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lunes, noviembre 25, 2024

El poeta de Burgess

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El escritor mancuniano Anthony Burgess (1917-1993) traza, entre la piedad y la sátira, el perfil de un poeta arrojado a la derelicción del mundo actual dominado por revistas femeninas y cantantes pop.

 

Enderby solo tiene un par de zapatos. Cuando gana 50 libras con sus “Sonetos revolucionarios”, no tiene traje para ir a retirar el premio anual de la cadena de librerías que concedía el galardón. Solo un par de pantalones de franela y un chaleco de muaré. Le repugnaban los poetas modernos aseados y elegantes, como esa generación Eliot, poeta ex bancario del Lloyd’s Bank.

Escribía en el cuarto de baño. Un lugar donde siempre había papel. La bañera estaba llena de manuscritos y de diccionarios y de bolígrafos sin tinta.

Le estremecía el apotegma siniestro leído en una revista femenina: “bañarse dos veces al día para estar realmente limpio, una vez para estar aceptablemente limpio, una vez a la semana para evitar convertirse en una amenaza pública”.

Su método de composición: ver la forma, oír las palabras, encontrar el ritmo.

Comparaba los poemas con muchachas.

“Qué pocos de entre millones de poemas que, como muchachas coquetuelas, nos hacen señas desde la espesura, se dejan atrapar”.

También defendía esta estética. “el significado no le interesaba al poeta”.

El poeta es el purificador y catartizador el tiempo.

Desayunaba guiso de liebre recalentado con nueces saladas y té estilo madrastra.

Tenía crónicos dolores del duodeno o de píloro (como Johnson escrófula, escatofobia Swift, vómito de sangre Keats).

De 45 años, ya con poco cabello, dientes postizos, barrigudo,

Sin yiyi o mujer. Esencialmente un hombre que vivió dentro de sí mismo.

Bebe whisky a partir de que las tabernas abren (10 y 30 de la mañana).

Sobrelleva el perjuicio de la gente contra los poetas que no pueden vivir solo de poesías: “solo sir Walter pudo vivir de la poesía”.

Su madrastra le había matado a las mujeres. “Todas las mujeres son madrastras”.

Su visión negativa de Londres: “era innecesariamente grande, gratuitamente hostil, un lugar bueno para perder dinero y contraer enfermedades. Una ciudad dominada por la Torre Sangrienta”.

Ya no compraba libros: “Ya había leído suficiente”.

Su adolescencia flanqueada por Nietzsche, Tolstoi, Rousseau le ayudó a abolir el catolicismo de la familia Enderby.

Su férrea soltería sería guillotinada por Vesta Brainbridge, reportera del semanario Fémina.

Desde la epifanía de Vesta se transmutó en un hombre de mundo, ocurrente con las mujeres, gracioso en los piropos.

No sabe qué son las cantantes pop, no tiene radio ni aparato de televisión.

Las memorias de un cantante pop tienen más prioridad que la publicación de poemas en su época.

Su rutina diaria se puede resumir del siguiente modo:

se levantaba al amanecer o un poco después, lo mismo en invierno que en verano; tomaba el desayuno, defecaba y a continuación trabajaba, comenzando a veces a trabajar  cuando todavía estaba defecando; a las diez y cuarto se afeitaba y se preparaba para salir, en ocasiones con la bolsa de la compra; a las diez y media salía del piso, se iba caminando hacía la orilla del mar, compraba una barra de pan,  daba de comer a las gaviotas; inmediatamente después tomaba su whisky de la mañana con los ancianos y los moribundos o, si Arry no estaba trabajando, con Arry en el Freemason’s Arms; algunas veces visitaba a Arry entre sus fogones, y Arry le solía dar sobras para la despensa; unos huevos de pavo, algunas rodajas de carne de cerdo grasienta, un trozo de pescuezo para el almuerzo del domingo. Entonces hacía la compra de todo lo que podía necesitar. De regreso a casa preparaba la comida o, si había quedado algo frío del día anterior, se lo comía inmediatamente, trabajando mientras engullía; después podía quedarse adormilado en un sillón o incluso se echaba vestido en la cama y se entregaba deliberadamente al sueño. Después volvía al retrete para consumir la última y más larga etapa del día, después de esto, los restos de su última comida, o pan untado con alguna salsa barata; té de la madrastra como última bebida antes de acostarse; y a la cama.

 

fuente: Enderby por dentro , Anthony Burgess, Seix Barral 1984, original 1963

 

 

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