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viernes, noviembre 22, 2024

No hay plata

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¿Quién no quisiera vivir en el mundo clásico hegeliano, en tiempos donde el arte, la religión y la vida cotidiana eran una sola y misma cosa? En la Dinastía Tang, para ser un funcionario del gobierno había que rendir un examen sobre poesía. Por: Derian Passaglia

El otro día apareció en TikTok el escritor Alan Pauls diciendo que “no se habla mucho de plata en la literatura argentina. Es uno de los pocos tabúes que quedan todavía, mucho más misterioso y equívoco que el sexo, por ejemplo”. Presentaba, para un club de libros, el libro de Rosario Bléfari, Diario del dinero, elogiando su capacidad para escribir de una manera muy natural lo que muchos artistas sufren: ¿de dónde sacar los recursos para bancarse el arte cuando no se es heredero de un poderoso hacendado? ¿Cómo dedicarse al arte cuando las cuentas están en rojo, cuando hay que pagar el alquiler, cuando hay que hacer las cuatro comidas diarias y al mismo tiempo producir “una obra”?

Primero una distinción. La mayoría de las personas que se dedica al arte tiene plata. Esto es una regla natural del mundo en el que vivimos desde la invención de la imprenta. ¿Quién no quisiera vivir en el mundo clásico hegeliano, en tiempos donde el arte, la religión y la vida cotidiana eran una sola y misma cosa? En la Dinastía Tang, para ser un funcionario del gobierno había que rendir un examen sobre poesía. Eran tiempos en que los poemas se cantaban en las tabernas y los poetas eran conocidos por todos los rincones del imperio. Esos tiempos están muertos, y el artista tiene dos o tres caminos: ser rico o tener varios trabajos o profesionalizar su arte o ganarse el quini. La financiación de becas y estipendios oficiales o estatales es un camino cada vez más borroso en países bananeros con gobiernos de derecha.

Quizá, de plata no se habla en Europa, en el continente donde vive (o solía vivir) Alan Pauls. Para la literatura europea, la plata no es un tema, porque no constituye tampoco un problema, o cuando aparece, aparece a partir del exceso, en forma de sátira, como en Dinero de Martín Amis, donde el protagonista es adicto al alcohol, la pornografía y la comida rápida y la plata. Plata, plata, plata. En el hemisferio norte, cuando la plata es un tema se vuelve un exceso. En cambio, en el hemisferio sur, de este lado del mapa, somos apenas unos pobres indigentes que para escribir, como Rosario Bléfari, no podemos más que llevar un diario de los gastos y consumos que hacemos cotidianamente. Un centavo de menos, uno de más, y nos quedamos sin obra.

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