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sábado, noviembre 23, 2024

Diario de ¿Qué es la literatura?- Parte 32

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Una cosa: la literatura no es por esencia herejía, de hecho, en sus inicios era apenas un canto religioso y un relato grandioso de héroes en batallas perdidas y ganadas. Por: Derian Passaglia

Viernes, 3/03 10:07

Nos faltan 30 páginas para terminar el libro. Toda esta parte de paranoia y Guerra Fría del final puede leerse como un policial de espías. “Había que dar muchas prendas y llevar una vida ejemplar en el siglo XIX para que los burgueses perdonaran el delito de escribir, porque la literatura es por esencia una herejía. La situación no ha cambiado, salvo en que son ahora los comunistas, es decir, los representantes calificados del proletariado, quienes consideran por principio que el escritor es un sospechoso.”

¿Qué información secreta le envía el escritor a la CIA? ¿Para quién trabaja? ¿Qué idiomas sabe, cuáles son sus gustos? El escritor se inserta en esta historia de la literatura sartreana, finalmente, como un doble agente.

Una cosa: la literatura no es por esencia herejía, de hecho, en sus inicios era apenas un canto religioso y un relato grandioso de héroes en batallas perdidas y ganadas.

Domingo, 12/03 17:45

Momento disparatado de la prosa de Sartre, parece una comedia pero no lo es: Sartre está hablando muy en serio. Pero como todas estas disputas de Guerra Fría, de discusión anterior a la caída del muro, nos queda lejos, resulta divertido de leer. Esa distancia vuelve a la paranoia política un recurso literario involuntario de Sartre. Por ejemplo: “Tampoco hay que meter demasiados comunistas en las novelas o en la escena: si tienen defectos, pueden desagradar; si todos son perfectos, aburren. La política estalinista no desea en modo alguno encontrar su imagen en la literatura, porque sabe que un retrato es ya impugnación”.

 

Domingo, 19/03 18:02

En esta cita podemos observar a nuestro animal cazando su presa favorita: la burguesía, la burguesía francesa, los “pobres intelectuales comunistas”, y todo un tipo muy preciso de sujeto y receptor al que Sartre se dirige: “He mostrado ya que la obra de arte, fin absoluto, se oponía por esencia al utilitarismo burgués. ¿Se cree acaso que pueda adaptarse al utilitarismo comunista? (…) Es preciso tomar y conservar posiciones-claves, es decir, medios de adquirir medios. Cuando los fines se alejan, cuando los medios hormiguean hasta donde la vista alcanza como insectos, la obra de arte se convierte en medio a su vez. Entra en la cadena, sus fines y sus principios se le hacen exteriores, está gobernada desde afuera, no exige ya nada y toma al hombre por el vientre o el bajo vientre; el escritor conserva todavía la apariencia de talento, es decir, el arte de encontrar palabras bonitas, pero, por dentro hay algo muerto; la literatura se ha convertido en propaganda”.

¿Quién lo diría? Cuando pensábamos que la prosa de Sartre agonizaba en sueños de un mundo paranoico, nos entrega uno de los momentos más altos del libro. Piensa Sartre que la literatura ya no es un fin, una finalidad sin fin como diría Kant, es decir que no cree que la literatura fuera autónoma, al contrario, está sujeta a servir un mensaje. Hay que ponerse verdaderamente en la posición de un hombre que cree que “la literatura se ha convertido en propaganda”, porque suena como las nuevas supersticiones del nuevo siglo, como las nuevas creencias, como por ejemplo que la tierra es plana.

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