El realismo de Hebe Uhart va hacia el detalle. Salvo la novela Memorias de un pigmeo, la totalidad de su obra se puede suponer dentro del realismo. Por: Derian Passaglia
La literatura de Hebe Uhart podría considerarse una literatura de la mirada. En sus cuentos, antes que la historia o la trama, el argumento o el estilo, importa cómo miran sus personajes, cómo el narrador mira a esos personajes, y cómo esa mirada se posa sobre un solo gesto para construir el mundo. Hebe Uhart nació en Moreno, provincia de Buenos Aires, en 1936, y murió en 2018. El año anterior a su muerte había ganado el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas.
El realismo de Hebe Uhart va hacia el detalle. Salvo la novela Memorias de un pigmeo, la totalidad de su obra se puede suponer dentro del realismo. Si se mira un objeto demasiado cerca ese objeto se deforma y se vuelve otro. Así, una vez que les di para leer “El budín esponjoso” a mis alumnos de 13 años en la escuela, una de ellos comentó que era “bizarro”, un adjetivo que se asocia a lo extraño o extravagante. Pero, ¿cómo podría ser que un simple cuento realista resultara extravagante? Me dejó pensando.
En “El budín esponjoso”, un personaje, una nena, quiere hacer una torta llamada Paradiso, una torta que comió una vez, la más rica que comió en la vida. Listo, es eso el cuento: no necesita nada más. No hay desarrollo de trama, no hay argumento complejo, no hay intriga ni resolución. Una nena quiere hacer una torta que comió una vez pero no le sale muy bien. El cuento empieza y termina con este hecho, y el lector podría preguntarse: “¿por qué cuenta esto? ¿Cuál es el sentido?”.
Hay ternura en la mirada de Hebe Uhart hacia sus personajes, pero no condescendencia o compasión. Plantea situaciones comunes y corrientes, que si no fuera porque las escribe ella, no merecerían atención, no merecerían narrarse. Pero Hebe Uhart mira ahí donde nadie ve, y de su mirada sobre situaciones “bizarras” surge la literatura. El cuento se lee acá.