Paranaländer analiza la idea de nación de Ernest Renan, polémico autor francés del sigo XIX en el que reverberó el darwinismo, el racismo, el idealismo alemán y el positivismo francés, corrientes filosóficas que impactaron fuertemente en su época.
Por: Paranaländer
Sí, soy un niño que se asusta de su sombra.
Me dejo atormentar por sueños perversos,
como si fuesen realidades. En adelante seré cuerdo
E.R
Ernest Renan (1823-1892), último hijo de una familia bretona arruinada, que de niño siempre respondía al cura de Treguier: “quiero ser sacerdote”, cambió radicalmente su vida al ir a estudiar a Paris, city que lo volvió incrédulo en dios y creyente en la ciencia, después de asistir con una beca a los cursos de filosofía del seminario de Yssy, los de teología y lenguas siriacas de San Sulpicio y la lectura de las obras de Jouffroy.
Nos centramos en sus ideas de decadencia y el superhombre, de una futura raza superior (dioses con conciencia superior o alemanes) gobernando a una mayoría inferior imbecilizada (por los medios de comunicación y la democracia), del futuro (en manos y diseñada por la ciencia, aunque la mujer seguirá aferrada lamentablemente a la tradición de ser bella o amable) en principio positivo desde la fe religiosa en la nueva religión científica (“se haría realidad el estado teológico soñado por el poeta para la humanidad primitiva”) que acaba desinflándose en una profecía pesimista cercana a H.G.Wells y al Verne póstumo de El eterno Adán (1910), y, por último, sobre todo, cómo hemos extraído una idea sorprendente: que nunca hubo nacionalismo en Paraguay (“¿A qué podemos aferrarnos? ¿A la nación?”).
Renan concede cerca de medio siglo a esta idea (más bien moda), destinada a desaparecer en estados libres. Paraguay, que no es mencionado como ningún otro país sudamericano, acaso indirectamente considerados como países libres (y sin repetir el desdén hegeliano que hablaba de una ‘nada sudamericana’) acaso, suponemos en nuestra ingenuidad, seguirá las líneas profetizadas por nuestro autor, mientras a la América de Washington la ve más como lo opuesto a la gloria del dios de la ciencia, ahogada en los placeres de la masa degenerada. La nación seguirá el tiempo suficiente, en un último temblor, para causar devastación (pensamos en 1914-1918), y luego será el final, alrededor de 1940. Tal teoría atrevida paradojalmente a partir de un autor considerado por todas las escuelas francesas nacionalista tout court: Renan, entre 1940 y 1944, fue utilizado por la propaganda hitleriana y racista.
En su fase final, nos dice el bretón, la humanidad será como “un árbol inmenso, cuyos brotes serían individuos”, y cuya cabeza, formada por la raza superior, sería la única en darse cuenta de sí misma. «¿Quién sabe si la realidad no es triste?», pregunta, convencido del inevitable declive de la cultura occidental y la ruina de los valores morales como resultado del declive de la religión:
“A través de las quimeras, se obtuvo un sorprendente esfuerzo moral del gorila bueno; suprimidas las quimeras, parte de la energía facticia que despiertan desaparecerá”.
“El principio de naciones traerá rivalidades aún peores que el principio de dinastías. […] El patriotismo entendido como es hoy es una moda que durará cincuenta años. En un siglo, cuando haya ensangrentado a Europa, la gente no lo entenderá mejor de lo que entendemos el espíritu puramente dinástico de los siglos XVII y XVIII. […]. En cincuenta años, el principio nacional estará en declive. Dado que la nación pronto quedará obsoleta, el futuro de la civilización europea radica en la colaboración franco-alemana, la reconciliación de las dos mitades del espíritu humano. Poner fin a la desastrosa hostilidad franco-alemana con la formación de una federación europea. La etapa de las federaciones o Estados Unidos de Europa unidos por un pacto federal». Otro valor cuyo declive está profetizado por Renan: el socialismo. “El socialismo que triunfará será muy diferente de las utopías de 1848. Un ojo perspicaz, en el año 300 de nuestra era, podría haber visto que el cristianismo no terminaría; pero debería haber visto que tampoco se acabaría el mundo, la sociedad humana adaptaría el cristianismo a sus necesidades y una creencia destructiva por excelencia tornaría en una máquina lenitiva, esencialmente conservadora. La búsqueda del bienestar y la igualdad, que está en la raíz tanto la democracia como el socialismo son el gran motor de la decadencia, y en cuanto a la élite, es decir, los ‘idealistas’, continúa su búsqueda de una conciencia superior, que se traducirá en el dominio del superhombre, de los ‘dioses’. Esta predicción no debe ser revelada a la gente”.
Renan es parte de la nueva profecía de la segunda mitad del siglo XIX basada en el intelecto y la razón, desde la sociología a la economía política, pasando por la ciencia ficción y la historia. Pero la duda se insinúa: “¿y si la máquina nos estuviera preparando para un futuro de sujeción, en lugar de liberarnos?”
Fuente. Historia del futuro (1996, versión brasilera 2015), Charles Minois, prefacio a L’avenir de la science [1890) y sus Diálogos filosóficos (1876), Renan.