Paranaländer descarga de archive.org las obras de la escritora, editora, violinista, profesora y activista, Zitkala-Ša (1876-1938), nacida en una reserva yankton (sioux).
Zitkala-Ša, seudónimo literario de Gertrude Bonnin, nació en la Reserva de Indios Yankton de Dakota del Sur en 1876, año de la batalla de Little Bighorn, enfrentamiento armado entre las tribus lakota, cheyenne y arapajó contra el Ejército de los Estados Unidos que resultó en una victoria de la coalición india liderada por míticos jefes tribales como Caballo Loco y Jefe Gall.
Las consecuencias de este episodio fueron las violaciones sistemáticas por parte del gobierno estadounidense al Tratado de Laramie de 1868 por el que este iba a devolver las propiedades arrebatadas a los sioux. Tras descubrir oro en ellas en 1873, estas tierras resultaron deseables de nuevo. Un año después de la batalla, casi todos los sioux se habían rendido.
Fue una época de cruel violencia para el pueblo nativo americano, que se vio mermado y sumamente empobrecido. Este periodo de agresión fue reemplazado a partir de la Ley de Dawes de 1887 por una política masiva de asimilación por la que los indios perdieron los derechos sobre sus tierras y el gobierno fundó internados que separaban a los niños y niñas indios de sus familias con el fin de educarlos de tal manera que toda su cultura tribal quedara borrada.
Desconocemos quién fue su padre, aunque sabemos que se trató de un hombre blanco. Su apellido es el del segundo marido de su madre y padre de su hermano David (Dawée en sus narrativas). Tras una infancia de libertad en la reserva, asistió a una escuela asimilacionista y luego a la universidad, para después enseñar durante un corto periodo.
Cuando su trabajo de maestra le hizo sentir cómplice de las políticas de gobierno para erradicar su cultura decidió convertirse en escritora y recuperar las leyendas y tradiciones de su pueblo. Fue entonces cuando adoptó el nombre de Zitkala-Ša, que en lakota significa Pájaro Rojo. En los cuentos que la autora recoge en “Viejas leyendas indias” (1901) muchas veces fábulas al tener como protagonistas a animales personificados, no solo se nos muestran las costumbres nativo americanas, sino también su modo de pensar, tan vinculado con la naturaleza que a veces es inseparable.
Así, Zitkala-Ša nos hace ver que los «rostros pálidos» no solo les despojaron de sus tierras y de su cultura, sino que también trataron de destruir su esencia, su espíritu, muchas veces con éxito.
Recordemos que las personas indias de Estados Unidos no obtuvieron la ciudadanía hasta 1924 y que aún hoy en día son tratadas como ciudadanas de segunda categoría. Compuso también la “Ópera de la Danza del Sol” junto al músico William Hanson, representada por primera vez en 1913 y que logró llegar a Broadway. El gobierno federal quiso prohibir el ritual de la Danza del Sol por considerarlo «bárbaro, salvaje y pagano». En realidad, lo que resultaba inadmisible es que dicho baile reuniese entre nueve y quince mil personas durante una semana.
Zitkala-Ša tuvo una crianza sioux, su educación en un internado católico, las oportunidades que como «nueva mujer» empezaba a tener en una época de emancipación feminista y su activismo nativo americano, que le llevó a cofundar y presidir en 1926 el Consejo Nacional de Indios Americanos (NCAI).
Tras su muerte en 1938, sus escritos dejaron de editarse y no volvieron a salir a la luz hasta la década de los setenta en Estados Unidos.
Muchas de las viejas leyendas tienen como protagonista al trickster Iktomi:
“Iktomi viste como un verdadero guerrero dakota. Lo cierto es que su maquillaje y sus pieles de ciervo son la mejor parte de él, si es que la vestimenta forma parte de lo que es un hombre o un espíritu”. “Dándose codazos a sí mismo de nuevo, el astuto Iktomi dijo: —Amigos míos, lo único que llevo en mi manta son unas canciones”.
“Dio la casualidad de que Iktomi el inmortal, completamente recuperado de sus quemaduras marrones, escuchó las conversaciones de la gente. Inmediatamente, un nuevo deseo inundó su ser: «Si tan solo tuviera la flecha mágica, podría matar al águila roja y lograr que una de las hijas del gran jefe fuera mi esposa», se dijo”.
Otra leyenda habla de cómo a través de la pluma de un águila roja una princesa india se casa:
“Maravillado, el poblado se había quedado atónito. Cuando el vengador arrancó una pluma roja del águila y se la colocó entre el cabello, todo el mundo estalló en vítores. Por todas partes bailaron y cantaron los hombres y las mujeres, celebrando una gran fiesta en honor del vengador. Así fue como este ganó a la bella princesa india, quien nunca se cansó de contar a sus hijos la historia de la gran águila roja”.
En sus relatos autobiográficos incluidos en “Historias del nativo americano” (1921), dice: “Era una niña salvaje de siete años. Llevaba un holgado vestido de ante y un par de ligeros mocasines en mis pies, era libre como el viento que removía mi pelo y tan vivaz como un ciervo saltarín. Esto era el orgullo de mi madre: mi salvaje libertad y mi alma rebosante. Me enseñó a no temer nada más que ser una molestia para los demás”.