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viernes, noviembre 22, 2024

Hipnosis, programación neurolingüística y conductismo- Primera parte

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La palabra clave es sugestión, he aquí la llave maestra, que el hipnotizador debe usar para suplantar de manera intencionada la voluntad de otro. Por: César Zapata

¿Eres débil o inteligente?

La causa

En una oficina mediana con algo de ruido exterior, por suerte no mucho, comenzó la intervención. Ella quería ayuda, pues hacía algo que le incomodaba, a momentos le colapsaba: no podía dormir con la luz apagada, le daba miedo.  Durante cuatro sesiones en las cuales  alcanzamos trances desde lo mediano a lo profundo, logramos modificar la conducta de dormir con la luz prendida a la conducta de apagar la luz antes de dormir, como lo hace la mayoría de la gente autoproclamada normal.

Lo interesante es que nunca se habló de la causa de dicho temor, eso es algo que en la gran mayoría de los casos se puede omitir en una intervención con programación neurolingüística PNL.

Durante por lo menos dos años, continué  teniendo contacto con esta persona. Y después de 6 meses de realizada la intervención, le pregunté por última vez, si había regresado su miedo a la oscuridad. Mi pregunta coincidió, impertinentemente, con una etapa de alto stress laboral.

Me miró sorprendida y me dijo que eso se le había olvidado completamente, que ya no era un tema. En ese momento, pensé; a la pucha, ni siquiera debería haberle recordado. Acto seguido me doy cuenta de lo endeble que me parecía la terapia misma, y claro, jamás se intentó averiguar la causa y esto me rondaba en la cabeza como fantasma en pena, si no se ataca la causa, me decía mi sentido común, ésta probablemente emergerá en otra conducta.

Pero vamos por parte, en esos tiempos era imprescindible buscar otra fuente de ingreso, la vida de un docente era flotante, la vida de un trabajador asalariado es flotante, la plasticidad del neoliberalismo ha convertido la mayoría de la fuentes laborales en algo siniestro y en el Chile de principios de milenio lo único seguro era la inseguridad en el trabajo, entonces se me ocurrió estudiar un diplomado (practitioner) en programación neurolingüística, que en esos tiempos se exhibía como la vedette mas prometedora en términos de salida laboral.

En la primera clase, ya me sentía casi estafado, pero como tuve el descaro de pedirle el dinero a mis viejos que en paz descansen, había cancelado todo el año al contado, en fin, pensé, no me puedo ir en la primera clase, además este diplomado tiene el respaldo de una universidad reconocida en Santiago. A poco andar me di cuenta que no se trataba de aprender complejas teorías, como estaba acostumbrado en filosofía, sino que mas bien de algo práctico, y todo esto marcado desde su origen por un marketing de conceptos que hacían de enlace entre los humanos y las máquinas inventadas por humanos: la mente, más bien dicho la interioridad se puede programar tal y como sucede con las computadoras.

Pero, repito, yo venía de la filosofía, había cursado en la carrera unas cuatro cátedras de psicología y por sobretodo había estudiado algo de psicoanálisis, leí  (y sigo leyendo intermitente y asistemáticamente) algo de la obra de Sigmund Freud y Carl Jung[1].

El psicoanálisis (calificado con una insistencia neurótica de pseudociencia  por Karl Popper y Mario Bunge[2] y defendida con una bravura psicótica por sus cultores) era y es para mí un fascinante cuerpo teórico que aspira a explicar la interioridad del humano, y entre las otras muchas cosas que se pueden decir de él, me quedaba claro que se enamoró de la causa, del origen, del lugar dónde todo comienza  a anudarse en la cuerda del tiempo, el momento inaugural que marca todo lo que vendrá.

Pues bien, una de las herramientas que ayudó al joven Freud a comprender aquello que entendía como la causa de las somatizaciones extremas de la histeria, fue la hipnosis, que posteriormente abandona por considerarse un pésimo hipnotizador.

El secuestro de la voluntad.

El neurólogo y anatomopatólogo Jean–Martin Charcot[3], uno de los maestros de Freud durante su residencia en La Salpêtrière , fue uno de los médicos que sacó a la hipnosis del espectáculo callejero, para situarla en la clínica, no obstante para el médico francés la propia susceptibilidad a ser hipnotizado implica una “degeneración neurológica”.

Qué era lo interesante de la hipnosis en la primera mitad del siglo XX, muchas cosas, pero hay una realmente apasionante, bajo el estado hipnótico parece que nuestro yo consciente inhabilita temporalmente sus defensas y se abandona de casi toda racionalidad y represiones sociales, una regresión a una suerte de niño adulto que puede contestar todas las preguntas y realizar todos los actos requeridos por un otro a quien le cree todo, un otro que eventualmente suplanta la dirección de su yo individual, algo un poco siniestro, ¿no?

Supremamente siniestro, diría yo, pues responde al viejo anhelo (digamos político) de dominar totalmente la voluntad del otro, y esto siempre es un espectáculo, pues nada más regocijante para la muchedumbre que ver como alguien queda anulado de sí mismo, por eso la hipnosis nunca abandonará el circo. Pero, y esto es lo bueno, solo puede ser por un rato, no es posible prolongar este estado durante mucho tiempo.

Pese a lo siniestro y de estar asociada a la debilidad mental, la verdad es que desde cierto punto de vista, la hipnosis es bastante cotidiana sucede a cada segundo, no de una manera tan manifiesta y grotesca como cuando Tony Kamo[4] hace que un cantante chileno coma una cebolla, creyendo que es una manzana.  Sino que acontece “normalmente “en nuestra vida, cuando le creemos o decidimos (para dejar tranquilo a Sartre[5]) creerle a un otro, y le transferimos temporalmente nuestra voluntad, o cuando contemplamos la danza de la flama en la vela, o el movimiento sonoro del mar en la playa, de hecho hoy por hoy, los hipnoterapeutas piensan que mientras más inteligente es la persona, más posibilidades existen de hipnotizarlo, pues la inteligencia tiene la potencia para concentrarse en un objetivo.

La palabra clave es sugestión, he aquí la llave maestra, que el hipnotizador debe usar para suplantar de manera intencionada la voluntad de otro.

De qué se trata la sugestión y cuál es el gran quiebre producido en la hipnosis por Milton Erickson y Hemets Rossi[6] y que tiene que ver todo esto con el conductismo, son cuestiones que intentaremos esclarecer en la segunda parte de este ensayo.

[1] Sigmund Freud, el padre del sicoanálisis  (Austria 1856 – 1939) Karl Jung (Suiza 1875 -1961) seguidor de Freud, que posteriormente funda su propia escuela la sicología analítica. Ambos pensadores cuyo potente filosofar se encaminó en el intento de explicar como ocurre el despliegue de la interioridad humana en el mundo.

[2] Karl Popper (Austria 1902 – 1994) Mario Bunge (Argentina 1919 -2020) Ambos filósofos de las ciencias.

[3] Jean-Martin Charcot (Francia 1835 – 1893) En materia de medicina y psiquiatría se puede decir muchísimo de Charcot , pero en lo que respecta a la relación entre hipnosis e histeria, podríamos señalar sobretodo que al inducir la sugestión de parálisis corporal mediante el estado de trance hipnótico establece una equivalencia   entre la sintomatología histérica y la producida por hipnosis, en oposición a otra enfermedades neurológicas o simulaciones.

 

[4] Antonio Moreno Cabello (España 1964) mediático psicólogo que ha hecho su fama mediante la sugestión hipnótica en diversos programas de televisión.

[5] Jean-Paul Sartre (Francia 1905-1980) potente filósofo existencialista.

[6] Milton Erickson (Estados Unidos 1901 -1980) Precursor de la hipnoterapia contemporánea.  Ernest Rossi (Estados Unidos 1933 -2020) discípulo y continuador de la línea de investigación de Erickson.

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