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sábado, noviembre 23, 2024

Dentro de uno está el universo

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Como conferencista, Grela es claro y sencillo, porque no busca otra cosa que tratar de comunicar su método de trabajo, y quizá también, así, poder explicarse a sí mismo. Por: Derian Passaglia

Son muy interesantes las ideas del pintor Juan Grela, que nació en San Miguel de Tucumán, Argentina, y se mudó a los 10 años con su familia a Rosario. Si se lee el libro Dentro de uno está el universo, publicado por la editorial Iván Rosado en 2018, y después se ven sus pinturas, se entiende una cosa; si primero, en cambio, se ven sus pinturas y después se lee este libro, se entiende otra. Esa relación extraña, ecléctica, lo vuelve a Juan Grela un pintor más complejo de cualquier cosa que pudiera parecer.

El libro trata de cuatro conferencias que dictó en 1985. Como conferencista, Grela es claro y sencillo, porque no busca otra cosa que tratar de comunicar su método de trabajo, y quizá también, así, poder explicarse a sí mismo. En 1985, Grela ya tenía 70 años, y toda una vida dedicada a la pintura. Lo primero que llama la atención es que él mismo divide su vida y su obra en etapas, es decir que hace la misma operación crítica que haría un crítico profesional. ¿Cuál sería la necesidad de definirse a sí mismo? Es lo que hace, también, Borges con sus prólogos, con la secreta intención de limitar las lecturas que se puedan hacer de sus cuentos: “mi obra -parecería decir- debe entenderse de esta y esta manera”.

Cuatro etapas hay en la obra de Grela según él mismo. Daniel Durand es todo lo contrario. Como cualquier vanguardista, no quiere ser clasificado. “Apostá al caos”, aconseja en sus poemas, “el tiempo después lo ordena todo, la gente le pone nombre a lo que hiciste”. Las etapas de Grela son muy estructuradas en relación a lo formal y a los materiales que usa. Si uno ve sus pinturas, otra vez, ese cambio de etapas es muy visible. Grela va mostrando de manera muy detallada esos cambios, los problemas que fue teniendo a lo largo de su obra. Por ejemplo, al principio no podía pintar si no era con modelo. Por ejemplo, pensaba solo en el volumen y se diferenciaba de los coloristas. Por ejemplo, en su última etapa, le dio un uso casi espiritual al compás.

Algo raro en Grela es que piensa que para pintar se debe aprender una determinada técnica antes de ponerla en práctica. Esto lo lleva a otra idea más general, y más cercana a Borges también: el hombre, repite Grela, aprende del hombre. Para Borges, todos los hombres son un solo hombre, idea geminiana que Borges saca del poeta Walt Whitman. Pero hay una nota espiritual o interna en Grela, que piensa lo universal por medio de la propia subjetividad: “cuando uno está universalizado se siente dentro de todas las cosas -dice-, y ya no hay nada de lo que pueda decir: ‘esto es malo y esto es bueno’, que es lo que nos enseñan como educación”. Esa forma de entender el mundo le permite trascender con su arte.

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