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sábado, noviembre 23, 2024

El sendero del bosque

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El escritor argentino Derian Passaglia ofrece hoy a los lectores de El Trueno un fragmento de un diario personal donde narra su propia versión del bosque.

***

Mi versión del bosque es más humilde. Me disculpo de antemano con el lector y la lectora por entregar este texto curioso. El mundo que Stifter creó se puede sentir alrededor, aunque se lo esté leyendo en una reposera tomando sol, al lado de una Pelopincho, como si se estuviera en ese lugar. La descripción es un puente entre el como si y el lugar. Para Stifter cuentan las sensaciones. Si el personaje no siente la molestia de una piedrita en la planta del pie, adentro de la media, con la bota de montaña puesta, el lector tampoco. Los colores, el sonido y la belleza del paisaje son las piedritas de la bota de Stifter.

¿Qué sentía yo entonces? No está expresado directamente en el diario. Lo leo ahora como un relato clásico, donde dos elementos, el perro y el chileno, instalan y guían el misterio. El diario estaba influenciado por las lecturas del momento. Recuerdo El oficio de vivir de Pavese, la zona autobiográfica de Levrero, sobre todo los libros a partir de Diario de un canalla, y el 2666 de Bolaño. En la transcripción de un fragmento que reproduzco, cambio dos o tres palabras que me suenan mal, pero la esencia y la estructura están intactas.

Cuatro años después, me recuerdo escribiendo la escena en el balcón del departamento que alquilamos esas vacaciones. De ese paseo no retengo la cara del perro flaco, ni el color del cielo o la forma de las plantas. Lo único que permanece en la memoria es una sensación general de tristeza en la visión de la Laguna Verde. Si tuviera la oportunidad de volver a ese momento, aunque más no sea con la imaginación, lo describiría distinto. Era como un estanque, una pileta sucia con el agua del último día de verano a principios de otoño, cubierta de tallos y yuyos amarillos que crecían como juncos al borde de la orilla. El sol resplandecía en la laguna, profundizando la tristeza, pero volviéndola dulce. Las ramas en los árboles caían como si quisieran tocar la tierra para saber lo que se siente haber nacido raíz. Colgaban del aire, como un velo, entristecidas por la humedad, que penetraba los huesos. ¿Había que esperar a la noche para escuchar el croar de las ranas, como pasaba, apenas el sol se escondía, en las zanjas del barrio? Estábamos frente a un paisaje de ensueño:

<<El hombre que nos indicó el camino alternativo tenía una tonada especial. Me parecía chileno, por la cadencia con que arrastraba las palabras y la forma de hablar para adentro, como consigo mismo. Yo pensé que nos estaba indicando un camino errado a propósito.

<<Al perro flaco que nos seguía lo rodearon otros dos perros enormes de la casa en la que el chileno parecía trabajar. Se olisquearon las colas nerviosos, antes de que el chileno le chistara a los perros y nos dijera que no hacían nada. El perro flaco no tenía ninguna chance contra los otros dos, bien alimentados, perros guardianes seguros de sí mismos. Al escuchar el chistido, volvieron a la casa.

<<Nos internamos por el camino señalado por el chileno. El camino se bifurcaba en dos: uno seguía de largo y el otro se abría a la derecha. Agarramos ese. A unos pocos metros el camino volvía a abrirse en dos. El perro flaco agarró el lado izquierdo, pero Adri dijo que había que seguir el derecho. El perro flaco se había dado vuelta, parado en medio del camino izquierdo, y con la mirada nos pedía que lo siguiéramos.

<<La vegetación se volvió salvaje y frondosa por el camino derecho. Me abrí paso con la mano, espanté plantas y ramitas que se elevaban encima de la cabeza. Miré para atrás y el camino izquierdo se había perdido. Al volverme hacia adelante encontré al perro flaco al lado mío, moviéndome la cola.

<<-Nos sigue -dije.

<<-Hola perrito -dijo Adri.

<<El camino se estrechaba en curvas que se perdían en la espesura. Andando así, a la derecha, llegamos a un llano de hojas caídas y enormes raíces emergiendo del suelo. En medio de este llano había una hoguera precaria, construida con ramas. Quizá no era una hoguera, quizá las ramas de los árboles se cayeron y formaron una pila en la tierra.

<<-Por acá no es -dije.

<<-Vamos a ver -dijo Adri.

<<Atravesamos la hoguera y seguimos el camino. El perro flaco iba adelante, seguro de sí mismo, integrado al paisaje.

<<-No, me parece que por acá no es. Volvamos -dije.

<<-Esperá a ver adónde nos lleva -dije.

<<Olisqueando la tierra, el perro flaco se daba vuelta para ver si lo seguíamos. En una curva que tomó el camino dejamos de verlo. Apenas doblamos, otra vez, el perro flaco se había sentado en sus patas traseras y nos miraba con la lengua afuera: flaco, triste, orgulloso. El perro flaco tenía razón. El camino se terminaba, más allá no había más que ramas, plantas y árboles.

<<Elegante, el perro flaco pegó la vuelta sin mirarnos. El camino de vuelta lo hicimos rápido. Cuando llegamos a la bifurcación, el perro agarró para la izquierda. Esta vez lo seguimos.

<<-Es muy inteligente -dijo Adri.

<<-Sí, re.

<<Atravesamos el camino sin cruzarnos con cosas raras. Las ramas de árboles y las plantas crecían con una libertad absoluta que les permitía ocupar el espacio como quisieran. En pocos movimientos llegamos a un gran yuyal donde se sentía una intensa humedad en el aire. El agua estancada confudía su color con el de los árboles. El perro flaco se adelantó unos metros cuando vio un grupo de gente corriendo en un muelle destartalado. Comían sanguchitos que sacaban de un tupper. La única forma de pasar por el lugar era por el muelle.

<<-Hola -dijo Adri.

<<-Hola -saludaron.

<<-¿Saben por dónde es el camino oficial? -preguntó Adri.

<<-Sí, por allá -dijo un hombre.

<<El perro flaco le movía la cola a la gente, pidiendo comida. Nosotros retomamos el camino oficial.

<<Es un sendero alrededor de la laguna -explicó Adri-. Este bosquecito se llama Selva Triste.

<<El agua petrificada en un hueco de tierra, donde solo el más fuerte de los yuyos podía sobrevivir, mostraba la orilla de la laguna. Las ramas de los árboles se inclinaban hacia abajo, arrastrándose por el suelo. Encontramos carteles con flechas al costado del camino.

<<Las plantas se agitaron en un cuchicheo. Adri se paró en seco y escuchó. Entre las hojas apareció la cabeza del perro flaco.

<<-Ey, volviste -dijo.

<<-Démosle algo -dije.

<<-Tenemos Merengadas -dijo Adri.

<<Ninguno de los dos abrió la mochila para buscar el paquete. El perro flaco nos siguió hasta que encontró una parejita tirada en un asiento construido con troncos de árboles. Le tocaron la cabeza y el perro flaco movió la cola.

<<-Hola -dijo Adri.

<<-Hola -dijo la chica.

<<Cuando nos alejamos un poco, Adri me dijo que había que saludar a todo el mundo. Sin darnos cuenta, metros más adelante, encontramos la Laguna Verde. Había varios bancos y paramos en uno para descansar y sacarnos fotos. El perro flaco apareció de nuevo y me miraba moviendo la cola. Adri había abierto el paquete de merengadas y las comía de a una contemplando la inmensidad.

<<-¿Le damos una? -dije.

<<-Sí, por mí sí -dijo.

<<El perro flaco nos miraba. Nos quedamos descansando un largo rato sentados en el banco, sacando fotos. El perro flaco, ignorado, se cansó y se fue. Cuando nos cansamos de las fotos, nosotros también nos fuimos. Volvimos por uno de los caminos más largos. No nos cruzamos a nadie en la vuelta. Las primeras camionetas 4×4 aparecieron, de pronto, a un costado de la calle de tierra. Esas camionetas me devolvían a lo que conocía, a mi entorno natural.>>

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