Derian Passaglia rescata el aspecto vanguardista de la película «A los cirujanos se les va la mano», protagonizada por Olmedo y Porcel. La misma fue estrenada en 1980, en medio de la agonía de la dictadura argentina.
Cuando la dictadura militar argentina empezó a agonizar, en 1980, se estrenó la comedia A los cirujanos se les va la mano. Hasta fines de los años noventa y principios de los dos mil, todavía se la podía ver en canales de aire, un domingo de sobremesa con las migas del pan desparramadas sobre el mantel y el vaso de vino vacío de papá. A las dos o tres de la tarde, horario en que la pasaban en Canal 3, se suponía que era una película para toda la familia. “Películas de la dictadura”, me dijo papá cuando le conté lo que veía.
El gordo Porcel y el negro Olmedo interpretan a dos enfermeros que se hacen pasar por cirujanos, en una trama confusa, en la que terminan envueltos entre mafiosos locales, con sus sombreros y trajes, sus habanos y revólveres de juguete. Los mafiosos parecen salidos de un sketch de Chachachá. Nadie sabe cómo terminan envueltos en una trama policial, pero para el momento ya no importa. La trama es lo de menos en las grandes obras universales.
Susana Giménez y Moria Casan son dos doctoras nuevas en el hospital. Cuando Olmedo y Porcel las conocen se vuelven locos, porque piensan que las enfermeras son todas feas y estas dos son terribles bombas, las persiguen a todos lados, las quieren besar y abrazar, se mueren por llevárselas a la cama. Susana y Moria se hacen las ingenuas, las que no entienden dónde están paradas, y Olmedo y Porcel aprovechan… Cuando pasa una enfermera cualquiera, una extra, en medio del pasillo del hospital, alguno de ellos dos abre la mano y le da una palmadita en la cola. Esa escena, ¿fue improvisada o estaba en el guion?
La película está entera en Youtube, y para los parámetros éticos y estéticos de hoy resulta inmirable hasta la cancelación, pero se puede ver como una obra provocativa cuarenta años después de su estreno, como un registro antropológico del cambio de las conciencias a lo largo de los siglos: un producto que era considerado de entretenimiento hasta hace veinte años se convierte en una obra desafiante para cualquier espectador promedio.
A los cirujanos se les va la mano, es cierto, se le puede reprochar su moralidad dudosa y su visión del sexo femenino como simple objeto. En su contexto de aparición, la película de Olmedo y Porcel era funcional a los intereses de la dictadura, pero hoy su significado político cambió, y puede verse también como una película vanguardista que extrema las posibilidades de representación moral mediante la incomodidad.