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lunes, mayo 20, 2024

Che, nunca me olvides «Malincho», de Ioshua

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Si, como dicen, Mariana Enríquez es la “rockstar” de la literatura latinoamericana contemporánea, Ioshua es el punk… Por: Derian Passaglia

El padre de Ioshua era alcohólico, golpeador, cocainómano (le hizo probar la cocaína a su hijo a los 14 años) y suicida; su madre era depresiva. Sus dos hermanos mayores se fueron de casa tan pronto como pudieron. Esta historia familiar, proveniente de la miseria y la pobreza, es parte de la biografía de Ioshua. Poeta, escritor, ilustrador, diseñador, DJ, editor, periodista y artista, músico y también documentalista, Ioshua nació en 1977 en el tercer cordón del conurbano bonaerense, en Argentina, y murió en 2015, en el mismo cordón del conurbano bonaerense.

“Yo estaba siempre en la esquina, tomando vino, metido siempre con los peores del barrio. No era el típico putito, triste, oscuro, que está siempre solito, que todos lo bardean porque nadie lo comprende, porque no tiene coraje. Todo lo contrario. Yo era un bardo”, dijo alguna vez. Esa vida miserable, ese destino callejero, solitario y penoso, cruzado por su condición sexual identitaria, decidieron la literatura de Ioshua. Si, como dicen, Mariana Enríquez es la “rockstar” de la literatura latinoamericana contemporánea, Ioshua es el punk: su destrucción se dirige no solo al sistema, sino a toda forma de moral, a toda sintaxis.

La mayoría de sus libros publicados son de poesía. Malincho, de 2012, es un libro de relatos breves, de prosas que no llegan a ser cuentos pero que cuentan, al mismo tiempo, una historia, una historia que parece repetirse, que parece insistir en su temática: siempre hay chicos solos, enfervorecidos o bajoneados por la droga o la cerveza, que buscan en el amor de otro chico una redención temporal, terrenal, un mismo consuelo a la realidad. “De día en las calles -dice el narrador de uno de los cuentos- cartonear un poco y con los pesos que juntaba se compraba algo para comer, unas cervezas y lo demás, claro, era para entrar al cine porno”, se lee en uno de los cuentos. O como le dice un personaje a otro en la cama: “Che, nunca me olvides… aunque apenas vas a recordarme, ya sé”.

Pibes solos, a la deriva, viviendo en pensiones, en camas de amantes, en baños de estación, en esquinas oscuras. Ioshua parece no construir un relato ficticio, sino mostrar la realidad de su medio, de su cotidianeidad, como si no usara ni un solo recurso narrativo o literario. Cierta espontaneidad, lo trágico de las relaciones, la repetición de frases que insisten como estribillos, la no concordancia de tiempos verbales, el lenguaje oral bajo, como si escribiera desde el cirujeo, la temática homosexual y barrial, terminan por redondear esa idea.

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