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domingo, noviembre 24, 2024

Lilian Sosa o la eroto-ciencia infusa

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Paranaländer hace escala en la eroto-ciencia infusa de Lilian Sosa, poesía guaraní que nos revela toda la alquimia de la creación del amante y del poeta.

 

Por: Paranaländer.

 

Tupã miri, que se publicó hace casi 30 años en la revista El augur (n° 4-5), puede ser leído tanto como la creación o reanimación del hombre (una suerte de poesía como eroto-ciencia infusa) como la génesis del poema en la concepción estética de Lilian Sosa. El hombre es reanimado o creado con la simple mirada, “Amañarõ nde retére”, la mirada que muchas veces está asociada a la destrucción aquí es fecundante, diría afrodisíaca. Esa gran fuerza que se yergue como hombre o poema, “oñembo’y mbarete puku”, es el pequeño dios o tupã miri, cuyo diminutivo nos indica que en primera instancia esa relación creador-ente creado es puramente maternal-filial. Ese ser nuevo es codiciado e inmediatamente mezquinado por su demiurgo, amante-poeta. El deseo erótico propiamente dicho surge en el tercer párrafo del poema: cuando se asume el estremecimiento de tender hacia ese cuerpo de piel encendida, “nde pire rendy”, definición casi paĩ del poema ya nacido. También comprendemos que el hombre, como amado, surge y renace en cada nueva mira-fecundante, como el poema mismo, que es da capo rescrito eternamente, “roikuaa ñepyru/ jevy haguã”. El amante surge en cada mirada de deseo de la amada, su creadora sempiterna. El poema está erotizado en cada nueva escritura, es infundida por la inspiración o la theis moira cada vez. El cuerpo del poema es ese fuego que esconden o del cual participan los árboles en potencia. Crear el poema o el amante es despertar nuevamente ese fuego, repetir el ciclo eterno, cada tanto en un eterno retorno que no se vislumbra tenga fin. Este itinerario posfasado, pues pasa por varias fases, creadora, materna, erótica, funeraria, termina en cada ciclo concluido intuyendo sus cenizas, “ára omokañyvo ikusungue”. Ciclo de nacimiento y muerte, del cuerpo del poema y del amante, ese dios’i que es el centro del poeta y de la mujer, dos formas de la fecundidad eternas.

 

Tupã miri

Amañarõ nde retére

oñembo’y mbarete puku

che renondépe

retyma jepe’a

opívo vera.

Ha ha’e che chupe:

ava taete piko péva

térã tupã miri

rekove py’ahu

chemba’erã.

Che pirĩmba roipotágui

ha aikatuyre ajoko

che po oheka

nde pire rendy

roikuaa ñepyru

jevy haguã.

Ahayhuete pe nde rete

yvyra rata

kurupay moñepyrũhare

ojepotareiva ha iku’ipáva

ajepovyvyvo hese.

Chemba’ente tamora’e

nde rete potãite

ha roguereko

roguerekohaicha

ha remongaruvo

pirĩ chepype,

che rekove ne

ñandu imba’e

ára omokañyvo

ikusugue.

 

 

 

 

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