La obra de Bartomeu Melià S.j. (1932-2019) representa un aporte inconmensurable a la ciencia paraguaya en diversas disciplinas como la lingüística, la historia, la etno historia, la antropología, la etnología y muchos otros sub-ámbitos de elaboración práctica y teórica. Basada en una particular aproximación a las realidades de las minorías étnicas y un sentido innovador del ejercicio religioso, la vida de Melià es recordada de manera cualitativa en una semblanza-homenaje a cargo de la antropóloga Gloria Scappini, de la cual reproducimos algunos extractos.
Por: Gloria Scappini
¨La vida de un antropólogo es un exilio; comienza en un exilio y uno vive exiliado, de sus parientes, de su patria, mientras dura esa condición de por vida. Esto no quiere decir que no se encuentre a sí mismo, por lo menos de vez en cuando, pero su propio territorio será siempre una frontera¨.
B.M. Sj.
Miembro mallorquín de la Compañía de Jesús, la actividad misionera de Bartomeu Melià se inscribe en el espíritu del Concilio Vaticano II, en la Lumen Gentium, y de la Populorum progressio, recogidos en el Decreto N°5 de la Congregación General de los Jesuitas en el año 1975. Estos conceptos se basan en una actividad misionera versada a descubrir los elementos de la vida de las poblaciones desde un lugar de igualdad, haciendo sentirlas ellas mismas, y que la doctrina llama “inculturación misionera”. La actitud revisada hacia ellos, el rechazo de la predicación, y la búsqueda del conocimiento profundo de esas otras estructuras de existencia, tanto prácticas como espirituales fue lo que llevó a Melià a estudiar la lengua guaraní y su historia, una vez llegado al Paraguay en el año 1954.
En las diferentes etapas de su desarrollo científico e intelectual, podemos ver una profunda evolución y adecuación cada vez más creativa de los temas principales de su obra, con un compromiso de difusión y comunicación amplia de los pensamientos gestados en la relativa soledad de su gabinete del barrio Trinidad de Asunción.
Desde las instalaciones del Instituto Superior de Estudios Humanísticos y Filosóficos de la congregación, Melià realizaba un permanente ejercicio para la apropiación de nuevos formatos de transmisión, acordes a la situación política, a contextos específicos, a las necesidades sociales en momentos precisos, a diferentes ámbitos de enunciación.
El campo del revisionismo en materia de procesos lingüísticos atrae a Melià, y en particular el que cruza con los procesos de relacionamiento cultural en tiempos de la colonia y la evangelización. Afirmar el hecho histórico de “creación” en el marco del contacto jesuítico con los Guaraníes implica considerar a los actores como sujetos activos de un intercambio mutuo y único que vale la pena ser descripto.
Ya con el antecedente de los trabajos de Ruiz de Montoya, considerados como los primeros propiamente etnográficos en la historia del Paraguay, Melià fuerza la reflexión hasta divisar que a medida que los jesuitas integraban el mundo guaraní a través de su lengua para convertirlos, también se convertían a sí mismos, e iban modificando el lugar perceptivo que la misión religiosa en sus inicios le asignaba. Fundamental obra de re-lectura historiográfica, el autor se sumerge en nuevos postulados más allá de la lingüística, acercándose a la antropología y la etnolingüística, disciplinas que se destacan en la tradición académica francesa y que caracterizarán su tesis defendida en la Universidad de Estrasburgo en 1969, bajo el título “La Création d’un langage chrétien dans les réductions de Guarani au Paraguay” (La creación de un lenguaje cristiano en las reducciones de Guaraníes en Paraguay).
A su vuelta a Paraguay, Melià conoce a su segundo maestro, encuentro que marcará de aquí en más su relación con sus objetos de estudio y su vivencia misionera. Amigo de Antonio Guasch, León Cadogan lo recibe, ya avanzado en años y con profundo conocimiento y experiencia en lo que respecta a los Guaraníes. Muy rápidamente, deposita toda su confianza en el joven jesuita, volviéndolo su aprendiz y mayor colaborador. Ya no pudiendo siempre volver a las selvas y asientos de fogones que inspiran toda su obra, el maestro propiciará el nuevo noviciado de Melià, que tiene por eje el descubrimiento de la religión guaraní, las costumbres, los ritos, ese otro guaraní más misterioso, secreto y esotérico de los Mbya. Recordamos un extracto del prólogo del Ywyra Ñe’ery de Cadogan, escrito por Melià, evocándolo:
“Para mi Don León ha sido y es che ramói, con toda la densidad de filiación, de dependencia, de docilidad y respeto que un guaraní da a esta palabra: mi mayor y primero, mi abuelo y mi padrino, mi maestro y mi patrón, mi iniciador y el que me dio la luz. Él ha guiado mis pasos, me ha hecho escuchar la palabra y un día me dijo que me podía considerar su paisano: che retãrã. Como aquel Mbya de Mbarigui que me hace sentar junto a su fogón. Sus palabras, mis palabras.” (Cadogan, 1971)
Esa relación llevará a Melià por los caminos del ser guaraní de forma constante y aplicada, ampliando cada vez más sus horizontes en términos de etnografía y etnología crítica, sensible y sobre todo comprometida. Los trabajos de campo se fueron multiplicando, sin enmarcarse en un estudio particular, sino con el objetivo de producir la máxima interacción con los pueblos indígenas.
De los Mbya que reenviaban a Melià a los Guaraníes de las crónicas jesuíticas, habitantes del centro de la tierra o Mba´e Vera citado por Montoya, pasará luego al Alto Paraná junto a los Ava Chiripá, los Aché Guayaki del norte y sur de la región oriental, al Amambay junto a los Paï Tavyterä y al Chaco con los Chiriguano.
Paralelamente a su producción en el campo de la antropología, Melià presenta de manera constante innovadores planteamientos sobre la realidad de las nociones de bilingüismo y diglosia paraguayos, elaborando sobre su relación con la escritura, las políticas de enseñanza y de la construcción del discurso estatal en diferentes periodos de la historia.
Habiendo recorrido tantos caminos entrelazando las ciencias sociales y humanas con la teología, la literatura, las artes visuales, la educación, la demografía, la política, la manera con la que se define a él mismo, y con la que se relaciona con los ambientes que le toca frecuentar, demuestran la impronta de una profunda humildad y una práctica total de la noción guaraní de existencia, a través de la palabra ofrecida y dada, sin esperar nada a cambio.
No se consideraba ni antropólogo, ni lingüista, ni teólogo, sino un autodidacta. De esa manera Melià se afilia subjetivamente a una gran tradición en la antropología paraguaya, carente de una figura definida, pero, como él mismo lo afirmara en el escrito “Antropólogos y antropología en el Paraguay” (1997), “considerablemente rica en méritos de hombres y mujeres”.
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