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martes, noviembre 26, 2024

El infinito existencial del estar enamorado

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El filósofo César Zapata despide el año 2022 escribiendo sobre el amor.

La tesis que pretende hacer visible este ensayo (sui generis al máximo) es muy simple, no obstante los conceptos y las relaciones que lo componen son muy complejos y un tratamiento adecuado de ellos exigiría un extenso desarrollo, por lo tanto, aquí en este escrito trabajaremos con “asomos”.

La arquitectura de este ensayo es la siguiente:

  • El absoluto es una presencia que constantemente se objetiva en distintos aspectos de la vida
  • El concepto de absoluto, para efectos de este escrito, queda zonificado como aquello que trasciende el espacio-tiempo, y por ende la vida de cada criatura individual.
  • Uno de estos aspectos en que el absoluto se manifiesta es el estado que calificamos como “estar enamorados”.
  • Las formas que el absoluto adopta en la acción de amar se materializan, por lo menos en dos coordenadas semánticas y existenciales: para siempre e inolvidable.
  • Esta materialización es experimentada en la emocionalidad del enamorado como lo que podríamos llamar un infinito vital, un infinito curioso, pues está acotado a la duración de la vida, pero proyectado en el desconocido territorio de la muerte.
  • En esta construcción el amor se puede definir como una declaración de infinito, infinito vital o existencial, una especie de absoluto mortal, un híbrido.
  • El amor es entonces un arte como la escultura, pues cada enamorado modela su invitación al infinito de acuerdo a su emocionalidad.

Los ochenta se paseaban en el mundo, en Chile y en un Paraguay aún desconocido. Yo entraba al decenio como un niño, y me despediría de él como adolescente mayor de edad.

Era el tiempo de los equipos de música llamados modulares, tenían tres pisos: uno de radio am –  fm, otro para reproducir discos de vinilo y otro piso intermedio para tocar cassette, la mayoría tenían doble cassette. Máquinas emparentadas con los muebles, de hecho acompañadas de otro mueble diseñado especialmente para insertarse en la casa familiar con tecnológica anatomía de consumo. No era poco común que las puertas de las casas estuvieran abiertas para exhibir el equipo musical, su poderío sonoro y, por supuesto, su estatus social de adquisición.

La rutina de mi hogar era un lujo, ahora que lo pienso, me despertaban a las 09 30 con desayuno a la cama, en mi ciudad natal, el corazón del desierto más árido del mundo, hacía frío en las mañanas y yo iba a mi gloriosa escuela pública en la jornada tarde. Antes mi madre prendía una radio portátil de mediano tamaño, aún no teníamos equipo modular, y escuchábamos Radio Calama o Radio el Loa, un buen locutor mañanero y canciones, canciones de amor, sobredosis de balada romántica. Y así, con lentitud, a cada paso, inadvertidamente, desde la tranquilidad de lo cotidiano, la tibieza del hogar, la inocencia de las baladas románticas, la locuacidad de los conductores radiales, mi crujiente pan tostado con mantequilla y la eventual belleza de la melodías se fue configurando mi imaginario acerca de lo que, mas o menos, significaba estar enamorado.

Mi mente infanto juvenil se fue poblando con expresiones tales como: nuestro amor es para siempre, sin ti ya no puedo vivir, jamás podré olvidarte, y sus infinitas transfiguraciones de balada pop, hasta poemas hermosos de contenidos similares. Comencé a entender que estar enamorado era algo épico, lejos la aventura mas importante de la vida, pues es ahí donde nosotros animalitos azules y efímeros, embriagados con el licor del deseo desafiamos al tiempo y de nuestra boca  corazón estómago consciencia sale una intención de eternidad: mi amor es para siempre, incluso si mi amor se malogra: nunca te olvidaré.  Al igual que en las matemáticas, en el amor también existe un espía del infinito[1], pero en este caso no se oculta por el contrario se declara a cada momento. Cada instante del amor se autoproclama eterno, pues, sí es amor verdadero es inolvidable.

Intentar definir las incontables emociones y sentimientos que tiene el amor no me parece un camino razonable para este ensayo, en cambio creo que se puede especular que el sistema complejo de afecciones que nos sucede bajo la etiqueta semántica o la condición existencial de “estar enamorados” es, en su conjunto, un intento de permanencia, que opera en un doble sentido. Declara permanencia en la duración absoluta del proceso: para siempre, y declara un anclaje permanente en cada parte que compone dicho proceso, pues cada momento es inolvidable.

Lo nuestro es para siempre y cada momento será inolvidable. Son las premisas que podrían resumir el 90% de las baladas románticas, que escuchaba en la radio ochentera, mientras consumía mi desayuno en la cama. Hay que recalcar algo, no importa que la relación no funcione, ese es un detalle mínimo y acaso humano demasiado humano, lo que importa es el infinito que nos regala el amor, el elixir de absoluto vital con el que nos narcotiza el estar enamorados, la intravenosa dosis de sentido instintivo, la pulsión que no pregunta, que no filosofa a través de argumentos, sino que simplemente brota como la mala yerba.

El amor era una declaración de infinito en la construcción orquestada por la cultura ochentera que me tocó respirar, y ahora pensando en dicha declaración, me queda más claro que el amor o, más bien el estar enamorado, se constituye como un arte, pues cada enamorado figura su creación con la materia del absoluto, de su “para siempre”, su infinito vital y hasta el más bruto teje una composición emocional  para su amor, si no es con poemas, es con celos, engaños, pasiones, frustraciones, canciones, resignación,  creaciones varias, puestas en escenas, en fin, cada quien ama como puede. Y si del amor se trata, parece que el ser humano no ahorra ninguna emoción.

Pregunta

¿Es posible concebir el amor de otra manera, sin su promesa de infinito vital?

Me da la impresión que es perfectamente posible, incluso necesario, es mas, ya está sucediendo,  pues esta manera  tan épica de experimentar el amor, ha arrastrado una importante dosis de toxina , pero, en ese evento, creo que es pertinente examinar la posibilidad de resignificar el infinito existencial, antes que objetarlo, y esto porque creo que no es un componente mas, sino parte de un soporte estructural. La posmodernidad, desde mi querido Friedrich[2] en adelante, ha pretendido fusilar a los absolutos, suprimirlos, desecharlos. Hoy, ese intento de asesinato no es necesario, antes de castrar la posibilidad misma de los absolutos, es mejor volver a pensarlos con todo lo ganado en el proceso de deconstrucción posmoderno.

Referencias

[1] Véase un ensayo anterior, en donde se alude a infinito virtual de las matemáticas. https://eltrueno.com.py/2022/11/23/dios-no-tiene-potencia-parte-2/

[2] Nietzsche; Friedrich. 1844 -1900

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