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lunes, mayo 13, 2024

El hiperficción del principio de irrealidad. Segunda Parte.

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César Zapata prosigue su relectura de «El principio de irrealidad», libro de su autoría, publicado en 2019.

El principio de irrealidad.

La primera parte de este ensayo terminó con una afirmación dual,  respecto de la realidad en sí misma. Pues bien, en lo que sigue interrogaremos acerca de dicha afirmación, aunque no sin practicar algo de cirugía, al libro que estamos descuartizando: El principio de irrealidad.

“Las cosas reales no existen independientemente de un Sí mismo que las capte como presencias”.

“Uno de los méritos que debemos reconocer a Meillassoux, es haber puesto nuevamente en el tapete un problema cuyas consecuencias son de una magnitud que podrían catalogarse como preocupantes, pues recaen directamente sobre aquello que solemos entender por realidad”

Nos referimos al problema que se nos presenta cuando pensamos el concepto mismo de realidad, dicho de una manera sencilla, este problema consiste en constatar que es imposible afirmar que la realidad es algo distinto, independiente de quien la observa. Es decir, no se puede admitir que la realidad “es” y que lo sea, como un ser aparte, un ser en sí, desvinculado de una consciencia que lo capte y le otorgue sentido, y esto, porque todo lo que nosotros nombramos e identificamos como real, como aparte de nosotros, pasa necesariamente por el acto de ser entendido por nosotros, comprendido como un “otro” dentro de nuestro propio pensamiento. Nada puedo decir, si es que no lo nombro antes y nada puedo nombrar si es que no lo pienso antes. Todo está mediado por el pensamiento, que obtiene sus datos de los sentidos, que no son otra cosa que una suerte de canales sensibles íntimamente ligados con el pensamiento, pues desde el momento en que el oído escucha, el pensamiento codifica el ruido, otorgándole significado, palabra, logos, convirtiéndolo en sonido. Aún más exactamente ya el ruido mismo ingresa codificado para ser recodificado como sonido, peor aún, es probable que el ruido ni siquiera ingrese desde un afuera.

Hace poco más de dos mil años, Platón, el divino Platón, se equivocó (mientras Protágoras asumía este problema de manera más suspicaz). El humano que fue liberado del cepo y se pudo dar cuenta que junto con los demás vivía en un mundo de sombras proyectadas sobre la pared de una caverna, nunca fue liberado en el mundo real, pues es imposible salir de la caverna, nunca se puede abandonar la apariencia, aquello que aparece como verdadero o como real para Platón es otra apariencia.

Nietzsche, más de dos mil años después, asumió que no existen los hechos reales, reales en tanto pueda obtenerse de ellos una verdad única “realmente” verdadera y disolvió los hechos tras la dinamita de las máscaras; no existen hechos solo interpretaciones.

Y poco menos de 200 años antes que Nietzsche, la filosofía moderna discutía vehementemente y con un fino bisturí ontoepistémico acerca de si lo que percibimos es realmente independiente o si lo percibido es en realidad una creación del intelecto, claro está que en esos tiempos Dios no había muerto, por tanto los resabios escolásticos ofrecían soluciones absolutas, como Dios, o la Voluntad, o el Espíritu Absoluto o la Cosa en Sí para sujetar la solvencia de la realidad.

Luego, ¿es posible negar que existe una realidad aparte de nosotros?

Parece una empresa sin sentido, pues hay muchos juicios que podemos decir, y que probablemente, casi todos los humanos estaríamos de acuerdo en que son “reales”.

Sin embargo, parece indudable que el estatus de la realidad (su manera de ser) implica estar ligada a un ser vivo que la perciba.

A continuación invitamos a la mega ficción, el principio de irrealidad, a pasar al escenario:

El principio de irrealidad, es una manera (hay muchas otras) de decir que la realidad y con ellos todas las presencias que la componen existen en relación a un organismo vivo, por lo tanto al quedar la realidad enclaustrada en una relación (correlación diría Meillassoux) depende de algo que no es ella. La realidad depende de un componente que es ajeno a ella misma, es decir depende de un principio de irrealidad.

Empero, si pensamos que los seres vivientes son aquellos que a través de su consciencia completan la realidad, no como algo ajenos a ella, sino como “reales” entonces, el principio de irrealidad, solo es una ficción para delimitar fronteras, ejes de ingresos y salidas, separaciones e uniones que finalmente constituyen la danza de la realidad.

“Pero, si la realidad depende del sujeto que la percibe. ¿Por qué lo real tiene un peso indiscutible? O, dicho de otra forma, por qué la realidad tiene una presencia tan tajante, pensamos que hay una palabra clave, para considerar esta cuestión: acuerdo”.

“Vamos a suponer por un momento, que efectivamente todo aquello que consideramos como realidad, no existe como aparte, sino que es una convención intersubjetiva. Esto implica que en estricto rigor no sabemos si las vacas vuelan, sino que tenemos un acuerdo aplastante de que no vuelan, y por lo menos otro acuerdo implícito respecto lo que significa volar y de lo qué es una vaca. Dichos acuerdos están basados en la percepción de que la realidad se construye de manera dinámica en la relación entre intimidades. Ergo lo que entendemos por realidad es un acuerdo intersubjetivo”, un tejido de intersubjetividades.

“Pero los problemas siguen, pues si la realidad es completada por un sí mismo. ¿Quién es el sí mismo? ¿Es la consciencia humana? o ¿Todo tipo de ser vivo? Si es lo primero, toda la realidad es humana, si es lo segundo la realidad es completada por la relación entre todos los vivientes. Este camino es tan inestable, que fácilmente podemos llegar a la conclusión de que la realidad es creada por un solo individuo y que todos los demás somos sus creaciones, esto es la ventana para asomarse al concepto de un Dios creador o cualquier otro símil en la filosofía que sale a cazar absolutos.”

“Creemos que la realidad es un espacio tiempo generado por la intersubjetividad entre los sí mismos, los seres vivos, la realidad es una extensión de los seres vivos y su solidez inenmendable está edificada sobre un criterio flotante de intersubjetividad.”

“Pero, ¿es suficiente la intersubjetividad para dar cuenta de la inenmedabilidad de la realidad?”

“No es suficiente, pues nos parece que existe otro mecanismo, este es la autopoiesis de lo creado, es decir: lo creado una vez creado adquiere una autoproducción en codependencia con el creador.”

Diremos que estos dos movimientos: la intersubjetividad y la autopoiesis, por ser movimientos que dinamizan la realidad  son parte del principio de irrealidad, pues queremos hacer presente con ello, que a partir de dichos movimientos lo real se constituye como tal.

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