos, un “mal” intrínseco de la lengua. Su enfermedad autoinmune.

La poesía microbiológica de Kanese es un virus innato que brota de las profundidades de la propia lengua. Es quizá una lengua mística o mistérica, babélica, satánica, ceremonial, un abalorio de palabras o fonemas cosidas con la saliva primigenia.

Su cocoliche ruso o no lengua kanesiana no es un deliro meramente lúdico o formalista-decadente. Es el arte abstracto que el microscopio de laboratorio nos revela como constitutivo de la sangre lingüística.  La lengua como poesía es la sangre que fluye por las venas de nuestra vida social. Attenti, Kanese no es un anarquista que bomba en mano se pone a destruir la sintaxis. Al revés, deja libre curso al chorro lingüístico, a su grumo de fonemas.

Que Manú haya rechazado la plata de Anselmita (la mujer más bella del Paraguay en 1913, mismo año que Mangoré empieza a grabar discos con Odeón), es como rechazar la boca y la lengua de la musa. Un poeta que comete tal felonía, decir no a la lengua, merece nuestra inmediata y final kanexixazión.

 

Ni todo en este mundo es mercanxía,

Ni tawpoco o diñeyro é o brazawn

Pulido con la cera de la cortexía

Para la ufanía de la retidawn.

Sovre la torre de minha bixarría,

Sin manchas, flora o líriko pendawn:

Emvriagado de azul, ew faxo a poexía,

No sow barawn, mas honrado é meu pawn.

Debolbote el villete, a tí prexioso,

Por ruvrica de inxolbente, o endoxo:

Sumétalo a la ley de la konbersawn.

Que a pesar de juzgarmes indiogente,

Llebo un oro de Potosí bibiente

Que pesa komo o mundo: o corazawn.

 

Una transfusión JorxeKanesiana de “Endoso lírico” (1928) de Manuel Ortiz Guerrero, que aparece en la novela (inédita) Gambito, de Adalberto Müller, ambientada en Pedro Juan Caballero en los años 1960.

 

 

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