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sábado, noviembre 23, 2024

Frases de la historia de la literatura para los que tienen prisa

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Paranaländer intenta una historia de la literatura para los que tienen prisa recurriendo a un puñado de frases entresacadas de su biblioteca personal.

 

 

“Dostoievski sufría epilepsia, yo tenía asma. Para escribir bien es preciso sufrir una dolencia mortal” (Hermanos de vino, 1977, John Fante)

 

“Altos Hornos. El apodo se debía a su tatuaje en las nalgas: dos demonios con palas en las manos. Mientras andaba, parecía que los demonios echaran el carbón directamente a su ano” (El hielo, 2011, Vladimir Sorokin)

 

“Lo publico para vengarme y espero que le disguste” (La conciencia de Zeno, 1981, Italo Svevo)

 

“Recapitularon sus ansias insatisfechas. Bouvard siempre había deseado  caballos, coches, buenos vinos de Borgoña y hermosas mujeres complacientes en una espléndida  mansión. La ambición de Pécuchet era el saber filosófico” (Bouvard y Pécuchet, 1999, G. Flaubert)

 

“El cine de mis recuerdos era mudo” (Caballo perdido, 1943, Felisberto Hernández)

 

“Y ahora intentaré un experimento muy frecuente entre los autores modernos: esto es, escribir sobre nada” (Cuento de una barrica, 1704, J. Swift)

 

“El mundo es un gigantesco catafalco” (En las alturas, 1989, Thomas Bernhard)

 

“El hombre que puede esperar es como un dios” (Fantasía para otra ocasión, 1993, Céline)

 

“Qué pocos entre los millones de poemas que, como muchachas coquetuelas, nos hacen señas desde la espesura, se dejan atrapar” (Enderby por dentro, 1984, Anthony Burgess)

 

“La vida no se puede tocar, es únicamente brillo, es solo imagen fugitiva. Pues lo que fue no se puede reproducir; así sucede con los besos, así con el sol” (El hombre que detenía los momentos, 1913, Mário de Sá-Carneiro)

 

“-No puedo servir como marido en la casa para la que me han designado-dijo.

-¿Por qué?- le preguntaron.

-La que me toca como mujer es mi abuela.

-¿Y entonces?

–¡Es mi abuela! ¿No le basta?”  (Polispuercón, 1970, Murena)

 

 

“Al principio, esto me disgustaba. Luego me tranquilicé. Con la gente de talento todo son desgracias en la vida…” (Los nuestros, 1999, Serguei Dovlatov)

 

 

“El yo y el no yo de Fichte se entregan a rudo combate en este espíritu lleno de objetividad” (Noches de octubre, 1945, Nerval)

 

 

 

 

 

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