Derian Passaglia prosigue sus anotaciones sobre el libro ¿Qué es la literatura? de Jean-Paul Sartre.
Jueves, 24/11 18:25
No se entiende si la espiral mística de Sastre, en este tramo final del libro, es ascendente o descendente, y no se entiende tampoco si se lo comió ya el personaje, si escenifica una teatralidad demasiado obvia, o si de verdad cree en todo lo que dice.
Igual funciona, porque su tono es el de una recapitulación de cosas pasadas y perdidas, como si los ideales que hubiera tenido su generación, el grupo de escritores que conformaba su generación, se hubieran roto en mil pedazos como astillas en el aire.
“Pero nosotros, si nos dedicábamos a meditar sobre nuestros escritos futuros, nos persuadíamos de que ningún arte sería verdaderamente nuestro si no reseñaba el acontecimiento con su brutal lozanía, su ambigüedad, su carácter imprevisible; si no daba al tiempo su curso, al mundo su opacidad amenazadora y suntuosa, al hombre su larga paciencia; no queríamos deleitar a nuestro público con su superioridad sobre un mundo muerto y queríamos agarrarlo por el cuello: que cada personaje sea una trampa, que el lector quede atrapado en ella, que sea lanzado de una conciencia a otra como de un universo absoluto e irremediable a otro universo igualmente absoluto, que se muestre incierto con sus inquietudes, que sea desbordado por su presente, que se doble bajo el peso de su porvenir, que quede cercado por sus percepciones y sus sentimientos como por altos farallones inaccesibles, que sienta, por último, que cada uno de sus estados de ánimo y cada movimiento de su espíritu encierran la humanidad entera, están, en el tiempo y el lugar respectivos, en el seno de la historia y son, a pesar del escamoteo perpetuo del presente por el porvenir, un descenso sin apelación hacia el Mal o una ascensión hacia el Bien que ningún futuro podrá impugnar.”
La capacidad argumentativa y la potencia de la escritura de Satre: escribe una larga oración que parece un párrafo, una oración dificilísima a lo Faulkner o a lo Proust, con un tono profético que le da un aire trágico a lo que cuenta.