La historia de Pippa Bacca se vuelve una metáfora. La madre de la narradora se convierte en correctora, en escritora y poco faltó para que editara El vestido blanco. Por: Derian Passaglia
Después de haber visto un documental sobre la historia de la artista italiana Pippa Bacca, a Nathalie Léger le despierta el deseo, la curiosidad, el destino de escribir sobre ella. ¿Qué habrá llegado primero? ¿La escritura o la investigación? ¿Las notas de campo o las impresiones y los fragmentos? ¿La recopilación de información o ese flujo imparable y oscuro que lo funde a uno con la escritura? El vestido blanco, publicado este año por Chai Editora, parece haber sido escrito de una, como si se hubiera intentado llegar a ese tirón que no da respiro una y otra vez.
¿Cómo escribir, entonces, se podría preguntar, sobre una mujer asesinada y violada en una ruta de las afueras de Estambul y que se proponía, con su performance, militar la paz, el bien y la confianza en el prójimo? Léger se estudió toda la historia de Pippa Bacca, pero no para reproducirla al modo Wikipedia, sino para pensar sobre esa historia, para cruzar su propia historia en la historia de Pippa Bacca. ¿Habrá sido premeditado o habrá encontrado en ese gesto (el arte, la muerte, la violencia de género) una excusa para seguir escribiendo y encontrarse en otros, en otras?
“Toda narración se desintegra” escribe Nathalie Léger en la antepenúltima oración del libro. Y a mitad de El vestido blanco, precisamente, la narración de Pippa Bacca se va difuminando sobre las páginas, como un dibujo en la arena del mar, porque no hay nada más que decir sobre ella (la historia de Pippa Bacca y su viaje podrían resumirse en pocas palabras) o porque la madre de Léger, personaje inesperado para el género del libro, comienza a tomar protagonismo, necesita que su voz sea escuchada, exige a su hija que cuente su propia historia.
La historia de Pippa Bacca se vuelve una metáfora. La madre de la narradora se convierte en correctora, en escritora y poco faltó para que editara El vestido blanco. La historia de Pippa Bacca queda atrás, el vestido blanco de novia con el que quiso recorrer Italia hasta Jerusalén para denunciar los males del mundo también. Pero lo que queda es la metáfora de vida cuando la madre de la narradora desempolva su propio vestido blanco de novia y busca su “reparación”, su desahogo, su catarsis aristotélica: ella también sufrió una injusticia cuando su marido la dejó por otra, cuando la engañó. El vestido blanco se escribe sobre la marcha (hay una escena, la mejor, que se empieza tres veces porque no le convence a la narradora), y en esa búsqueda de una marcha y de una forma laten tres historias: la de una madre, la de una hija, la de una víctima.