Silvio Rodríguez canta canciones, usa la canción como género: una voz dulce y una guitarra, nada más necesita. Por: Derian Passaglia
¿Quién se acuerda de la izquierda, de la vieja izquierda revolucionaria, aquella que venía a cambiar el mundo en los años sesenta? ¿Quién se acuerda de la guerra, de la revolución cubana, del Che Guevara, de los viejos valores progresistas, de los deseos de cambiar el mundo, de las utopías de la Patria Grande? Quizá ni el mismísimo Silvio Rodríguez se acuerde, porque el mundo, definitivamente, en este siglo, es otro.
Los músicos ya no surgen como Silvio Rodríguez, unidos a revoluciones y cambios, entregados a una causa política, que será parte también de su música, y hará que música y política, que arte y vida, sean una sola. Ahora un adolescente de 15 años se baja un programa, graba un tema, lo sube a las plataformas y a los 2 minutos ya tiene 20 millones de reproducciones. Listo, es un éxito, y con un solo tema se convierte en el artista del momento. Hay que pegarla, como sea. Hay que llenarse de guita. Rápido, no hay tiempo.
Pero Silvio Rodríguez pertenece a otra generación, es más, pertenece directamente a otro mundo. Era un mundo mejor, obviamente, porque quien escribe ya está viejo y todo pasado siempre fue mejor. Silvio Rodríguez, como la revolución, liberó a la música latinoamericana de sus cadenas imperialistas, y le dio un estilo propio, una raíz local, en idioma castellano.
Silvio Rodríguez canta canciones, usa la canción como género: una voz dulce y una guitarra, nada más necesita. “Óleo de una mujer con sombrero” es una canción perfecta y extraña. Une la música y la pintura, dos artes opuestos en apariencia; uno implica el sentido del oído, el otro el de la vista. Es una canción que se puede ver, un cuadro que se puede escuchar. Y lo que se ve también son sonidos: “Veo un perro ladrando a la luna / con otra figura que recuerda a mí…”
La canción trata sobre dos amantes, dos amantes que no podría haber cantado Luis Miguel, porque aunque el motivo sea melódico, aunque parezca un bolero, no es una canción romántica, o el romanticismo se define de otra manera. El amor es misterio y lucha, como en ese famoso poema de Benedetti: “En la calle codo a codo / somos muchos más que dos”. Pero la lucha, la guerra, la resistencia, la revolución, no se asocia al amor sino a la política. Este sentido zurdo, sesentista, del amor, aparece en los mejores versos de la canción: “La cobardía es asunto / de los hombres, no de los amantes / los amores cobardes no llegan a amores / ni a historia, se quedan allí / ni el recuerdo los puede salvar / ni el mejor orador conjugar”. Acá se lo ve a Silvio Rodríguez cantándolo.