El célebre filósofo francés Michel Onfray desvela en una reciente columna para Le Figaro la profunda tradición antisemita que ha atravesado a la izquierda política a lo largo de la historia. La reticencia a condenar inequívocamente los actos terroristas en Israel refleja esta tradición.
Luego de la masacre de Hamas a la población civil de Israel, la izquierda ha mostrado una notable reticencia a condenar los salvajes actos de terrorismo sin anteponer peros. A pesar la magnitud del horror, donde se asesinó a más de 1300 personas, entre ellos niños y ancianos, una parte considerable de este espectro político ha optado por mirar en otra dirección, sugiriendo implícitamente que la responsabilidad debe recaer sobre la propia población judía debido a años de supuesta «opresión al pueblo palestino».
Más allá de las simplificaciones maniqueas que omiten mencionar que el pueblo palestino ha sufrido históricamente la mayor opresión y represión por parte de los países árabes vecinos, como Egipto y Jordania, la reacción propia de la izquierda tiene filiaciones profundas y, más que una sorpresa, es la expresión de una larga tradición antisemita.
Este es el contexto en el que se debe situar la audaz tribuna que ha escrito el célebre filósofo francés Michel Onfray en el diario Le Figaro, un fulminante recuento histórico del antisemitismo que atraviesa a gran parte de la izquierda. El aporte, que esperemos se plasme en un próximo libro del autor, es importante para poner los puntos sobre las íes, rebatiendo el error que consiste en considerar que el odio hacia los judíos es monopolio de la extrema derecha.
Onfray mete el dedo en la llaga recordando que los pioneros del negacionismo de la Shoa fueron figuras de izquierdas, como Pierre Gillaume, Paul Rassinier, socialista del SFIO, y Robert Faurisson, un compañero de ruta del Comité Maurice Audin. De hecho, Faurisson publicó un artículo negando el Holocausto en Le Monde, diario emblema del progresismo políticamente correcto francés, en 1978. El texto negacionista en cuestión llevó como título “Le problème des chambres à gaz (1)” ou “la rumeur d’Auschwitz” (“El problema de las cámaras de gaz” o “el rumor de Auschwitz).
Sin embargo, el punto clave es entender que esta realidad se remonta hacia figuras icónicas y de la tradición política de izquierdas.
Los socialistas del siglo XIX
Figuras mayores en el santuario de la izquierda, como Marx, Proudhon, Fourier, entre otros, tuvieron marcadas tesis antijudías. Con menor o mayor “sofisticación dialéctica”, estos pensadores asimilaron de forma constante el judaísmo al dinero, al capital y a la explotación obrera. La cuestión judía (1843) de Marx es una pieza maestra sobre el único destino posible que tiene el judaísmo para el fundador del socialismo científico: su desaparición como identidad religiosa.
Jean Jaurès, un prominente socialista francés, expresó en varias ocasiones su desconfianza y repudio hacia los judíos, asociándolos a la usura y la manipulación del capitalismo. Las citas mencionadas por Onfray de Jaurès son impactantes, como muestra: «Por la usura, la incansable actividad comercial y el abuso de la influencia política, (ellos) se van apoderando poco a poco de la fortuna, el comercio, los empleos públicos […]. Controlan una gran parte de la prensa, las grandes instituciones financieras, y cuando no han podido influir en los votantes, influyen en los elegidos.»
El Partido Comunista Francés (PCF)
Durante la Segunda Guerra Mundial, el PCF colaboró con los nazis debido al pacto germano-soviético. Onfray resalta que Maurice Thorez, entonces líder del PCF, no dudó en emplear un horrendo lenguaje antisemita para describir a Léon Blum.
Por otra parte, el autor menciona que el pacto germano-soviético (Ribbentrop-Molotov) tuvo como consecuencia que el comunismo francés exprese sus más altos deseos de paz con el ocupante nazi en Francia, en nombre de la lucha contra enemigos comunes a la izquierda y el nazismo: los gaullistas, la City, el capitalismo, los ingleses y los judíos. En dicho contexto, el mismo PCF (Partido Comunista Francés) pidió al ocupante hitleriano que el periódico L’Humanité vuelva a publicarse en junio de 1940.
Atentados de Septiembre Negro en 1972
Ya derrotado el nazismo, como uno de los primeros capítulos del nuevo antisemitismo, esta vez solidario de la supuesta causa palestina, Onfray señala el apoyo de Jean-Paul Sartre y Edwy Plenel a los terroristas palestinos que asesinaron a atletas israelíes durante las Olimpiadas de Múnich. Ambos justificaron el acto como una forma legítima de resistencia.
En coherencia con su conceptualidad terrorista, como ya remarcara críticamente Merleau-Ponty en los años 50, Sartre afirmó en 1972: «En esta guerra, la única arma de los palestinos es el terrorismo. Es un arma terrible, pero los oprimidos no tienen otra; y los franceses que aprobaron el terrorismo del FLN contra franceses también deben aprobar la acción terrorista de los palestinos. Este pueblo abandonado, traicionado y exiliado solo puede mostrar su coraje y la fuerza de su odio organizando ataques mortales.»
Estas expresiones muestran que la actual retórica antisemita de gran parte de la izquierda carece de creatividad; es una repetida melodía de la muerte que se blande desde el desmoronamiento de la URSS y la extinción de las esperanzas depositadas en la filosofía marxista de la historia.
El caso Mitterrand y la nueva izquierda francesa
El expresidente François Mitterrand, figura emblemática del socialismo francés de los años 80, gobernó dicho país por 14 años (1981-1995). Antes de la Segunda Guerra Mundial, tuvo nexos con grupos antisemitas y colaboró con el régimen de Vichy. Incluso después de las revelaciones sobre su pasado, atribuyó las críticas a la “influencia nociva del lobby judío en Francia”. Estas declaraciones del expresidente francés son del 27 de agosto de 1999 y publicadas en el diario más identificado con la izquierda francesa, Libération.
De forma más reciente, Onfray sugiere que la izquierda francesa contemporánea, representada por figuras como Mélenchon, actual líder de la agrupación de izquierda NUPES y varias veces candidato presidencial. Mélenchon, como gran parte de la izquierda, se ha alineado en los últimos años con la retórica contemporánea más extendida de antisemitismo: el antisionismo. ¿En qué consiste? En la negación al pueblo judío a adoptar la forma del Estado-Nación con el fin de preservar su existencia, luego de haber estado al borde del exterminio.
Como remarca Onfray, estas posiciones no han sido siempre las de Mélenchon, quien en los últimos años ha renunciado a su laicismo para defender y reivindicar con fuerza la agenda comunitarista de ciertos sectores islámicos en Francia.
Además de estos ejemplos, el filósofo francés recuerda que muchos pensadores de la Ilustración, considerados íconos de las ideas de progreso, eran antisemitas, incluyendo a Voltaire, Diderot y Kant.
Finalmente, Onfray rememora la alianza entre el Gran Mufti de Jerusalén, Mohammed Amin al-Husseini, y las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Al-Husseini se encontró tanto con Hitler como con Mussolini, apoyando la solución nazi al «problema judío».
Mención especial merece el señalamiento que Onfray hace sobre el actual presidente de la autoridad palestina, Mahmoud Abbas. Abbas había escrito una tesis negacionista en Moscú en 1983, en la cual sostenía que las cámaras de gas no habían existido.
A pesar de esto, Mahmoud Abbas es altamente valorado por la izquierda francesa y del resto del mundo. De hecho, en 2015, Anne Hidalgo, intendenta de París, le otorgó la medalla Grand Vermeil de la Ville de París, el reconocimiento más alto que puede ofrecer la capital de dicho país. Esta condecoración le fue retirada en agosto de 2023, después de que Abbas afirmara en Ramallah, Cisjordania, que «Hitler no mató a los judíos porque eran judíos, sino porque eran usureros y estaban vinculados al dinero». Sin embargo, el punto destacado por Onfray es que ya en 2015 se sabía, desde hacía veintidós años, sobre la tesis negacionista de Abbas escrita en la Rusia bolchevique. Por lo tanto, al otorgarle esta medalla, Anne Hidalgo ya estaba honrando a un negacionista.
La conclusión de Onfray es clara: el antisemitismo nunca ha sido un dominio exclusivo de la derecha. Por el contrario, argumenta que la izquierda ha sido cómplice y ha albergado sentimientos y acciones antisemitas a lo largo de la historia. Este ensayo, sin duda, hecha luz sobre la historia profunda de la actitud que hoy tiene gran parte del progresismo, su negativa a condenar los actos terroristas contra civiles, el degollamiento de bebés, las violaciones a mujeres y la masacre despiadada que han sufrido personas solo por ser judías de Israel.