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lunes, noviembre 25, 2024

Fredi Casco, artista de lo fake

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Paranaländer se pasea por el mundo levantado con puro paisajes fakes agarrado a una maleta que no es de Mengele sino del gran artista paraguayo Fredi Casco.

 

Tenemos la maleta de Goethe (maleta abandonada por el poeta alemán en la frontera franchute en su disparada desesperada de la revolú, anécdota narrada en “Conversaciones con Eckermann”, y de la cual boceté algún cuento perdido en illo tempore). Y ahoa descubo que también está la maleta (o valija) de Mengele.Obra conceptual en realidad titulada “El amigo paraguayo” del renombrado artista paraguayo Fredi Casco (con la cual tropecé leyendo la investigación periodística “Mengele en Paraguay”, Servilibro 2018, de Andrés Colmán Gutiérrez, pp. 226-227-234).

Voy a centrarme hoy solo en este particular trabajo de Casco (entre muchos otros también muy interesantes y altamente recomendables que se pueden conocer entrando a la web a la que recurrí para extraer las imágenes de  la maleta que ilustran esta columna) porque toca  un tema hoy candente en el plano sociológico, artístico y, sobre todo, político: lo fake.

El arte en principio es verdad, busca alcanzar una verdad, al decir de Heidegger. Solo una veta nietzscheana de pensadores postestructuralistas, cuyos cerebros quedaron quemados por el bad trip llamado mayo del  68, han reivindicado un arte como potencia de lo falso. Hoy, sin embargo, que lo fake impera como ethos totalitario del espectro telemático, ha sido atacado reiteradamente, por ejemplo, por el filósofo del nuevo realismo Markus Gabriel al apodar a Trump como el papa o emperador de lo fake.

Para alcanzar  la verdad del arte, obvio, se puede partir, como muchos artistas a lo largo del tiempo lo han hecho, de lo falso. Pero el interés suplementario de esta pieza artística de Casco viene a colación de su reflexión en torno a lo fake en su sentido actual, de mentira que aparenta alguna verdad, que pasa frecuentemente como verdad.

La falsa maleta de Mengele, es decir, la artística maleta de cuero de Casco contenía “Un piyama y, entre otras cosas, una cámara fotográfica Dacora Dignette, un álbum de fotografías tomadas en la colonia Hohenau y la ciudad de Encarnación…». El concepto consistía en “recrear los hechos históricos, contribuyendo a la leyenda con una ficción verosímil”.Muy guay, salvo que la habitación 26 del Hotel Tirol de Capitán Miranda donde se destapó la maleta no existía aún en 1964 cuando Mengele la visitara, tampoco hay fotos paraguayas de Mengele (ni retratos o fotos tomadas por las manos del Ángel de la Muerte). Lo que hay es un collage de elementos dispares y absolutamente falsos que son norteados por leyendas o rumores. No en balde la obra está incluida como parte de una oba mayo-made llamada “El retorno de los brujos”, que alude a ese libro masterpiece de la pseudociencia sesentera escrita por la pareja Pawels-Bergier que recopila historias sobre nazis, alienígenas,etc.

Que lo falso pueda decirnos la verdad, así lo ha hecho el arte desde siempre, nadie lo duda.

Mi reflexión surgida ante la maleta falsa de Mengele del falsario Casco (o mejor, de Casco como artista de lo fake, de la era del fake) plantea que ella debe ser leída en el contexto actual de lo fake generalizado.

Me preguntaba cómo leer hoy que: «Mi obra se basa en rescatar documentos verdaderos y realizar en ellos una intervención mínima, con técnicas de la fotografía digital».O que: «Leí en el libro La auténtica Odessa, de Uki Goñi, que a Mengele casi lo capturan en 1964, en el hotel Tirol, que salió corriendo del lugar y dejó olvidado su piyama. Entonces compré un pijama de esa época de la sastrería Monarca, en Asunción, y llevando otros objetos de época, viajamos con mi esposa Ana a hospedarnos en el Tirol».

Casco se define así: “La práctica artística de Fredi Casco gira alrededor de documentos y fotografías de archivo que encuentra en mercados de pulgas y en librerías antiguas. Crea narrativas alternativas que mezclan historia contemporánea y literatura con un sentido de extrañeza o nostalgia”.

Aquí en todo caso transgrede su propio y muy potente programa estético. Trapichea con lo falso en busco de una verdad oscura, con brillo pop, mareado quizá por la fascinación (“se apasionó”) ante el cuero negro que decía la Sontag.

Veo en acción, en primera instancia, un programa opuesto, la estética pánica, esa que buscaba la confusión generalizada, más coherente y subsidiaria del espíritu fake que habitamos hoy. La confusión sigue cuando leemos que Casco “dejo en claro cuál es la real intención de las fotos que realicé sobre el tema».

Me parece muy valiosa la aportación de ya varias décadas de labor del artista nativo Fredi Casco, esto es indiscutible, pero hoy yo lo veo como la cabeza de una arte paraguayo que nos hace pensar el arte como verdad o mentira en un mudo en manos de los nuevos brujos, los artistas de la mentira global.

 

fuente de imágenes:

https://www.mor-charpentier.com/es/artist/fredi-casco/

 

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