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jueves, mayo 2, 2024

A la sombra de las muchachas en flor- la vida como una novela

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«En el tomo II de En busca del tiempo perdido, A la sombra de las muchachas en flor, Proust ya no trata de escribir una telenovela, sino que cobra una conciencia de la realidad distinta, en la que la literatura deja de ser cada vez más un medio». Por: Derian Passaglia

De alguna forma Proust se despoja, se aleja de las palabras y el estilo y se acerca a la vida. La memoria se transforma y pasa de recurso literario a experiencia y reflexión.

Proust se enamora de Gilberte, una chica de familia bien que no le da ni la hora. Gilberte y Proust son amigos, y lo peor de todo es que los padres de ella lo quieren y no ven mal que el joven Marcel sea su yerno amoroso y delicado. Proust no se anima a declararse, y cuando después de cien o doscientas páginas le dice todo lo que siente, ella lo rechaza… En la segunda parte de la novela viaja a la playa, a Balbec, y como en una película de Eric Rohmer, conoce a otra chica, Albertine, y se vuelve a enamorar. Proust no se da por vencido con las chicas.

Si en el primer tomo cuenta la historia de amor de Swann, acá el protagonista es el propio narrador. Ese cambio de perspectiva cambia también la forma de ver las cosas. La vida del narrador Proust, del personaje Proust, se vuelve una novela, y el que cobra conciencia de ese hecho es el escritor Proust. En Balbec, al darse cuenta de que se estaba enamorando de Albertine, el narrador escribe que está eligiendo a alguien para contar la novela de su vida. Pero ¿cómo es una novela? Proust, ahora el escritor, obliga al lector a preguntarse por la forma novela, por sus características, su relación con la vida y la imaginación.

Pareciera que Proust no hubiera vivido lo que cuenta, sino que todo hubiera pasado más bien en un plano mental, en el desarrollo de una conciencia, como si la realidad pasara por fuera de la escritura. En ese afuera, en esa realidad, el mundo es exclusivamente social, una cuestión que solo tiene que ver con la clase, y una clase en particular. Las amistades, personajes que desfilan por A la sombra…, tienen mucha plata y poca cultura, y aunque no lo viva como una contradicción, para el narrador no solo es una contradicción sino también, y mucho peor, una falta de gusto.

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