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viernes, noviembre 22, 2024

Infeliz peón metafísico

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Paranaländer está indefenso al verse súbitamente como infeliz peón metafísico sobre el tablero de la vida siempre a punto de sucumbir a una catástrofe o mejor empujada por los vientos de una futura catástrofe.

 

Eso es la vida: fuerzas poderosas e inexplicables te atraviesan y sacuden de un escaque al siguiente sin que puedas oponerle ni un mísero e insignificante mu o para qué.

O vas a hacerte unos análisis ordenados por el médico y su resultado no depende de ti o de tu irregular dietética sino de la combinatoria predeterminada de tu genética.

Y te desplomas ante la evidencia de tu inanidad.

Tu estado de ánimo solo lo pueden consolar entonces sabidurías rancias como la de Thomas de Kempis. No eras nada.Mañana es día incierto; y ¿qué sabes si amanecerás mañana?

Sueñas ahora seguir una conducta austera y elemental: amar y devotar adoración a las cosas simples y eternas como devorar un puchero, oír el reggaeton de los pykasu del barrio como si se tratara de la Sinfonía del destino, en todo caso eso con que tropiezas día a día y que ahora te parece frágil e injustamente perecedero.

Irritatio dei.

A ver si se entiende bien el punto: Sartre consideraba degradante morir o estar muerto porque implicaba quedar en manos de los otros. Quisquillosidad de petit bourgeois, caprichos de ultratumba. Pero también una incomprensión profunda del mecanismo de la vida. Vivir es ya desde siempre estar ante la adversidad, es decir, en manos del otro, sea esto entendido como un potencial enemigo, o una fuerza ciega e incontrolable o, por fin, la inseguridad radical.

Todo el tiempo: cuando viajo en un colectivo público, en un coche, en un barco, avión. Cuando tomo un ascensor. Ninguno de estos aparatos construidos por el hombre me obedecen totalmente y su funcionamiento pleno no depende nunca de mí. Depende del fabricante, diseñador, científico, comprador, del técnico de mantenimiento, etc.

Ergo, debo dejar de tomar cartas en el asunto mundano, dejar de fingir que decido cosas fundamentales para mi bienestar o perdición, superar al actor que soy simulando optar entre el camino correcto o ambiguo.

Me entrego desde hoy a las fuerzas oscuras, caprichosas y ciegas que me acicatean hacia la nada a través de las penurias y miserias de una vida ilusoria.

Me niego rotundamente a elegir, tomar decisiones, sucumbir a todo ese engaño del hombre que cree tener en sus manos su existencia cual si fuera un poema o la lista de supermercados.

Soy, somos, una hoja agitada por los vientos de una tormenta y sanseacabó.

Nada en el fondo me pertenece pues no he participado o influenciado nunca realmente en su decurso atroz o feliz menos en su azaroso génesis mínimamente.

Una consecuencia positiva -una apenas- de todo este desenmascaramiento, esta puesta en sorna del bluff de la existencia, sería que ya no deberemos considerarnos culpables de nada al no haber decidido en nada concreto, nada salió o resultó de nuestras decisiones, sabias o medrosas.

Somos peones en un tablero que acabará en jaque mate, decidimos comer al caballo pero no por eso somos culpables de nuestra derrota final o momentánea felicidad.

Nos queda, como testimonio, salvaguardar con nuestra sonrisa piadosa las cosas que como nosotros mismos son desplazadas sin su voluntad de la nada a la miseria del ser y de esta otra vez a la nada.

Me queda hacer constar en esta columna fugaz que me he liberado de la culpa de ser, anonadado ante el espectáculo que nos agita sin asomo de racionalidad o pertinencia, construido con superfluidad encima de otra superfluidad, para mayor gloria de la perversión del ser, sierva de la nada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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