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sábado, mayo 4, 2024

Romeo y Julieta guarani

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Paranaländer, husmeando en el Catálogo de la Biblioteca Solano López, se da de narices directamente con una variante de la leyenda del urutaú en plan Romeo y Julieta amerindio.

 

Por: Paranaländer

 

Al “Almanaque Sudamericano 1897” (Buenos Aires, 1897) llegué por intermedio de esa joya llamada “Catálogo de la Biblioteca Paraguaya Solano López” (Asunción, 1906, Talleres Nacionales de H. Kraus – Calle Villa Rica. Esq. 15 de Agosto), fuente bibliográfica de 996 páginas.

Entre las plumas que publicaban en el Almanaque está, por ejemplo, el más grande poeta argentino, el cordobés Leopoldo Lugones.

Contiene dos texto sobre Paraguay en sus 280 páginas.

Quiero detenerme en especial en el primer texto, firmado en Montevideo, acaso por un uruguayo,  de nombre Daniel Granada.

Ñeambiú leyenda guaranítica (Páginas 40-44), es una suerte de tragedia de amor desgraciado, a lo Romeo y Julieta (Shakespeare tropical o étnico).

Capuletos y Monteco aquí son sustituidos por guaraníes y tupíes.

Ñeambiú es hija de un cacique guarani, y su Romeo tupí se llama Cuimbaé.

También hay que añadir que la leyenda es una variante de la célebre leyenda de Urutaú,es  decir, de la mujer metamorfoseada por castigo divino en ese pájaro nocturno cuyos ayes tienen la particularidad de semejar grandemente la queja de una mujer, el urutaú,  pájaro lastimero y lúgubre posado siempre en uno árbole desnudos de ramas y hoja casi (aquí on sauces, a u vez metamorfosis de sus amigas de la tribu)

Aquí el castigo sería intentar una unión matrimonial con una raza enemiga.

No queda claro en la narración si ella, ganada por la tristeza, sigue voluntariamente a Caapóra hasta los bosques del Iguazú, cayendo abismada desde entonces en un profundo estado de insensibilidad y mudez. Vamos, en una muerte-viviente. O su tristeza convocó al duende del monte para secuestrarla.

No se profundiza nada en la psicología de Cuimbaé.

De Ñeambiú sabemos que es bella y sensible.

Su nombre alude, quizás, a alimento del alma.

Las amigas que van por ella hasta los montes de Iguazú, transgrediendo el tabú impuesto por Caapóra, su señor, nos hace pensar que ellas conforman una especie de corte o quizás alguna cofradía iniciática.

La mujer es una pieza fundamental en las alianzas matrimoniales entre los guaranies (los guaranies tienen una organización matrilineal en su relacionamiento) y se entiende en este caso la reticencia paterna de dejar ir a su hija con el miembro de una tribu guerrera enemiga.

Aparecen muchos términos en guaraní: los nombres de la pareja de amor no correspondido, el del duende selvícola, la toponimia de Iguazú, la aves ipecués (carpintero traduce con propiedad el narrador), Añangá, el genio del mal, Aguará-payé, el adivino, quien pronuncia el abréte sésamo que despierta de su sueño zombie a la Julieta guaraní para hundirse con una chispa eléctrica en la prisión eterna en figura de ave.

Metáfora del Paraguay pos-Guerra del 70 quizás sea esta leyenda de elaboración rioplatense.

 

 

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